SU ESTATURA y complexión física impresionan. También la belleza e inteligencia de una cubana cercana ya a la media centuria de vida.
Hija de una de las grandes divas de la música cubana, la otrora cantante Moraima Secada, Nilde Molina optó por el deporte y no se arrepiente. En busca de su testimonio anduvo JIT recientemente…
¿Por qué eligió este deporte?
Estudiaba la Licenciatura en Alimentos en la Universidad de La Habana (UH) y como parte del programa curricular debía practicar un deporte. Como nadaba bien, era alta y delgada me captaron para el polo acuático. En 1984 comencé con el profesor Camilo Muñiz, quien dirigía esa disciplina allí.
¿Por qué no se inclinó hacia el baile o el canto?
Realmente nunca me sentí con aptitudes para el arte y mis padres, que sí pertenecían a ese mundo, respetaban mucho sus profesiones y sabían que no tenía para ello. Con una diva en casa había suficiente. Agradezco que me entendieran y apoyaran.
Los años 70 del pasado siglo marcaron el inicio de la práctica del polo acuático entre mujeres en Cuba. A finales de los 80 su práctica había crecido considerablemente. ¿Cómo vivió eso?
Las chicas codiciaban ir a la piscina y practicar en cada espacio de tiempo entre clases. Las que pertenecíamos al equipo también vivíamos ese ambiente, pero desde la perspectiva de una atleta.
Competíamos en las noches entre facultades y nos preparábamos para enfrentar especialmente al equipo de la hoy Universidad de Ciencias de la Cultura Física y el Deporte Manuel Fajardo.
Participábamos en torneos triangulares contra los equipos del Fajardo y otras universidades. Jugábamos en las piscinas del Centro Deportivo Camilo Cienfuegos, de la UH o del Fajardo.
¿Cuándo asumió con responsabilidad la vida de atleta?
En el año 1987 fui seleccionada para el equipo de La Habana. Nos concentraron en la Escuela Nacional de Natación Marcelo Salado. En calidad de invitadas comenzamos a hacer vida deportiva. Integrábamos aquel grupo polistas universitarias y nadadoras que habían causado baja del centro, fundamentalmente.
¿Quién las formó?
Les debemos a muchos, pero junto al profesor Camilo Muñiz tuvieron una gran incidencia David Rodríguez y Víctor Masó. Varias personas impulsaron la enseñanza de este deporte a las mujeres, lo cual resultaba muy difícil por lo novedoso.
¿Qué viene a su memoria cuando se habla del primer campeonato nacional femenino celebrado en Camagüey en 1984?
Llegamos como favoritas y nos jugaron muy fuerte. Las camagüeyanas se crecieron en su tierra. Competimos con mucha presión debido al público en contra y un arbitraje muy riguroso. La verdad es que no contábamos todavía con jueces nacionales de gran experiencia.
Recuerdo de aquellos días a los inolvidables Julián del Campo y Eugenio Martínez, quien fue presidente de nuestra federación y miembro del comité ejecutivo de la internacional.
Ganamos la justa y salimos corriendo de la premiación hacia el ómnibus. El público estaba molesto porque no ganó su equipo. No obstante, organizaron tremendo campeonato. Se vivió una gran rivalidad entre las mejores provincias de la época: Matanzas, Villa Clara, Camagüey, Santiago de Cuba y La Habana.
¿Volvió a una lid como aquella?
A la segunda que también fue organizada en Camagüey. Esa vez competimos en una piscina del barrio La Previsora. Fue mucho más reñido, pero volvimos a ganar. Después equipos como el de Villa Clara aumentaron su nivel para bien del deporte.
¿Por qué no integró el equipo nacional?
Por varias razones… La principal fue mi hija. Estaba por nacer cuando se organizó el primer equipo Cuba.
¿Podría nombrar a las más sobresalientes jugadoras de su época?
Hay muchas y se me puede escapar alguna. Espero me disculpe. Me acuerdo de Yamira Arzola, Celia Sánchez, Yanín Acosta, Lisuet Hidalgo, Iria Juantorena, Danay Palau y Yuset Dirichiti, todas de La Habana. También de las villaclareñas Yanet Moré, Sheila Gómez, Odalis Serguera y Anaelda Borges; y de las camagüeyanas Yudith Áreas, Yanet Cok, Oilín Arias y Mirlenys Luis.
¿Qué ha hecho tras concluir su vida como atleta?
Nunca me separé del polo y creo que no lo haré mientras viva. Llevo más de 30 años vinculada a ese deporte de una forma u otra. He ayudado a formar nuevas generaciones de atletas y entrenadores y vivo sus experiencias como si fueran mías.
Con ellos gano medallas y prestigio. Siento y sufro cuanto ocurre en el polo, especialmente en el sector femenino. Sus derrotas son mis derrotas, sus alegrías son mis alegrías, su gloria es mi gloria.
Como a todas me hubiera gustado representar a Cuba, pero eran otros tiempos… El también llamado waterpolo estaba naciendo para las mujeres acá, por eso al estar entre las pioneras me considero una gloria del deporte, aunque no tenga ese título. Igual pienso que lo disfrutado y hecho no fue en vano. Ahora contamos con un equipo femenino mundialista.
En este momento me dedico al trabajo metodológico en la Esfaar Giraldo Córdova Cardín y a apoyar a la comisión nacional en lo que necesite. Es muy lindo pertenecer a esta familia del polo acuático en que somos un gran equipo.
¿Qué necesita el polo para ascender a la élite mundial?
Jugar, especialmente frente a equipos foráneos. Y a lo interno hay que masificarlo y desarrollar la nueva modalidad de playa. También contar con un sistema competitivo que posibilite más partidos, solo así puede crecerse en los deportes con pelota.
Tenemos potencial para volver al nivel de la década de 1980, en que nuestros polistas se codearon con los mejores del planeta. Las chicas también pueden lograrlo. Estuvieron a las puertas del certamen mundial de Budapest que será entre junio y julio de este 2022, pero antes habían asistido a varios certámenes de ese nivel.
No vamos a rendirnos. Luchar es nuestra divisa para hacer que el polo acuático crezca. Esa ha de ser nuestra máxima.
|