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Publicación del Instituto Nacional de
Deportes, Educación Física
y Recreación INDER
SÁBADO 4
MAYO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Nely Ochoa Borras
Siempre en deuda con la gimnasia rítmica

Integrante del conjunto campeón panamericano en La Habana 1991 y actual entrenadora, no concibe sus días alejada del deporte.


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
domingo, 25 de febrero de 2024

Trayectoria...

Durante más de 10 años integrante del equipo nacional de gimnasia rítmica. Medallista de oro en el conjunto de los Juegos Panamericanos de La Habana 1991.

En la actualidad...

Entrenadora principal del equipo nacional.


A NELY Ochoa Borras nunca le habían hablado de la gimnasia rítmica  hasta aquel día –un sábado– en que de la mano de una vecina traspasó el umbral del área deportiva situada en la escuela Mariana Grajales, en el municipio capitalino de Diez de Octubre.

Bastó una mirada experta para detectar la flexibildiad inusual en aquella “chinita” que de manera natural era capaz de realizar un split o un puente, como si para ello no fuese necesario esfuerzo alguno.

Apenas dos días después recibió su primera clase de una de las figuras icónicas de ese deporte en Cuba. Sonia Pedroso se convirtió en su primera entrenadora y también en su guía durante más de una década en el equipo nacional.

Aquel recuerdo de la primera vez sobre un tapiz no ha dejado de estar presente en cada uno de sus pasos. Deportista de alto rendimiento, miembro del conjunto campeón de los XI Juegos Panamericanos de La Habana 1991 y luego entrenadora de éxito, solo encuentra una frase para describir su pasión: «la gimnasia es mi vida».

No todo ha sido alegría en su carrera. Los momentos difíciles aún traen lágrimas a sus ojos, como los seis meses alejada de la selección nacional por una sanción, o cuando injustas calificaciones dejaron en más de una ocasión a sus pupilas sin medallas en citas multideportivas continentales.

Nely pone su corazón en todo lo que hace. No concibe enfrentar una tarea solo por cumplir. Transmitir sus conocimientos le hace feliz, incluso cuando se descubre acudiendo a modelos pedagógicos que en su vida deportiva consideró demasiado exigentes.

Conversar con ella permite recorrer buena parte de la historia de la gimnasia rítmica en la Isla, saber un poco más de aquella época en que compartió con Lourdes Medina y Thalía Fung. También descubrir detalles de las actuaciones de Yordania Corrales y de las diferencias entre una entrenadora de individuales y de conjuntos.

¿Imaginó alguna vez que sería gimnasta?

No sabía ni que existía. Nunca había escuchado hablar de ese deporte. Estoy segura de que resultó clave en mi vida que la profesora que trabajaba en la escuela Mariana Grajales fuese Sonia. Creo que solo alguien como ella podía darme lo que necesitaba para convertirme en gimnasta.

Tuve dos grandes maestras. Ante Sonia me quito el sombrero, como se dice, por la técnica que me enseñó, la habilidad con los instrumentos, la creatividad... Y ante Siomara Ameiller porque me “organizó”, me enseñó a controlarme, a convertirme en una entrenadora.

¿Qué virtudes le vieron para dedicarse a este deporte?

Tenía mucha flexibilidad, mucha expresión y saltaba muy bien. Más que todo era hábil, podía manejar bien los instrumentos, era muy coordinada. Los pies eran mi punto débil, tenía muy feos los empeines.

Y con los instrumentos. ¿Con cuál pasaba más trabajo?

Sin duda con la cinta, el último instrumento que se enseña y para mí el más difícil. Sin embargo, era mala con la pelota, los rodamientos me costaban trabajo, quizás porque tengo los brazos muy largos.

¿Tuvo claro siempre que se dedicaría al deporte?

Nunca lo vi como algo para dedicarle toda la vida. Fluyó. En realidad, durante aquellos tiempos nunca me detuve a pensar en otra profesión. Soy parte de una generación que veía como lo más lógico seguir el vínculo con el alto rendimiento. Asumíamos que el deporte sería para siempre.

¿Cuál considera su primer recuerdo grato?

La copa intervisión de 1985, en que participaban los campeones nacionales juveniles y de mayores de los países socialistas de aquella época. Se hizo en la Ciudad Deportiva de La Habana. Nunca he visto ese coliseo tan lindo como en aquella ocasión. Tengo guardadas las fotos. Se repletó de público y haber estado ahí no lo olvidaré nunca.

