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Pinar del Río.- LA SITUACIÓN del Barcelona FC bien pudiera compararse con un barco a la deriva en alta mar. El entorno culé lejos de ser un mar que encuentra calma, recibe olas cada vez más fuertes.
Por más que se conoce el complejo entramado institucional, la crisis de resultados no deja de sorprender y desesperar a sus seguidores.
Las promesas de Johan Laporta al tomar la riendas de la entidad blaugrana han quedado en el discurso de campaña. La marcha de Messi finalmente se concretó lejos de lo que aseguraba el directivo. Aun así no termina de sanearse el grave estado económico y financiero del club.
Perder jugadores de peso como el astro argentino o el francés Antoine Griezmann, sin reemplazos de su mismo nivel, consiguió bajar la enorme masa salarial, pero dejó un equipo menos competitivo.
El chivo expiatorio parecía a todas luces el técnico holandés Ronald Koeman y el entusiasmo provocado por la llegada de Xavi Hernández, un ídolo de la afición, no tarda en diluirse en el mar de los tropiezos.
Desde muchos frentes se apelaba a un efecto motivacional que desembarcaría con el otrora mediocampista. Sin embargo, el baño de pragmatismo fue abrumadoramente cruel para los seguidores del club catalán.
La inexperiencia del joven técnico no invitaba a la euforia desmedida, mucho menos a la confianza ciega. Muy pronto pasaron de depender de sí mismos para superar la fase de grupos en la Uefa Champions League a quedar eliminados.
Un empate a cero en casa y goleada de 3-0 en Múnich ante el Bayern, con piedad incluida, devolvieron a la realidad a quienes creyeron que era solo cuestión de técnicos o motivación.
En La Liga parecían retomar el curso con una victoria discutida y polémica ante el Espanyol y otra inobjetabe frente al Villarreal, pero el Betis revolvió las aguas que parecían mansas y a eso siguió un empate in extremis con Osasuna.
Incluso el Elche fue capaz de ponerlos contra las cuerdas en casa y luego en Sevilla no pudieron aprovechar la superioridad numérica ante los nervionenses.
Con saldo de tres victorias, par de empates y una derrota cerró el año para el Barça y su nuevo técnico. Siete puntos dejados en el camino que se traducen en 18 de diferencia con el líder y gran rival, el Real Madrid, cuentan como saldo del paso inestable.
El séptimo lugar ocupado en la competición doméstica se antoja impropia para un club de tal pedigrí. Si bien la distancia con el líder hace pensar que la La Liga está fuera del alcance, la meta de clasificar directo a la Champions luce más accesible.
No obstante, los dos puntos que le separan de la cuarta plaza pudieran ser una cercanía engañosa teniendo en cuenta que por delante pelean Atlético de Madrid y Real Sociedad, y más aun entendiendo que Valencia acumula igual puntaje.
Ello indica que no pueden permitirse el lujo de dejar puntos en el camino porque en lugar de avanzar pudieran perder puestos preciosos en la clasificación.
Sin embargo, no todo es negativo en el Can Barça. Si todas las crisis generan desarrollo, esta no está siendo la excepción.
A pesar de que por un lado las lesiones han agravado la situación ya precaria de la plantilla, el técnico culé ha probado a jóvenes promesas y algunas sacan buena nota.
Nombres como los de Gabi, Nico, Jutglá y Abde, así como se antoja osado encontrarlos en las alineaciones, también resultan ensayos de lo que pudiera ser el futuro del club sumando a la figura de Pedri, quien ya no deja lugar a dudas sobre su calidad.
La recuperación de jugadores importantes como Dembelé y Araujo también parece una buena noticia. Sin embargo, la inestabilidad de otros como Ters Stegen o de Jong, que no termina por convencer al técnico, preocupa de cara a la recuperación definitiva.
La incorporación de una joven perla del fútbol como Ferrán Torres trae esperanza a un club en horas bajas. No obstante, la ardua tarea no parece menos compleja.
Siendo objetivos todavía no surgen indicios concretos de una recuperación absoluta. Tampoco parece que Xavi tenga bajo control la nave blanquiazul y mientras navega en aguas enfurecidas parece que el efecto añorado se diluye bajo el chaparrón de vicisitudes.
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