La Sierrita, Cienfuegos.- CUALQUIER duda sobre cuánto puede hacerse movido por los deseos de aportar a las nuevas generaciones quedaría despejada si usted conoce a Silvestre Conde en este apartado lugar.

Está claro que se trata de una labor compartida entre los muchos miembros del “ejército” de activistas deportivos que tributan bienestar a lo largo y ancho del país sin esperar nada a cambio, pero no por repetido deja de asombrar su ejemplo.

Tiene 55 años, practica el judo desde los 10, es graduado de nivel medio en Cultura Física y aunque trabaja como chofer de ambulancias su gran pasión es la enseñanza del milenario arte marcial.

«Estoy aquí desde hace cuatro años, esto era un área de servicios y poco a poco la hemos adaptado. Para contar con un colchón la lona nos la asignó el INDER, resolvimos la madera con los mismos padres y el aserrín en la carpintería», explica a JIT en una tarde de lluvia que no impidió la llegada de sus alumnos.

Mientras en el interior de la pequeña sala niños y niñas se esforzaban por ejecutar bien las caídas, los estiramientos y otros ejercicios programados para la jornada, algunos padres les seguían desde fuera del área, ambientada con fotos de Jigoro Kano, imágenes de atletas y entrenadores cubanos y frases válidas para la vida.

«Ya tengo en la EIDE a ocho muchachos de aquí, y en los pioneriles nacionales hemos logrado medallas todos los años», expresa sobre unos resultados que sabe fruto de mucha dedicación al trabajo.

«Siempre extraño a los que se van, aunque sé que pasar a la EIDE constituye un progreso. Además el trabajo se me hace más ágil con los que saben, y cada vez que tengo un grupo nuevo tengo que empezar de cero, volver a enseñar lo mismo, pero igual es una satisfacción», asegura.

«Cuando llegan de pase siempre vienen a visitarme porque además del judo les doy afecto y cariño, y como parte de la relación que fomentamos los estimulo cuando hacen las cosas bien», añade.

Asegura que casi siempre la captación se produce de manera espontánea, con la mayoría de los interesados acercándose al área, aunque también visita las escuelas para “enamorar” a los que muestran talento.

«Es casi como tener dos trabajos, porque estoy aquí todas las tardes, excepto cuando tengo turno en la ambulancia, y me rijo por el programa nacional de enseñanza, lo que me obliga a dedicarle tiempo a los planes de entrenamiento, porque esto es organizado, no por la libre», enfatiza.

Silvestre también está al tanto de los planes de superación, y casi todos los meses busca un momento para visitar en La Habana a los profesores Justo Noda y Ronaldo Veitía a fin de actualizarse sobre muchos temas al alcance de estos en el equipo nacional.

«Estoy detrás de todas las novedades para mantenerme al día, porque el judo es un deporte para el que hay que ser disciplinado y cooperativo con tus compañeros. Para practicarlo se necesita mucho amor y disciplina», sentencia.

Poseedor del grado de Cuarto Dam, es reconocido por la seriedad de su labor y ha pactado un compromiso no escrito con los padres que le confían parte de la formación integral de sus hijos.

«Me apoyan mucho, me respetan y me ven como una contribución  a la educación de los muchachos», acepta este hombre que desde hace tres años es vanguardia provincial entre los activistas deportivos.

Confirma que los propios progenitores le ayudan cuando el niño tiene que ajustar el peso, o ante algún problema de disciplina que necesita corrección, e incluso es buscado por los profesores docentes, «para que los “apriete”, como se dice aquí».

En la sala de Silvestre no hay distinción para niñas o niños, aunque en su opinión ellas aprenden más rápido porque son más serias y disciplinadas. «Es un fenómeno que se da en el país, y no por gusto son las muchachas las de mayores resultados internacionales», considera.

«Cada tarde de clases es el momento más feliz del día porque me gusta mucho lo que hago, esto de ser entrenador sin cobrar nada, y por eso cuando estoy “cargado” de otras cosas vengo aquí y me libero, es mi forma de despejar», asevera.

Padre de tres hijas que no se dedicaron al deporte, Silvestre elogia el apoyo de su familia, que aunque en ocasiones le reclama más atención termina comprendiendo que nada podrá alejarlo de su amor al judo.