La Habana.- PESE a gozar de una gran trayectoria en la rama de la bioquímica en entidades cubanas de renombre, el investigador Víctor Manuel Cabrera Oliva ha aparecido más en las noticias por ser un educador contra el dopaje.

Sin embargo, el destaque en ambas ramas le mereció recientemente la Orden Carlos Juan Finlay, máximo reconocimiento que otorga el país a quienes dedican toda su vida a la investigación científica y realizan contribuciones sustanciales.

Aquel joven nacido a finales de diciembre de 1947 en Buey Arriba, entonces provincia de Oriente, alcanzó el título de técnico medio como Químico Analista y comenzó a trabajar en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CENIC), todo gracias a las bondades de los programas educativos puestos a disposición del pueblo luego de 1959.

«Allí me dieron una beca para estudiar Bioquímica en la Universidad Estatal de San Petersburgo, en la entonces Unión Soviética, y así se abrió para mí un mundo nuevo dedicado a las investigaciones científicas», afirmó Víctor sobre los inicios de una carrera que luego continuaría en el Instituto Nacional de Endocrinología.

Su superación tendría un momento cumbre en 1992, año en el que obtuvo el grado de Doctor en Ciencia Biológicas y fue nombrado Investigador Titular de la Academia de Ciencias, tras defender su tesis en la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana.

Este hombre ostenta orgulloso la orden con el nombre de su distinguido compatriota y lleva más de 45 años en la tarea de escudriñar en las partículas químicas. Pero actualmente encamina sus pesquisas hacia el combate contra el consumo de sustancias prohibidas para mejorar el rendimiento deportivo.

«Nosotros partimos de la labor del Órgano Nacional Antidopaje y formamos parte de la dirección de educación en esa rama. Se trata de una tarea fundamental porque la vida ha demostrado que a pesar de las medidas tomadas no se logran los resultados esperados. La gran esperanza son estos programas de aprendizaje», analizó.

«En esa misión hemos realizado cuatro proyectos, entre ellos uno basado en multimedias con valoraciones de grandes atletas, entrenadores y médicos, centrados en los efectos secundarios del dopaje», aseguró sobre las acciones más actuales que realiza desde su posición.

Esos estudios y proposiciones, auspiciados también por la UNESCO, les han permitido llegar a poblaciones diferentes. Entre los estudios está la Exploración de los niveles de conocimiento del dopaje en atletas de las EIDE; y el Programa educativo antidoping para instructores, entrenadores físicos, fisioterapeutas y médicos especialistas.

También aparece La dinámica de grupo y el peligro del dopaje en los equipos de conjunto, y un Programa de educación antidopaje para la enseñanza media, media superior y universitaria, este último dado por el incremento del uso de sustancias nocivas por parte de jóvenes preocupados por mejorar su apariencia física.

«Nos guiamos por el Código Mundial Antidopaje como signatarios que somos del mismo, y mantenemos las mejores relaciones. Se trata de un trabajo bien coordinado en lo referido a lo analítico y lo educativo», concluyó.

Han transcurrido 12 años desde su entrada al Instituto de Medicina del Deporte (IMD), primero como analista en sistemas de cromatografía líquida de alta presión en el Laboratorio Antidoping, y hoy como directivo de la ciencia en esa institución.

«Trabajar como analista es una opción hasta cierta edad. Luego lo más recomendable es poner a disposición de los jóvenes tus experiencias y apostar por el desarrollo científico en manos de otros», afirmó en un diálogo con JIT sucedido en su oficina en el IMD.

Sus actividades le hicieron viajar hace poco a Estados Unidos para ampliar el intercambio con centros de altos estudios.

«Fui a la Universidad de Logan, en el estado de Missouri, para coordinar cursos de quiropraxia para el tratamiento de lesiones del deporte; y también para la formación de másters en diferentes ramas, todo lo cual obedece a relaciones de trabajo del INDER», significó.

«Además les propusimos unirse a nuestros programas contra el dopaje; las posibilidades de pruebas y estudios clínicos del Ergoplus (bebida isotónica) en sus deportistas, así como resaltar el interés por la Clínica del Atleta que tenemos en perspectiva», destacó.

Sin dejar las tareas docentes y la tutoría de tesis, su ambiente de superación se mantiene muy activo en la impartición de otros cursos con la colaboración del programa de Solidaridad Olímpica del COI, y el Proyecto de Educación y Control Antidoping financiados por la Agencia Mundial Antidopaje.

Tampoco Víctor se ha despegado de los tratamientos a las lesiones en el deporte, un acápite al que ha dedicado numerosos estudios y publicaciones.

También sigue participando en eventos y congresos nacionales e internacionales, algo inseparable para este hombre de ciencia, experto en cuatro idiomas foráneos y quien llegará a las siete décadas de vida en diciembre próximo.