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Publicación del Instituto Nacional de
Deportes, Educación Física
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DOMINGO 5
MAYO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Rodney Pérez García
Obsesión y ambición en un enamorado del ajedrez

Consiguió el cetro nacional en todas las categorías y disfruta al máximo su actual función de entrenador. 


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
viernes, 20 de octubre de 2023

Trayectoria...

Maestro Internacional de Ajedrez, campeón nacional en todas las categorías.

En la actualidad...

Entrenador de los equipos masculinos olímpicos.


RODNEY Pérez García pertenece a una generación de villaclareños temida en cualquier certamen nacional de ajedrez. Para entonces no necesitaba salir de su provincia para encontrar oponentes de fuerza, posibilidad a la que unió un casi obsesivo estudio como el método para mejorar los resultados.

Campeón de la Isla en todas las categorías, le quedó la deuda del título de gran maestro. Sin embargo, la vida le premió unas veces sentado frente al tablero y otras desde su función de entrenador.

Su conversación es tranquila, tal vez con algo de timidez cuando sucede fuera del entorno ajedrecístico, en el cual la mirada le brilla y no puede evitar la pasión.

Hijo y padre dedicado a tiempo completo, no recuerda exactamente por qué comenzó a jugar al ajedrez. Soñaba con ser ingeniero naval o quizá matemático. Sin embargo, se quedó en el mundo mágico de las batallas sobre el tablero y no se arrepiente.

Disfruta la soledad de su casa, escuchar música y ver a otros bailar, porque confiesa que no se le da nada bien. El ucraniano Vasily Ivanchuk fue su ídolo y tuvo el honor de derrotarlo una vez. Prefiere la Apertura Española y la Defensa Petrov cuando juega, pero confiesa que ya no cuenta con la energía necesaria para pasar muchas horas en una partida.

Sigue todos los deportes como espectador, aunque sabe que no sería bueno en ninguno. Ha echado raíces en la capital, pero siempre vuelve a su natal Santa Clara para “recargar pilas" y no perder el contacto con sus orígenes. Sobre ese y otros detalles de su vida accedió a compartir con JIT.

¿Cuándo decide tomar el camino del ajedrez?

Practiqué de manera efímera la gimnasia; la esgrima un poco más de tiempo; y la natación de una manera más seria. Incluso simultaneé el ajedrez con la natación en los primeros momentos.

Los años fueron pasando e iba consiguiendo buenos resultados a nivel pioneril. Ser campeón nacional debe haber impulsado la continuidad. Recuerdo que de niño quería ser ingeniero naval y no tengo idea de por qué. El punto es que tomé la decisión, creo que en la secundaria básica, cuando debía pasar al preuniversitario, de irme a la Espa provincial y no hacia las matemáticas, por la que también tenía cierta inclinación.

¿Qué recuerdos guarda de los títulos nacionales en las distintas categorías?

No recuerdo mucho de las competencias escolares. Del juvenil sí, me marcó la disciplina con que nos llevaban en el equipo y la convivencia en los albergues. Yo no era favorito para ganar ese año (1991), pero lo hice para sorpresa de muchos. En ese momento todos creían que el triunfador sería el habanero Julio Becerra, incluso perdí con él en el torneo. Ese resultado me llevó directo al campeonato nacional de mayores, a jugar por primera vez el Capablanca del año 1992.

Mi triunfo en el campeonato de mayores fue otra historia. Ya estaba dedicado al "101 por ciento" al ajedrez. Creo que lo logré gracias al trabajo. Disfrutaba mucho estudiar, lo hacía sin que fuera un sacrificio.

Era una época de libros, no existían las computadoras y el estudio requería de mucho más tiempo…

Me levantaba a las cinco de la mañana para estudiar y luego de la escuela, en la tarde, lo volvía a hacer. En su momento estudié muchos libros. Recuerdo que para el torneo nacional de mayores tampoco era favorito. Estaba Becerra, Leinier Domínguez y Lázaro Bruzón tenían cierto nivel y empezaban a sonar en el contexto del ajedrez. También contaban los grandes maestros ya asentados, pero busqué un resultado y salió. Gané cinco partidas e hice tablas en las demás, no perdí.

La primera olimpiada la vivió como jugador. Luego vinieron otras en rol de entrenador. ¿Cómo aconteció aquella experiencia inicial?

Las sensaciones gratas empezaron desde antes. Era el campeón nacional, pero por cosas que pasan no hice el equipo directo. Tuve que jugar un torneo eliminatorio contra tres jugadores. Si soy sincero, tenía méritos para no tener que hacerlo. Pero bueno, jugué el torneo y lo gané. Han pasado más de 20 años y la imagen me resulta muy nítida. En ese momento fui el hombre más feliz del mundo. No sé, era un sueño asistir a un evento con más de 100 grandes maestros y formar parte del equipo cubano. 

Luego, como capitán-entrenador de la selección masculina, he disfrutado varias tope a tope. Se trata de una oportunidad muy bonita para ver a conocidos y compartir espacio con figuras del mundo. En fin, ese tipo de cosas se viven al máximo.

¿Cuándo decidió que era el momento de cambiar de jugador a entrenador?

No pienso que la edad me pasara factura, pero la energía no era la misma. Realmente me cuesta trabajo sentarme a estudiar muchas horas. Estudio, reviso y veo ajedrez, pero desde otra óptica. Vivo solo con mi madre ahora, pero en algún momento lo hice con la familia, mi esposa y el niño. Son cosas que roban tiempo. También influyó que la motivación no era la misma. No me propuse bajar la intensidad de juego, pero sucedió y lo fui aceptando.

¿Por qué no llegó el título de gran maestro?

En un momento determinado se me dieron varios éxitos seguidos, sobre todo después de ser campeón nacional. Comencé a vivenciar otros ambientes, a jugar torneos fuera de Cuba, y me acomodé a un nivel, a acusar una falta de ambición para conseguir esa categoría.

Claro, eso lo analizo ahora, con el paso del tiempo. Tengo dos normas completadas que no se pierden. Sobrepasé los 2 mil 500 puntos Elo. En realidad, esa meta nunca me quitó el sueño, a diferencia de jugar una olimpiada.

Pensando en ese detalle... ¿Qué sería lo mejor y lo peor de su personalidad?

Tengo mucha voluntad, constancia, me sacrifico cuando quiero algo y por eso logré los resultados, pero también, por momentos, me faltó ambición y eso perjudica. Si no ambicionas, no puedes lograr cosas nuevas.

¿Qué le dejó el ajedrez?

Además de mucho, mucho trabajo (risas), una gran satisfacción. En plan broma siempre digo que a mí solo se me da bien el ajedrez y fregar platos. A eso, básicamente, he dedicado mi vida. No tengo habilidades en otras cosas en que tradicionalmente se encasillan a los hombres. Yo, jugar ajedrez y poco más. Este deporte me ha dejado todo lo que soy. No creo que vaya a  desligarme de este apasionante juego.

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