Tegucigalpa.- LA SELECCIÓN de fútbol de Cuba cayó tres goles por uno frente a Honduras en su debut en el Torneo Eliminatorio a la Copa Mundial de la Fifa de Estados Unidos, México y Canadá 2026.
No pudo ante un gran rival en su cancha. Nadie puede estar conforme con el resultado cuando es adverso, pero la conformidad no reposa en los números sino en el esfuerzo.
No faltó el carácter, o pregúntele a Luis Palma que llegó con reflectores de los grandes escenarios del fútbol en la vieja Europa y se encontró a Orlando Calvo, sombra y perro de presas respirándole en la nuca y haciéndole la noche más larga de lo que pensó.
Ahí se erigió un muro llamado Yunior Yuri Pérez, protegiendo la zaga con maestría y autoridad.
Y corrió la vergüenza de Carlos Vázquez licuada en lágrimas de dolor y compromiso cuando el tobillo torcido le impidió continuar en la cancha.
Y la frescura de ese trío de imberbes que salieron a tocar la pelota con desparpajo y recomponer la media rota. Sí, Dairon Reyes, Romario Torres y Rey Ángel enseñaron el porqué se les debe espacios, incluso en las empresas más complejas.
Maykel Reyes silenció ese templo que responde al nombre de Chelato Uclés. Marcó un gol que merece un cuadro y un lugar en el Museo del Louvre, junto a las más finas obras de arte, y enfrió a los miles que presenciaron atónitos cómo el equipo de Cuba también puede hacer daño, no importa quién esté al frente.
Es cierto, los errores propios resultaron lastre demasiado pesado en la espalda de un equipo que despertó muy pronto del sueño de arrancar un punto en casa ajena.
La tibieza permitió a un matador como Anthony Lozano virarse dentro del área y rematar para el empate, y una pérdida infantil se pagó con celebración de Edwin Rodríguez cuando expiraba el primer tiempo.
El tanto de Rubilio Castillo a pocos minutos del final clavó un puñal a la espalda de los antillanos que maquilló de desgracia la pizarra y arrancó de cuajo la motivación de seguir buscando el empate.
Recio castigo recibió la tripulación del barco que capitaneó Luis Javier Paradela dejándose el sudor y las piernas en el duelo, soldado de la avanzada en la guerra irregular, peleón y sacrificado. Líder.
«Me voy de aquí con la divisa de que mostramos mejor cara que en la anterior presentación en Liga de Naciones de Concacaf, pero con anotaciones de cuánto debemos mejorar para evitar esos errores propios que nos costaron un resultado menos doloroso», fue la autocrítica expresada a JIT por Yunielys Castillo, director técnico de la Tricolor.
El pundonor recibió un premio paliativo al contundente numeral de la pizarra: el aplauso del público a la salida del equipo entre coros de Cuba, Cuba.
«Fue un partido difícil como esperábamos. Mentiría si digo que me voy satisfecho por el resultado, pero me siento contento con el trabajo que pude hacer y que es el fruto del sacrificio de todo este tiempo entrenando en La Habana. Salí al terreno dispuesto a dar todo y eso hice», apuntó Orlando Calvo, el mejor por los Leones del Caribe sobre el césped.
En mala hora llegaron las equivocaciones y los lamentos, pero detrás de la cortina de la resignación a la derrota, asoma agazapado el mañana, que se antoja, en ojos de quienes les miran sin la miopía del derrotismo o el optimismo excesivo, prometedor y mejor. Mucho mejor.
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