La Habana.- CUANDO Hugo Franco conoció a la pequeña Valentina a través de una videollamada, “explotaron” de golpe todas las emociones contenidas tras su actuación en los Juegos Olímpicos de París 2024.
El pinareño fue el único representante cubano en el torneo de arquería en la Ciudad de la Luz, a donde llegó consciente de que podía perderse el trascental acontecimiento, pero también con la certeza de que debía cumplir con la enorme responsabilidad asumida.
«Recuerdo con gran claridad la primera vez que vi a Valentina. Ese día terminé mi competencia individual y ella decidió que era el momento de llegar a este mundo», comenta ahora instado por JIT a conversar sobre ese doble compromiso de ser padre y figura principal dentro de un equipo nacional.
«Ver las imágenes por video de recién nacida me hizo bajar las defensas… recuerdo que lloré por el “gorrión” de estar lejos, de que no estuvieran mis padres, de que había temrinado ya la tensión de la competencia… es un momento que no voy a olvidar», confiesa Hugo, quien había “saboreado” la paternidad con el nacimiento de Cristian, siete años antes.
Cuenta que, aunque se preparó para esa posible circunstancia, fue un momento complejo, en el que vinieron a su mente otros que le han marcado, como el reciente fallecimiento de sus padres…
«Una de las cosas más difíciles por las que he transitado en mi vida deportiva ha sido la distancia cuando suceden cosas como esas», dice el varias veces medallista centrocaribeño y capitán de la selección cubana de arco recurvo.
Hugo estrenó paternidad cuando tenía 25 años de edad, y con ello llegó el lógico cambio radical a su vida. Sin dejar de ser integrante de un equipo nacional, debió mirar más allá de las dianas, que dejaron de ser el único punto de referencia.
«Toca la responsabilidad de cuidar un niño, educarlo, que no le falte nada, atender cada una de sus necesidades… dejas atrás muchas prioridades, porque un hijo se convierte entonces en el motor de tu vida», asegura con la convicción de que se ha esforzado al máximo para cumplir la demandante tarea, multiplicada ahora con una Valentina, que pronto cumplirá su primer año de vida.
De ella recuerda con mucho orgullo el primer encuentro, algo que le generó sensaciones diferentes. «Era muy pequeña de recién nacida… y cuando llegué a Cuba y la vi tan frágil, no pude evitar compararla con Cristian, que era un bebé grande… por eso lo primero que me vino a la mente es que tenía que protegerla el doble».
Con Cristian ya mantiene una relación es diferente. Asegura que conversan mucho de deporte, de lo que él hace como arquero y el compromiso de entrenar cada día para conseguir mejores resultados.
«Cristian ve a su papá como “el tanque”, como me dicen jocosamente mis compañeros de equipo. Va a cumplir ocho años y ha asumido muy bien que soy deportista y compito contra los mejores del mundo. Me pregunta mucho sobre lo que hago, quienes son mis compañeros, aunque también sobre cuándo voy a retirarme para estar más con él».
A sus 33 años, Hugo es consciente que ese momento llegará algún día, pero hasta entonces se mantendrá enfocado en su doble rol, aunque sabe que el destino puede alejarle de los suyos en otros instantes especiales.
Su historia es común en quienes, como él, han seguido su pasión sin renunciar al orgullo de representar a la Isla, seguros de que imponiéndose a esos difíciles momentos marcados por la distancia, dejan a sus hijos un ejemplo que les guiará por siempre.
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