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DOMINGO 5
MAYO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Cándido Alberto Maya Camejo
El arte de ganar y sentir en la esgrima

El pinareño reseña su carrera deportiva, encumbrada con una medalla olímpica en Sídney 2000.


Por: JIT Colaborador
viernes, 27 de octubre de 2023

Trayectoria...

Destacó desde muy joven en la esgrima, llegando a convertirse en campeón nacional. Sobresalió también por sus resultados en la arena internacional, entre los que sobresalen el título panamericano de Winnipeg 1999 y su medalla de bronce olímpica en Sídney 2000. 

En la actualidad...

Entrenador de niños en Pinar del Río.


Por Raúl Hernández Lima

EN UNA provincia beisbolera como Pinar del Río, Cándido Alberto Maya Camejo rompió la inercia que llevaba a muchos talentos al diamante y se inclinó por la máscara y el sable.

«Entré a la Eide Ormani Arenado casi por compromiso con mis padres, que querían que estuviera becado en algún deporte. No tenía somatotipo para el beisbol, que era lo más común en aquellos años, y entonces matriculé en la especialidad de esgrima», cuenta para JIT sobre sus inicios.

Con 13 años de edad practicaba la modalidad de sable, en que no demoró en destacar bajo la tutela del entrenador Gilberto Rumayor Blanco.

Su ascenso meteórico le llevó pronto a la Espa Nacional, no sin recibir la necesaria dosis de humildad que hace grandes a los hombre más allá del deporte.

Destacarse con el arma que le vería reinar en campeonatos nacionales a todos los niveles, desde tan joven como en el octavo grado, le ganó un puesto para entrenarse en categorías más avanzadas.

No tardó en sobresalir, incluso con el nuevo reto, por ello mereció un regalo que derivó en la más notable enseñanza que recibió en el deporte.

«Mi entrenador había viajado a Estados Unidos a una competencia con otros alumnos y al regreso me obsequió un sable nuevo, muy bonito, de los que no habían aquí», cuenta.

«Luego de eso me sentí superior y el relajamiento provocó una merma en los entrenamientos y me lo volvió a quitar, creo que por eso mi modestia después en el deporte», narra convencido de que hacen tanta falta los valores al deportista como su calidad técnica.

Un año después de su captación para la escuela nacional participó por primera vez en una competencia internacional, el clasificatorio mundialista para cadetes celebrado en Canadá.

«El torneo clasificaba a los dos primeros y logré ganar la medalla de oro en mi debut. Ese mismo año de 1990 se realizó el certamen mundial de la categoría y allí alcancé la medalla de bronce», rememora.

Su precoz carrera hacía pensar que lograría llegar a sitiales encumbrados en la esgrima internacional. «En mi etapa juvenil participé en dos juegos nacionales y alcancé las medallas de oro; participé en un campeonato panamericano en Venezuela y obtuve el metal de bronce; y en el campeonato centroamericano en Colombia la medalla de plata», enumera.

Así llegó el triunfo que conserva como lo más sagrado en su quehacer con las armas... «El mejor recuerdo que guardo es de cuando gané la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999. Imagínese, eran mi primera participación a ese nivel y ni siquiera era la primera figura de Cuba. Ganar fue tan inesperado como disfrutado», argumenta.

Sin embargo, tal aseveración constituye una contradicción para quien atesora en sus vitrinas una medalla olímpica, el sueño de cualquier atleta.

«Ciertamente fue muy emocionante, pero yo no era figura fundamental en aquel equipo, sobre todo porque era en otra modalidad, la espada», reconoce con humildad.

«Eso sí, no hay nada que se compare con ese momento en unos juegos olímpicos, además comenzaba una nueva tecnología en la esgrima y las sensaciones fueron intensas», expresa.

No compitió en una sola cita bajo los cinco aros, pues regresó en Atenas 2004, de lo cual preserva la satisfacción por alcanzar la élite mundial. «Ver y compartir con tantas grandes figuras de Cuba y el mundo, a los cuales admiras por sus resultados, es algo inolvidable», describe.

«Me siento muy orgulloso de haber podido asistir a dos juegos olímpicos, clasificarme en mi modalidad y por méritos propios fue increíble. Quizá resulta más difícil avanzar porque casi sin puntos en el ranking tocaba enfrentar pronto a los mejores, pero el simple hecho de clasificarse es gratificante», reflexiona.

A Sídney 2000 llegó como campeón del torneo preolímpico, con lo cual alcanzó el boleto a la cita.

Tantas buenas memorias almacena de los juegos olímpicos, que a pesar del cariño especial por el título de Winnipeg 1999 sabe que aquella medalla encierra el reconocimiento para toda la vida.

«Ello brinda la satisfacción de cumplir un sueño que no todos pueden lograr. Significa un mérito enorme y el premio al sacrificio de tantos años», sentencia.

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