La Habana.- EL SALITRE de la costa norte de Villa Clara, específicamente en el municipio de Caibarién, no ha podido corroer la joya del Inder allí: La Escuela Provincial de Velas Marcelo Salado.
Tras varias décadas de creada, y un montón de vicisitudes afrontadas con el ímpetu que cualquier navegante enfrenta el vendaval para llegar a puerto seguro, todavía se erige en referente para el resto de instalaciones deportivas del país.
Lo constató incluso Osvaldo Vento Montiller, presidente del Inder, quien recientemente visitó sus instalaciones y les felicitó por el trabajo que hacen. Labor que forma parte de las buenas noticias con que el sistema deportivo cubano celebrará este Primero de Mayo.
No fue este un elogio por puro cumplido. Quien camine sus aulas sabrá cuánto lo merecen los que se esmeran para mantener las labores de remozamiento, que recibieron y hasta lo exhiben con orgullo al visitante.
Pero más que enorgullecerse de comodidades estructurales, su director Neulis Molina León, con seis años capitaneando la nave, habla con satisfacción de cómo acontecen allí los procesos formativos, tanto en lo decente como en el deporte.
«Tenemos una matrícula de 35 alumnos, 25 pertenecientes a la categoría escolar y el resto a la juvenil, distribuidos en los grados desde el séptimo al duodécimo, y contamos con un claustro de profesores cubierto totalmente», resalta.
«De los 20 profesores que trabajan con nuestros alumnos, 15 docentes y otros cinco entrenadores, 10 ostentan la categoría Máster en ciencias de la educación», explica a JIT para remarcar la alta calidad de los procesos que allí se realizan.
En la aparente calma de la mañana transcurre el proceso docente, y hasta puede verse un aula con solo dos alumnos, para los que se garantiza un maestro de cada asignatura, un logro de la Revolución Cubana difícilmente replicable en otros contextos.
Por la tarde aprovechan la furia de los vientos para dominar la embarcación y adentrarse en los entresijos de la navegación: una vieja tradición que ese pueblo se resiste a dejar morir.
Y quien piense que ahí acaba la influencia de esta escuela sobre sus alumnos no puede equivocarse más, en sus predios radican dos destacamentos Mirando al Mar (uno escolar-juvenil y otro de adultos), que protegen el literal de flagelos como el recalo de drogas o la contaminación costera.
Por ello han merecido el reconocimiento de la dirección de estos destacamentos y el Premio del Barrio de los CDR, en el 2020 por la labor que realizan y los resultados históricos del centro, según contó su director.
El amor al mar no compite en la Marcelo Salado con el amor al deporte, más bien encuentra allí un complemento: la idiosincrasia y la cultura viva de un pueblo pesquero, que tiene en mar sustento y refugio espiritual al mismo tiempo.
«Todos los niños son del poblado de Caibarién y una gran parte del litoral costero o proviene de familias vinculadas a las actividades pesqueras y desde pequeños están en contacto con el mar», asegura Molina León.
No se duermen sin embargo en la complacencia, saben que cualquier esfuerzo es poco y son conscientes de lo que falta por hacer.
«Nos falta agrandar el área techada para el gran número de embarcaciones con que contamos afortunadamente, lo que implica un compromiso mayor con su cuidado y conservación», reconoce mientras pone en contexto sobre las dificultades que implica conseguir una flota como la que poseen.
«La Eide Héctor Ruiz Pérez y la dirección de deportes en la provincia trabajan siempre unidos a nosotros y nos ayudan en la medida de sus posibilidades. También recibimos donaciones de familiares y otros practicantes lo que demanda un gran sentido de pertenencia», explica.
Y reconoce también ese amor por la escuela y el deporte en quienes personificaron la gloria de antaño, estos regresan hoy a colaborar con su experiencia, a compartirla con las nuevas generaciones porque son la base del éxito.
De la base, entienden, salen los campeones del futuro, así como un día se formaron allí Nélido Manso y Octavio Lorenzo, quienes coronaron un palmarés que atesora cinco medallas de oro en juegos panamericanos, con el título mundial en la modalidad de Snipe, conseguido en Murcia, España, en 1999.
Manso, exaltado en 2024 al salón de la fama de las velas en la clase Snipe, todavía surca las olas con la joven Sanlay Castro, juntos alcanzaron una medalla de plata en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador 2023, como perfecto ejemplo de una tradición que se renueva y echa andar a toda vela, impulsada por los vientos nobles de la Marcelo Salado.
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