San Cristóbal, Táchira.- A LA PAR de los miles de colaboradores cubanos del deporte que llevan a las comunidades venezolanas opciones incontables de esparcimiento sano y salud física; hay en este país un grupo selecto de entrenadores y especialistas que confirman con creces la utopía antillana del alto rendimiento más allá del mercado.
Concebida dentro del Plan de la Patria, rubricado por el Comandante Hugo Chávez, se creó en esta ciudad del occidente venezolano la Unidad Educativa Bolivariana de Talentos Deportivos “Gran Mariscal Antonio José de Sucre”, que en poco más de tres años ya ha formado decenas de campeones tempranos.
La peculiaridad del recinto, atendido por unos 40 técnicos cubanos de primer nivel, es que allí no solo buscan consolidar deportistas dorados que aseguren espectáculo a tenor de su talento; sino que en la maduración de la corta edad y el rigor del entrenamiento, procuran igualmente convertir a los muchachos en hombres y mujeres íntegros en materia de valores humanos.
“El resultado deportivo es la prioridad, por supuesto, y lo hemos logrado con creces si contamos las decenas de medallas conquistadas en el poco tiempo de la escuela”, explica Juan Álvarez Hernández, asesor antillano del director del centro tachirense.
“Ya no hay torneo nacional o regional de alguna de las ocho disciplinas que formamos en que falte un muchacho nuestro, y es prácticamente improbable que regresemos de tales competencias sin algún campeón y varias medallas.”
La escuela reúne prospectos de las categorías escolar y juvenil en las disciplinas de atletismo, boxeo, ciclismo, judo, lucha libre y greco, taekwondo y levantamiento de pesas, y aunque los campeonatos nacionales constituyen su meta competitiva fundamental y constante, tienen en los Juegos Escolares cubanos y otros torneos continentales, la varilla más alta para medir su crecimiento y desarrollo atlético.
Sin embargo, en cada recinto de la unidad tachirense es notable el influjo del personal de la Mayor de las Antillas, por cuanto impera allí el concepto revolucionario de la formación del deportista en dos sentidos: la alta competencia y los elevados valores que adquiere cuando perfila su talento con apego a la disciplina, el trabajo en equipo, su integralidad como estudiante, y todo cuanto fomente y eduque los valores personales.
“A la par del número de medallas conquistadas en poco tiempo, dentro y fuera de Venezuela, lo positivo de la experiencia también está en consolidar deportistas diferentes en su comportamiento; los atletas integrales que tanto soñó y defendió el Comandante Chávez, como dignos representantes de la que llamó Generación de Oro”, destaca Álvarez.
“Andas por los pasillos, visitas las residencias, los gimnasios, y no ves extravagancias en los alumnos. Es que pasan mucho tiempo junto al profesor y, por tanto, llegan a ser reflejos de ellos.”
CONSTRUIR CAMPEONES
Integrante de una de las mejores escuelas cubanas de boxeo, el guantanamero Rafael Ramírez Elías repite ahora en Venezuela las lecciones, como entrenador de alto nivel, que ya dio por seis años en Pakistán y por dos en Sri Lanka.
Participante en todos los eventos de la AIBA (Asociación Internacional de Boxeo Amateur), empeña toda su experiencia en asegurarle los campeones futuros del pugilismo a la nación morocha, y aunque sabe que en sus manos no están precisamente las primeras figuras de estas categorías en el país, le basta el talento básico de sus muchachos para completar el milagro con las herramientas mágicas de sus años en la escuela cubana.
“Todavía la captación de talentos no depende de nosotros, y ese es un punto débil. Además, estamos apartados de los principales centros competitivos del país y no siempre los padres admiten que sus hijos vengan tan lejos, como tampoco los estados ceden tan fácil a aquellos muchachos brillantes, en quienes ven un campeón seguro, y probablemente, una fuente de dinero en el futuro, pensando en el mercado del boxeo profesional.
“Ese es uno de los méritos de la escuela: que llegan los segundos, los terceros, y nosotros los convertimos en primeros. Estamos seguros que aquí están los que brillarán mañana en Olimpiadas, Panamericanos y todos los torneos a nombre de Venezuela; los sustitutos, por ejemplo, de los Caribes actuales, enrolados en la Serie Mundial, de mano también de colegas cubanos”, apunta con orgullo Rafael.
El mismo entusiasmo se repite con notable evidencia en las palabras del coterráneo Héctor Luis Sainz, avezado entrenador de ciclismo, conductor de los equipos de uno y otro sexos para la categoría de 14 y 15 años.
Cuenta Héctor del giro abrupto que en materia de rendimiento generó su arribo a la unidad andina, a donde llegó proveniente del Centro Técnico Nacional de Ciclismo, instalado en Guantánamo.
Habla de la cosecha de decenas de medallas, tanto en los circuitos nacionales como en los juegos cubanos a los cuales llevó ya a sus muchachos venezolanos; pero dulcifica el tono cuando refiere el cariño que con amor de hijos le retribuyen sus alumnos.
“Me consideran un padre fuerte y a la vez comprensivo, porque aparejado al entrenamiento altamente exigente, también sé escuchar y comprender sus problemas y conflictos propios de la edad”, dice Sainz.
“El primer año con él agarré un bronce, y al año siguiente tres medallas de oro y dos de bronce. Claro que se debe a sus lecciones y a su paciencia conmigo, por aguantar mis malacrianzas de niña. Con él aprendí que la constancia y la disciplina permiten tener resultados buenos, y gracias a su dedicación a mí, mantengo las aspiraciones de llegar a ser grande y viajar a muchos países”, declara con evidente afecto Nazareth Gutiérrez, una campeona adolescente del pedal, dentro y fuera del país. EL ATLETA Y EL HOMBRE A LA VEZ
En el gimnasio de judo no hay una voz que supere el golpe seco de las proyecciones sobre el tatami. En todos los rostros, de los entrenadores y los atletas, hay una seriedad marcial que habla sola del aire disciplinario dominante en el local, mientras sucede la sesión de práctica.
Solo al final hay alguna distensión,´pero aún dentro de los códigos del orden, el respeto y la camaradería.
“Es un deporte que en sus principios ancestrales promueve la máxima disciplina, y eso es vital en la formación de atletas completos, tanto en su rendimiento como en su ética y comportamiento”, explica el entrenador holguinero Santiago Rodríguez Morozo, al frente de la especialidad; quien al igual que Rafael en el boxeo, en poco tiempo convirtió en medallistas a muchachos que al llegar no eran las primeras figuras del país.
Como pedagogo natural, hace hincapié en el concepto cubano de la integralidad en la formación deportiva, y en su propio equipo tiene el mejor ejemplo, pues “el trabajo educativo que desarrollamos permite que los judocas, tanto en el sector masculino como femenino, sean los de mejores resultados académicos de la escuela, y hasta hoy ninguno causó baja ni por bajo rendimiento deportivo ni por indisciplinas”.
Destaca también el acompañamiento científico permanente del médico, el terapeuta y el sicólogo; “una tríada presente en cada sesión de entrenamiento que es el apoyo principal para trazar las estrategias de equipo y el trabajo individual por atleta”, apunta Rodríguez.
De estos modos llega también el deporte cubano a Venezuela, en la solidaridad cooperativa de la alta competencia, el cultivo temprano del talento y la formación de los campeones futuros.
En el propósito esencial de la escuela andina no hay intermediaciones del mercado; solo el empuje humanista de dos revoluciones que desde sus principios, y al calor de la solidaridad binacional, propugnaron el deporte como derecho colectivo y actividad vital para el crecimiento de sus pueblos. (Tomado de Granma)
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