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Publicación del Instituto Nacional de
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y Recreación INDER
SÁBADO 20
ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Luis Giraldo Casanova
«A veces los jonrones sí se buscan»

El otrora estelar pelotero revive la polémica jugada en el certamen mundial de Parma 1980, selecciona su equipo ideal de todos los tiempos y valora a Omar Linares.


Por: JIT Colaborador
domingo, 28 de mayo de 2023

Trayectoria...

Multicampeón de copas del mundo, panamericano y copas intercontinentales, varias veces titular en series nacionales de beisbol. Posee múltiples lideratos ofensivos en ndistintas series nacionales. 

En la actualidad...

Retirado. Colabora con las preselecciones de beisbol de Pinar del Río en el área de bateo.


Por Raúl Hernández Lima

LEVANTÉ la cabeza y en lo más alto de la empinada escalera que conduce de la acera al portal de su casa apareció imponente, magnánimo... 

La silueta de Luis Giraldo Casanova semeja un titán cuidando al mundo justo frente al portón que guarda su casa. Me pregunto si a la dimensión de este Señor Pelotero le hacía falta semejante presencia física... Concluyo que no, otros grandes no la tuvieron, pero en él resulta complementaria.

Lo ves y entiendes por qué más de uno tembló en la lomita cuando le enfrentaba. Subo a su encuentro y me saluda con amabilidad, envuelve mi mano en la suya con calidez de amigo y me invita a sentarme en el recibidor, justo frente a un largo pasillo.

Sin preámbulos está hablando de aquellos primeros pasos en el deporte. Recuerda que practicaba baloncesto porque era de noche y podía asistir después de la escuela; y cómo Pablo Miguel "Pascualito" Abreu, quien luego sería uno de los mejores coach de tercera base de los Vegueros, lo llevó al beisbol.

Sin embargo, esas historias -que cuenta como debió narrar Homero las epopeyas atenienses- no me llevaron allí. A fin de cuentas se han narrado muchas veces.

De este hombre enorme, como su fama, me interesan las vivencias más íntimas y no la decepción que le llevó al retiro anticipado o los desencuentros con el director del equipo Cuba, Serbio Borges. De eso se han encargado otros.

Insisto en esa época en que jugaba entre jóvenes sin otra distinción que los enormes batazos, sin un apellido ilustre o temido... Encuentro a un joven recluta del servicio militar divirtiéndose un montón en el equipo del Ejército Occidental, escapando así de más de una guardia.

Si hurgas en esa historia encuentras un profeta en tierra lejana, porque brilló fuera de casa, fue aplaudido en Marianao mientras jugaba lides provinciales en La Habana, mucho antes de investirse con el mítico 14 de los Vegueros y descoser pelotas en el Estadio Capitán San Luis de Pinar del Río, bajo el mantra de «se va, se va, se va...».

Así llegó aquel espigado receptor al equipo Cuba juvenil, sin pasar de ocho turnos al bate en su debut en series nacionales en aquel equipo de Francisco Martínez de Osaba.

«A mí nadie me conocía, Pineda me trae para Pinar del Río por recomendación del narrador deportivo Rubén Rodríguez, quien me había visto jugar en La Habana», rememora.

«Entonces llego aquí y Pineda me pone de cuarto bate desde el primer día», relata mientras aflora esa ingenuidad que debió llevar en su primer turno al bate, ese que ni siquiera recuerda. El olvido, sin entenderlo él, resulta un alarde de nervios de acero. ¿Cómo no recordar el pánico de los iniciados en esos 20 pasos entre el círculo de espera y el home plate?

Ahora narra con risas cómo le aconsejaban al mánager habanero que no hiciera eso, que lo echaría a perder, y la respuesta salomónica de Pineda era que si servía se vería y si no lo botaba del equipo. 

Y comienza una metamorfosis del receptor al jardinero derecho. La mascota de Juan Castro le empujó a la esquina más difícil para un pelotero.

«A mí me soltaron para el rigth field porque para allí mandan al más malo del equipo o al último que llega. Sin embargo, es la posición más difícil de los jardines», afirma. 

El oficio como receptor complementó la inigualable potencia de su brazo con la puntería necesaria para enfriar corredores en las almohadillas. Cuenta que pasó por todas las posiciones a la defensa en los clásicos cubanos: «excepto lanzar, hice de todo».

Sin embargo, en el cajón de bateo alcanzó la dimensión de gigante. Allí se tornó inmortal sin otro secreto que el talento y una mentalidad fuerte como sus musculosos brazos, sin otra sicología que la concentración: «me imaginaba un cuadrado en la zona de strike y me planteba el reto de no fallar la bola que lo atravezara», sostiene.

Esa misma sicología le aseguró a Loudes Gurriel un hombre en circulación antes del mítico jonrón para empatar a Estados Unidos en la final del Campeonato Mundial de Beisbol de Parma 1980, en Italia. 

«Yo le decía a Gourriel, que en el tope le había dado jonrón en el Latinoamericano a Jim Abbott, y en aquel juego había recibido dos bases por bolas, que no quería tirarle», narra. 

«Él te tiene miedo, tú tienes que decidir porque no te va a poner en circulación si yo me embaso», dice con la misma emoción de hace más de 40 años.

