Asunción.- VER A Anisleivis Bereau dando indicaciones desde su equina en cualquiera de los partidos de tenis de mesa con participación de cubanos fue todo un espectáculo durante el torneo de ese deporte en los II Juegos Panamericanos Junior.
Solo con sus “caras” se pudiera escribir una historia, incluso sus gestos de contención para no invadir el espacio de juego movida por las tensiones y la emoción.
La cienfueguera fungió como entrenadora del equipo del equipo masculino en la justa multideportiva continental, y es uno de los tantos ejemplos de aquellos que ahora asumen ese rol años después de brillar en las selecciones cubanas.
«Una tarea difícil, mucho más difícil», dice y sonríe, más que todo porque solo en momentos como estos se comprende cuánto sufrieron quienes la guiaron durante más de una década en la élite de este deporte en la Isla.
«Uno exige para buscar un resultado y te desespera saber que pueden hacerlo y las cosas no les está saliendo. Ahí es cuando me entran deseos de ir a la mesa…», confiesa esta mujer que guarda entre sus más gratos recuerdos la medalla de bronce ganada en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007 en la justa por equipos.
Apenas dos años después de aquel resultado decidió poner fin a su carrera y dedicarse totalmente a los entrenamientos. No es esta su primera experiencia como preparadora en juegos multideportivos, pero de seguro sumará esta cita a esos momentos que le han marcado.
Aquí dirigió a Andy Maqueira y Alejandro Martínez, una dupla que avanzó hasta los cuartos de final de la lid para equipos, dejando una muy buena imagen entre quienes apreciaron su nivel de juego en el gimnasio de tenis de mesa de la Secretaría Nacional de Deporte.
«Son muchachos con mucho talento, igual que varios de los que están en Cuba. Tenemos razones para pensar en un buen futuro con ellos, aunque es cierto que le falta jugar más con el “mundo” para ganar experiencia, pero lo fundamental ya lo tienen», asegura con criterios suficientes para demostrarlo.
Anisleivis siempre tuvo un carácter fuerte. Incluso, en su época en activo, llegaba a parecer una entrenadora, y le distinguía la seriedad con la que asumía cada jornada de preparación o competencia.
Sin embargo, reconoce que ahora tiene que tener también la capacidad de distinguir los momentos en que necesita “bajarle la parada” a sus alumnos, de «relajarse un poquito con ellos, reírse y dejarlos escuchar la música que les gusta».
Eso forma parte de su cotidianidad, de sus retos para acompañar de la mejor forma el desarrollo de estos adolescentes que aún no llegan a los 15 años. Muchos sueñan con ser como ella, y se despiden de este torneo con la sensación de que cuentan con el mejor ejemplo para lograrlo.
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