EN EL entrenamiento nada ocurre por accidente, sino por diseño. Y para conseguir que los planes sean efectivos, el profesor y su equipo técnico deben tener claro cuáles son los objetivos que se persiguen.
Esta capacidad viene dada por dos aspectos fundamentales: un elevado nivel de experiencia de otras situaciones vividas; y el conocimiento proveniente del análisis de la teoría del entrenamiento deportivo, es decir del estudio de las ciencias aplicadas a este ámbito.
Cualquiera de los caminos trazados exige tomar decisiones con un sentido lógico, pensadas de tal manera que nunca se dé pie a la improvisación. Acertar o no se verá reflejado después en el rendimiento del equipo.
Los condicionantes y situaciones propias de cada deporte determinan el diseño de la planificación, y sus variables principales son las siguientes: las características específicas de la disciplina; el sistema y calendario de competición; y la composición de la plantilla de jugadores.
Si analizamos las características propias de los diferentes deportes observaremos una clara diferencia en su lógica interna, que van desde las necesidades de cada jugador en su posición hasta una amplia disparidad de conductas y gestos motrices.
Esas variables están motivadas a su vez por los reglamentos y el desarrollo evolutivo del propio juego.
El proceso de adaptación al esfuerzo previsto es otro requisito imprescindible para llevar a cabo la planificación del rendimiento individual y colectivo.
Esta última se concibe con el propósito de mejorar el desempeño de los atletas, y puede ser a corto, mediano o largo plazo. Incluye una programación de la proyección deportiva de un alumno o equipo a largo plazo, por ejemplo durante un ciclo olímpico.
Pero… ¿Qué es lo primero y más necesario para iniciar la planificación de la preparación física de nuestro equipo?
Tomar el máximo número de datos sobre lo que rodea al plantel, los cuales puedan ser influyentes en su desempeño futuro; personalizar a cada jugador y disponer de la logística necesaria para la organización de la actividad deportiva.
Estas ideas nos conducen a entender que el proceso de planificación empieza con la máxima recopilación de información. Se trata de saber todo aquello que rodea a nuestra selección.
Así pues iniciamos una planificación mediante el conocimiento.
Veamos un ejemplo de caracterización de un deporte, pues ello aporta pistas muy prácticas.
En el baloncesto, desde el punto fisiológico, el comportamiento regular se da en la zona anaerobia–alactácido, aunque se puede jugar durante algún tiempo en la zona aerobia. Es intermitente, pues las acciones ofensivas están delimitadas por el tiempo de 24 segundos.
Exige habilidades físicas muy especializadas, de contacto permanente, y con el decursar de los años el físico de los jugadores ha ido cambiando hacia obtener una estructura muy cercana a lo ecto-mesomórfico.
También es en extremo táctico, exigiendo altos niveles individuales y colectivos en ese indicador. Se necesita ser rápido, coordinado, fuerte, resistente, habilidoso y de un gran pensamiento operativo, con posibilidades de cambio en las estructuras del juego tanto para la defensa como para el ataque; además demanda la regulación del esfuerzo muscular en cuanto a los encestes y gardeos; y altos niveles de percepción para lograr buenos pases e intercepciones, y para encestar desde diferentes distancias.
Todas estas condicionantes forman una plataforma amplia para la toma de decisiones, en momentos en que la incertidumbre se presenta de manera sistemática y con altos grados de dificultad.
Dar solución a los problemas que surjan en cada momento es el gran reto de atletas y entrenadores, cuyas características hemos de saber de antemano.
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