La Habana.- LA MEDALLA de plata de Idalys Ortiz en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 exige destacar el valor que representa para ella, por su maestría y esfuerzo, y para sus entrenadores por la estrategia desarrollada.
Durante el Campeonato Mundial de Judo de Río de Janeiro 2013, donde Ortiz ganó su primera medalla de oro a ese nivel, al igual que Asley González, destaqué el valor de unas preseas que colocaron a la Isla por encima de los anfitriones.
Esa vez la Confederación Brasileña de Judo (CBJ) anunció millonarias cifras aportadas por patrocinadores y su comité olímpico para afrontar la gran preparación de sus atletas, quienes finalizaron por detrás de Cuba en el medallero general.
La CBJ, como sus homólogas de Japón, Francia y Georgia, por citar a tres de las únicas cuatro que ganaron oro, dispusieron otra vez de cuantiosos recursos y mayor participación en competencias antes de la cita olímpica.
Y otra vez Cuba (0-1-1), con solo seis atletas, volvió a ubicarse por encima de los sudamericanos con un noveno puesto.
Los verdeamarillos bajaron al escaño 16 gracias a dos metales bronceados, pese a clasificar a 13 competidores y solo carecer de los servicios de la 57 kg.
Pero más allá del tema económico, aunque sea recurrente, hago un aparte en el valor de lo hecho por Idalys…
Primero: este 30 de julio, al llegar a la final de +78 kg, se convirtió en la cuarta atleta entre los dos sexos en participar en tres o más finales en la historia de este arte marcial bajo los cinco aros. La japonesa Ryoko Tamura-Tani (2-2-1) estuvo en cuatro y figura con la mayor cantidad de metales.
El igualmente nipón Tadahiro Nomura (3-0-0) es el máximo ganador de títulos, pero Idalys (1-2-1) igualó al francés-británico Angelo Parisi en la calidad de los premios conseguidos en finales y en total de medallas.
Es decir, la artemiseña entra en ese selecto club y aventaja en calidad a su coterránea Driulis González (1-1-2), quien se mantiene junto a Tamura-Tani como las únicas en participar en cinco ediciones.
Sin embargo, llegar hasta ahí le costó mucho esta vez. No por sus casi 32 años de edad, sino por las dificultades para entrenarse y competir en medio de la covid-19.
Ella ha reconocido que se entrenó bien por dos meses y medio antes de lidiar en el Nippon Budokan. Eso es bastante poco para un deporte de combate tan exigente, cuya evolución ha llevado a extender los pleitos y las mejores figuras se mueven por un gran tour mundial.
El fallecimiento de su padre a finales de 2020, aislamientos por protocolos sanitarios y resultados positivos a la covid-19 le impidieron presentaciones en Georgia, Turquía y México.
Dos derrotas este año pusieron en duda a algunos. Primero sucedió en el inicio del máster de Doha ante la joven francesa Romane Dicko, y luego en el certamen mundial de Budapest frente a la brasileña Maria Suelen Altheman, su víctima en 17 combates anteriores.
Pero esta fornida morena cubana supo afrontar ese cúmulo de obstáculo y otros, con una sonrisa en el rostro siempre. Por ello, tras consumarse la plata, envió un mensaje a quienes dudaron.
El valor de la medalla de Idalys no tiene que ver solo con la historia. Tiene mucho de voluntad, calidad, esfuerzo y mente ganadora.
A JIT le había advertido que iba a buscar su premio y lo hizo.
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