Momentos difíciles…

Tendría que mencionar varios. Previo a los Juegos Panamericanos de Indianápolis 1987 hicimos una gira extensa con Lourdes Medina y Thalía Fung. Competimos mucho y estaba en muy buena forma, pero me lesioné. Una fisura en la tibia. Luego de eso todo cambió para mí en el deporte.

Comencé a engordar, vinieron más lesiones,  una tras otra, y no me recuperaba del todo. Incluso terminé en un salón de operaciones debido a una rodilla.

¿Y la sanción?

La recuerdo como un golpe tremendo. Estaba pasada de peso y Sonia me dijo que no podía seguir. No sabía hacer otra cosa, incluso hasta me daba pena ir a la universidad y socializar con mis compañeros. Comencé a faltar a las clases y por poco pierdo el año. Por suerte mucha gente me ayudó. Tenía un estado de ansiedad tan grande que me dio por comer. Estaba pesando entre cuatro o cinco kilogramos más de lo debido.

Ahí comencé a percibir cuánto me iba a cambiar la vida, que todo sería diferente. Por suerte me mantuve haciendo ejercicios, vinculada a la gimnasia rítmica gracias a Mélix Ilisástigui y Vivian Saavedra, porque era muy mala para las relaciones personales e integrarme en un grupo. Ellas me ayudaron mucho con cosas que tuve que aprender en ese momento.

¿Cómo se da el regreso al equipo?

Cuando se estaba preparando el conjunto para La Habana 1991, Sonia habló con Mélix y Vivian. Les pidió que me prepararan con la posibilidad de que pudiese integrarme al equipo para participar en ese evento. Disfruté mucho esa experiencia, la primera de un conjunto cubano y ganamos el oro.

¿Asumió el paso a entrenadora como lógico?

En el campeonato nacional de 1992 quedé quinta. Ahí ganó por primera vez Yordania Corrales, siendo muy joven. Entendí que había llegado el momento de retirarme. Comencé a tenerle miedo al tapiz, algo que nunca antes me había pasado.

Empecé a trabajar en la escuela Mariana Grajales, el mismo lugar de mis inicios. Fueron muy buenos años, me gustaba mucho enseñar a las niñas. Además, coincidimos muchas de las que fuimos alumnas y entonces estábamos de profesoras. Formamos un colectivo con deseos de aprender a ser entrenadoras.

Pasa a entrenadora del equipo nacional al frente del conjunto. ¿Cuán brusco resultó ese cambio?

Esa decisión marcó mi trayectoria como entrenadora, hasta que en 2021 decidí prepararme para la modalidad de individuales, que posee un código de puntuación diferente. El mayor reto en el conjunto consiste en tener seis, siete u ocho muchachas para trabajar y llevarlas al mismo nivel. Aunque sean solo cinco las que compiten, entrenas a todas. Lo más difícil radica en homogenizar su técnica, porque pasaron por las manos de diferentes profesoras y debes lograr que cumplan tus exigencias.

Entre mis primeras alumnas habían algunas de mis compañeras poco tiempo atrás, las más jóvenes. Además llegaba sin experiencia como entrenadora, era muy diferente a competir. Por suerte, Siomara fue mi todo, mi látigo, mi maestra, me enseñó muchísimo. Puedo asegurar que en esa época, cuando no me salían las cosas, lloraba como si todavía estuviese de gimnasta. Así fui aprendiendo.

¿Qué es más difícil: entrenadora o gimnasta?

Entrenadora, sin duda… Ojalá cuando uno es deportista tuviera la experiencia que te da después ser entrenadora. Cuando todavía estás activa, lo cuestionas todo. Luego te das cuenta de que solo la exigencia te lleva a conseguir los resultados, comienzas a entender para qué sirve repetir hasta el cansancio, perseguir la perfección.

Por ejemplo, uno decía: ¿Para qué hay que correr en la pista? ¿Para qué hacer tantas completas? Solo después entiendes la razón de cada una de esas cosas que antes te disgustaban…

Entonces... ¿Después de la gimnasia rítmica qué...?

Nada. Lo llevo en las venas y no me veo haciendo nada más que esto. Intento siempre devolver todo lo que este deporte me ha dado.

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