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AUNQUE ya pasaron 10 años desde que dijo adiós a la actividad competitiva la cubana Mayra González aún experimenta «ese “bichito” que me despierta los deseos de estar en activo».
Lo dice en el tono pausado que suele caracterizarla, pero en lo adelante la intensidad de sus ojos crece mientras evoca pasajes de una carrera marcada por el éxito.
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QUIZÁS este hombre alto y delgado anduviera hoy con su bata blanca por alguna unidad de salud en su natal Cienfuegos o en La Habana, pero durante más de tres décadas se le ha visto con ropa deportiva, salpicado de arena y con la piel tostada por el sol.
Proveniente de una familia ligada a la medicina, incluidos sus padres Oilda y René, Juan Carlos Perdomo Menéndez se deslumbró por el voleibol desde la misma adolescencia.
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GANAR los Juegos Panamericanos de La Habana 1991 fue su mayor satisfacción como atleta. No acarició la dicha deseada en las competencias de mayor nivel y dejó de asistir a algunas a las que clasificó por mérito propio.
Más de dos décadas en el equipo nacional le vieron conquistar nueve títulos en juegos centroamericanos y del Caribe, que le sitúan cuarto entre sus compatriotas y quinto en el listado general de los más dorados.
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CUENTA que desde niña hacía cada encomienda corriendo. No podía caminar tranquila… para ella correr era algo innato y quizás por eso ahora, luego de tanto tiempo, dice que disfruta y seguirá disfrutando siempre la maratón.
Cubrir 42 kilómetros y 195 metros es desde cualquier punto de vista un esfuerzo extraordinario, aunque para Emperatriz Wilson Traba –según confiesa- nada más lejos de la realidad. La actual recordista nacional de la distancia (2:36.35 horas) asegura que devoraba cada centímetro con la mente puesta en llegar a la meta y puede que haya sido por eso que lo sentía menos.
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DISTINGUIDA por su talante irreverente, Miraida García Soto suele afirmar entre risas que ella es la “única” cubana campeona mundial de esgrima.
Ganó el título de espada en duelo frente a su compatriota Suledis Ortiz en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en 1997, pero antes su compatriota Taimí Chapé lo había conseguido en Francia 1990.
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NOS CONOCIMOS en sus años de entrenadora de la selección nacional de nado sincronizado y la empatía surgió desde el primer diálogo. Nunca escatimó una explicación, siempre despejó dudas y habló con pasión sobre sus alumnas.
Porque para Ivette Bacallao Llanio esa es la única forma de enfrentarlo todo en la vida: entregada a fondo, sin términos medios.
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