APENAS habían transcurrido unos días tras el triunfo de 1959, y en medio de las muchas y exigentes tareas enfrentadas la Revolución emitió una clara señal sobre la prioridad asignada al desarrollo de la actividad física.

El 13 de enero crea la Dirección General de Deportes (DGD), al frente de la cual designa al capitán del Ejército Rebelde Felipe Guerra Matos, el recio guerrillero que había estado a punto de caer en combate en el asalto al cuartel de Veguitas el 16 de diciembre de 1958.

«No lo veo como un mérito, aunque sí lo considero una misión histórica, como todas las que se dieron al principio de la Revolución», ha dicho con su habitual modestia el encargado de trasladar a la Sierra Maestra al periodista del New York Times Herbert Mattews.

«El deporte es una de las grandes conquistas de aquel victorioso primero de enero de 1959», añadió Guerra Matos, quien se ha declarado «un hombre feliz, recompensado por esa historia, en la que los ideales por los cuales se derramó tanta sangre siguen invictos».

El cambio concebido por Fidel encontró un panorama muy deteriorado, donde solo béisbol y boxeo disfrutaban de cierto auge signado por los cánones del profesionalismo, y otras pocas disciplinas estaban mayoritariamente asociadas a clubes y prácticas elitistas.

«Nada de participación, me atrevo a ser absoluto, exactamente nada de participación, porque el sistema no lo permitía. Un país vendido no puede desarrollar ni siquiera la educación física», evocó el máximo responsable de la DGD.

«Solo una obra social como la nuestra, que demanda de su pueblo para su desarrollo y fortalecimiento, puede multiplicarse a sí misma», añadió antes como parte de unas declaraciones en que otra vez resaltó el papel del Comandante en Jefe.

«Yo no fui el primer conductor de nada... sí tuve aquel privilegio, pero la conducción ha sido la verticalidad de la Revolución, el pensamiento de Fidel, que han hecho que no solo yo, los que me sucedieron también con la creación del INDER en febrero de 1961, y todo nuestro pueblo hayamos tenido el inmenso privilegio de ver convertido a este país en una potencia deportiva», puntualizó.

VENIMOS DECIDIDOS A IMPULSAR EL DEPORTE

«Venimos decididos a impulsar el deporte a toda costa, llevarlo tan lejos como sea posible, pero para ello es necesaria la ayuda de todos», enfatizó el líder de la Revolución el 29 de ese propio enero.

Fue su primera visita a la Ciudad Deportiva, donde charló con dirigentes, entrenadores, peloteros profesionales, otros atletas, representantes del Comité Olímpico, de la Unión Atlética Amateurs y periodistas, entre otros invitados.

«Soy un convencido de que la actividad del deporte es necesaria al país. Da pena que haya tan poco deporte. Apenas un diez por ciento de nuestra juventud practica deportes», aseveró. «Todo ha estado abandonado, se han realizado las cosas a medias. El deporte ha andado mal».

Como muestra de su visión señaló desde entonces que el mejor estímulo que podía crearse para el atleta era asegurarle su retiro y saber premiar a quienes llegaran a campeones, una máxima con plena vigencia.

«No me parece correcto que los héroes del deporte, nuestros campeones, queden después en la miseria. Eso no sería estímulo al deporte», observó conocedor de la realidad requerida de ser cambiada.

Subrayó que el nivel deportivo reinante en el país era muy bajo e insistió en elevarlo rápidamente dando oportunidades a todos por igual, con la seguridad de lo que propiciaría eliminar el exclusivismo.

Y fue claro en el papel asignado a cada cual: «Nosotros podemos trazar las líneas generales, pero la forma van a darla ustedes, los especialistas, los técnicos, los que saben...»

A más de cinco décadas de ambos acontecimientos vale volver sobre ellos como confirmación de cuánto significaron en el camino que aún recorremos desde un movimiento que puede preciarse de tantos momentos históricos y sostiene el compromiso de no defraudar al pueblo de que es fruto.