La Habana.- PEDRO Pablo Romero vive por y para el tenis de mesa. Desde hace ocho años formar niños en este deporte y verlos triunfar es su única obsesión.
Atleta del equipo nacional durante siete temporadas y campeón de la Isla en varias categorías, ha trasladado a la enseñanza todas sus energías.
Habla tan rápido que no hacen falta muchas preguntas para enterarnos de sus sueños y motivaciones, pero sobre todo del día a día en el área de entrenamiento de la Escuela Primaria Manuel Valdés Rodríguez, en el Vedado.
Allí lo encontró JIT durante una sesión de trabajo a inicios de enero. Raqueta en mano demostraba algún movimiento, y luego se acercaba a otra mesa para corregir una postura… Así, hiperactivo, se muestra a los 28 años de edad (apenas), con una delgadez que le hace parecer un adolescente.
«Soy muy competitivo y quiero que mis alumnos lo sean también. Tengo en mi área tres campeones nacionales, uno de ellos, Edel Rodríguez, ya pasó al centro de desarrollo en Matanzas. Con él fuimos a un evento internacional», dijo como presentación el también jefe técnico de este deporte a nivel provincial.
Esta área es una de las mejores de la capital, y no solo por los resultados competitivos. El trabajo no cesa, cada año se captan niños en edad prescolar y se incluyen representantes del movimiento de atletas con discapacidad.
Todos confluyen en un mismo espacio, con horarios de asistencia entre las mañanas y las tardes, para aprovechar las cinco mesas disponibles. Los implementos no son la mayor preocupación…
«Tengo mucho apoyo de la provincia y de mis antiguos compañeros de equipo en la Esfaar Cerro Pelado. También de las familias de los niños. En ese sentido no me puedo quejar», aseguró confiado.
Pedro Pablo vive a poca distancia de la escuela, donde pasa la mayor parte del día aplicando lo aprendido en la Licenciatura en Cultura Física y Deportes, y las experiencias acumuladas al lado de quienes fueron sus entrenadores.
«A los niños les inculco que este es el deporte más lindo del mundo y no todos pueden practicarlo. En el primer curso solo trabajamos con juegos predeportivos. No van para “arriba” de la mesa de inmediato. Espero hasta primer grado para llevarlos a la práctica del deporte como tal», explicó convencido de que nunca debe acelerarse el desarrollo en busca de una medalla.
«No apuro a los niños, eso puede provocar lesiones. Mi trabajo consiste en formarlos bien», confesó.
Sobre sus métodos comentó el importante legado recibido de los preparadores con que transitó durante su carrera. De cada uno tomó algo y lo aplica poniéndole su sello.
«Escucho los consejos de profesores con más años dedicados a esto. Y si hago algo diferente es tratar de que mis alumnos me vean como un atleta más. Cuando enseño un elemento técnico no solo demuestro cómo se hace, sino les explico para qué y por qué deben hacerlo», agregó.
Para Pedro no hay jornada libre. Desde hace ocho años, incluso, los 31 de diciembre y los días feriados “no existen”. Aunque en su momento no lo entendió así, ahora celebra la mala decisión de un directivo que le hizo elegir entre seguir como atleta o convertirse en entrenador.
«Me retiré del deporte activo con apenas 21 años. Convertirme en entrenador me ha hecho feliz. Siempre supe que sería mi destino. No sé hacer más nada, he estado en el tenis de mesa toda la vida y pienso que se me da bien lo de profesor. Lo más importante es que me gusta», reconoció.
«Mis horarios de clases son sagrados, no se afectan por nada. Trato de aprovechar sobre todo el turno de la tarde, con los alumnos que compiten. Al no estar becados, como sus rivales de otras provincias, tengo horas de desventaja», comentó.
Aunque enseñar desde cero resulta lo más difícil, no se visualiza todavía como profesor del equipo nacional. Se siente apto, quizás, para trabajar con atletas en desarrollo de 13 años o más. Aspira a la maestría para establecerse en el alto rendimiento.
«Me veo de aquí a unos años como profesor del centro de desarrollo de Matanzas, pero no en el equipo nacional. Necesito superarme para entrenar en la Cerro Pelado, apreciar otro tenis, ver lo que sucede en el mundo. Los entrenadores requieren actualizarse al máximo nivel para laborar en la élite», reflexionó.
Reconocer sus capacidades y saber que la superación seguirá siendo tarea primordial dice mucho de su inteligencia. Estamos ante un vivo ejemplo de las jóvenes generaciones que podrían forjar grandes resultados para el deporte cubano.
Ver a sus alumnos en las competencias a las cuales no pudo llegar figura entre sus metas… «Mi reto es formar atletas que sean campeones nacionales y asistan a los eventos en que yo no estuve, como juegos centrocaribeños, panamericanos y lo máximo, una cita olímpica», confesó como soñando, aunque despierto.
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