San Salvador.- DESPUÉS de visitar este martes el emblemático estadio Jorge González, uno puede confiar en que volverá a ser mágico. Sin embargo, para ello restan todavía varias horas de intenso trabajo, durante día y noche.
Si hace falta una escena perfecta para describir la manera en que los salvadoreños han asumido la organización de los XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe, el tenso panorama apreciado en su principal recinto lo describe a la perfección.
Quedan 72 horas para la ceremonia inaugural y en “El Mágico” González se trabaja en todo a la vez. Miles de hombres mueven tierras, tiran cables, funden aceras, tapan canales, hacen terminados, recogen basura y maquinarias, aspiran la pista, barren, amueblan…
La terminación del recinto comparte protagonismo con el montaje de la ceremonia inaugural, de modo que una mirada panorámica no deja otra sensación que apuro...
Accedimos al lugar por una de las tantas entrecalles custodiadas por el ejército, soldados que portan fusiles M16 y no pierden la atención a cada movimiento.
Muy pronto llegamos a un hormiguero de hombres trabajando. Algunos son obreros y técnicos, el resto porta pulóveres amarillos que los identifica como plantilla de centros penintenciarios. Nadie parece estar al mando de tantas acciones a la vez. Solo se trabaja indeteniblemente.
Entramos por fin al interior del “Mágico” por un túnel polvoriento y ruidoso. La visual agrada. El estadio viste de elegantes colores blanco y gris más butacas de colores perfectamente situadas. La pista azul encaja perfectamente en el cuadro. No hay un ángulo vacío, ni quieto, solo ajetreo comprometido con un pitazo inicial cada vez más cercano.
Nadie duda que el esfuerzo titánico de los salvadoreños por salvar los juegos multideportivos más antiguos del mundo tendrá un estadio mágico como epicentro, pero para eso restan todavía algunas horas de real desvelo.
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