Con el ánimo de sacar alguna reacción visceral de un hombre tan seguro, le pregunto... ¿Pero fuiste out en primera base aunque cantaran quieto?

«Eso solo lo sabemos Tino Martínez y yo», me devuelve raudo antes de enseñar el mentón en desafiante pose y entre risas. ¿Y él que dice? Riposto... «Protesta porque le doy en la mano durante la carrera, pero ciertamente no se ve y la acción que aprecia el árbitro es que me va a tocar y ya yo había pasado», cuenta. 

«Si fui out nadie lo vio porque ni en la cámara lenta se puede apreciar con claridad», relata y la viveza de sus ojos emula la importancia del evento. Esa vena hinchada en el cuello le delata, su respiración sofocada como si hubiera escapado otra vez del inicialista estadounidense confirma la importancia de esa carrera. Sin eso, de poco serviría el jonrón que vino después y quizá Cuba no hubiera ganado aquel certamen mundial.

Empero, el momento de mayor goce resultó la triple corona de bateo alcanzada en la V Copa Intercontinental de Beisbol de Edmonton 1981, aunque Cuba no pudo ganar el evento.

Reconoce en Pineda a un espejo, en él se miró para dirigir a Pinar del Río en la 44 Serie Nacional de Beisbol, aquella en que a pesar del liderato en ganados y perdidos perdió en semifinales ante La Habana, finalmente el campeón. Fue destituido al siguiente año.

«Ese cuarto lugar en mi debut no convenció a la dirección del beisbol en Pinar del Río y no seguí al frente del equipo», explica con una naturalidad pasmosa y no puede encontrarse el menor resquicio de rencor.

Tanto aprendió de Pineda que va por ahí llamando "niño" a todos. Y afirma que participó en el epíteto de ese otro gigante llamado Omar Linares.

No siente recelos el "Capitán", apodo que heredó de su papá, ante las comparaciones con Omar: «empezando porque no hay qué comparar, él bateó más que yo, fue mejor que yo», sentencia.

Sin embargo, a pesar de coincidir durante un tiempo sus carreras cursaron en épocas distintas, matizo casi condescendiente... «En las que coincidimos fue mejor que yo, bateó más, eso no tiene discusión», impone. Aún así resulta complejo comparar épocas, a mí no me gusta, insisto.

«Sí, es cierto, pero la dimensión de Omar Linares no la alcanza ningún otro en ninguna época. Las comparaciones con él son estériles, ningún otro pelotero hizo ni hace las cosas que "El Niño"», valora.

Algunos ponderan a otros que jugaron o juegan en Grandes Ligas, vuelvo a la carga con ánimo de sacarle un análisis sensato, más allá del cariño que le profesa a su protegido, compañero de habitación y amigo.

«Habría que ver lo que hubiera hecho Linares allí. Cómo no fue, no puede especularse ni darse por sentado que no tenía nivel. Si esos que están hoy son buenos, Linares hubiera sido mejor», asegura.

«Solo digo algo, ninguno de esos que están ahora hubiera jugado la tercera base del Cuba en época de Linares, ninguno», retoma la defensa. 

«De la misma forma te digo que si "Cheíto", por cuestiones ajenas al beisbol, no se hubiera ausentado del Cuba, "El Niño" habría sido torpedero y no antesalista. Ninguna de las terceras bases que vinieron después fue mejor que Linares», concluye.

Aprovecha para desmentir los mitos sobre "hazañas" en escenarios de dudosa disciplina, aunque confiesa, casi como falta al pacto de silencio entre los bateadores, que «a veces los jonrones sí se buscan».

Él mismo buscó y encontró una pelota, y la mandó a volar lejos aquella noche en que estaba indispuesto. Previa petición de un compañero de equipo, apareció en la banca para que Pineda le enviara al ruedo sustituyendo a Lázaro Cabrera, uno de los mejores bateadores pinareños.

Hay quien sostiene el mito de que algún elixir lo indispuso, pero él asegura que fue una inoportuna comida y en eso quizá ni Tino Martínez comparte el secreto.

Habla sin parar del beisbol y considera que la Liga Élite del Beisbol Cubano es una necesidad por la concentración de calidad, pero solo si coexiste con la serie nacional de 90 juegos: «hay que jugar al beisbol para mejorar». 

Termina con un ejercicio de alto riesgo, se atreve a confeccionar un equipo de todos los tiempos en que Juan Castro le recibe al zurdo Tati Valdés y al diestro Braudilio Vinent. El cuadro está defendido por Antonio Muñoz en primera, Alfonso Urquiola en segunda, Germán Mesa en el campo corto y un híbrido de Pedro José Rodríguez y Omar Linares en tercera. Víctor Mesa, Lourdes Gourriel y Wilfredo Sánchez patrullan los jardines y Orestes Kindelán es el designado.

Su excelsa bondad, la misma con que saluda a quienes lo miran asombrados o dudosos en la calle, le lleva a excluirse. Entonces me atrevo a preguntar: ¿Y usted?

«¿Yo? Yo soy el director», dice sonriente como quien saca una bola nueva por sobre los 400 del jardín central, algo que hizo muchas veces.

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