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La Habana
Año 66 de la Revolución
DELEGACIÓN DE LA DIGNIDAD
Cinco décadas de una hazaña

Merecida evocación a la gloriosa historia tejida por el movimiento deportivo cubano.


Por Rosa María Panadero
sábado, 11 de junio de 2016 12:47 PM



«Han transcurrido 50 años de la heroica gesta, pero aún recuerdo las olas golpeando el buque y la entereza de los atletas cubanos», señaló María Mercedes.Foto: Rosa Panadero

La Habana.- CUALQUIER recuento de la gloriosa historia tejida por el movimiento deportivo cubano tendrá que abrir un especial espacio a la epopeya del Cerro Pelado escenificada en aquellos agitados días de junio de 1966, previos a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Juan, Puerto Rico.

Desde el año anterior el gobierno de Estados Unidos encaminaba acciones para evitar la presencia de Cuba en la cita centrocaribeña. En reunión celebrada en Madrid el presidente del Comité Olímpico Cubano, Manuel González Guerra, planteó la obligatoriedad de garantizar visas y facilidades que garantizaran la participación de su delegación.

Ante el escándalo internacional y las numerosas protestas emanadas desde todos los continentes el gobierno yanqui se vio obligado a entregar las visas, casi simultáneamente con el comienzo del acto inaugural del certamen, pero no autorizó la llegada a tierra de ningún medio cubano de transporte.

La santiaguera María Mercedes González Terrero, miembro de la denominada “Delegación de la Dignidad” como parte del equipo femenino de baloncesto, no resistió el llamado para evocar la heroica gesta, y entre recortes de periódicos y fotos de la época dialogó solícitamente con JIT.

BASQUETBOLISTA DESDE LA CUNA

Nacida el 23 de febrero de 1946 en el centro histórico de la Ciudad Héroe, inició sus menesteres en el baloncesto en la entonces Escuela Superior No. 3 Rafael María de Mendive, bajo la dirección de Zoila Casero y otros entrenadores que le inculcaron el amor por ese deporte.

Su crecimiento vertiginoso como basquetbolista la hizo merecedora de un sitio en la preselección nacional con vista a los Juegos Centroamericanos y del Caribe disputados en Jamaica, en 1962, donde las cubanas no pudieron incursionar por la carencia de equipos de otras naciones.

Como defensa organizadora del conjunto de la antigua provincia de Oriente González Terrero acumula en su historial siete campeonatos nacionales de forma consecutiva, entre los años 1961-1968, lo que constituye un récord para estas lides.

De manera individual fue ratificada en los competiciones de 1964, 1967 y 1968 como la atleta más valiosa.

En la década de los años 60 participó en giras por países socialistas, incluidos Bulgaria, Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Rusia y Corea del Norte. Topes en los que la selección cubana se preparaba rumbo a diversos eventos internacionales.

«Luego de 1966, que fue muy convulso, teníamos la posibilidad al año siguiente de estar en el Campeonato Mundial en Praga, pero no participamos como muestra de solidaridad con Corea del Norte, pues se le negó intervenir como equipo independiente.

Pero nos quedaba la esperanza de los Juegos Panamericanos celebrados en Winnipeg, Canadá, igualmente en 1967, donde a pesar de que fui seleccionada en el Todos Estrellas, terminamos en el quinto lugar», señaló.

En plena madurez deportiva decide alejarse de las canchas por razones personales, e inmediatamente se incorpora como entrenadora auxiliar del equipo masculino de la Escuela de Iniciación Deportiva provincial, obteniendo resultados satisfactorios.

Iniciados los años 70 ocupa el cargo de entrenadora del elenco femenino de la Universidad de Oriente que ocupó los primeros puestos en los Juegos Nacionales Universitarios.

Antes de su retiro, consumado en el año 2009, le fueron impuestas varias condecoraciones, entre ellas la “Mártires de Barbados”, la “Rafael María de Mendive” y el Trofeo “Alejandro Urgellés”.

CERRO PELADO: UNA DECLARACIÓN PARA LA HISTORIA

El 8 de junio de 1966 en horas de la noche el barco mercante “Cerro Pelado” partió desde el puerto de Santiago de Cuba y comenzó a romper las profundas aguas del Caribe con destino a territorio boricua.

Los deportistas, agotados por las condiciones extremas y en algunos casos afectados de náuseas por el oleaje, tuvieron que realizar los entrenamientos en la proa del insigne buque.

Las emociones invaden la serena voz de María Mercedes: «Fueron momentos muy duros, todavía recuerdo las olas golpeando el buque y la entereza de los atletas, que querían sobre todo cumplir con el deber de representar a Cuba».

El 10 de junio, con la presencia de los vuelos rasantes de los aviones estadounidenses, que trataban inútilmente de intimidar a los cubanos, se decidió por parte de la delegación deportiva dar a conocer un documento denominado “Declaración del Cerro Pelado”, con el objetivo de denunciar ante el mundo el absurdo e ilegal comportamiento del Departamento de Estado Norteamericano.

A su vez se ratificó la posición del deporte cubano al proclamar el derecho a participar en la justa, que comenzaría el día 11, y devino ideario frente a intereses mezquinos opuestos al olimpismo internacional.

«Nuestra meta era llegar a Puerto Rico, aunque fuera nadando, eso siempre lo dejamos claro», comentó.

El “Cerro Pelado” fue obligado a anclar a casi cinco millas de las costas puertorriqueñas y en horas tempranas de la mañana del día 11 de junio de 1966 la delegación fue trasbordada en alta mar al remolcador Peacock, en condiciones riesgosas y difíciles.

«Primero bajó un grupo, incluido el equipo femenino de baloncesto. Como era en altar mar había que esperar a que la marea pegara las lanchas que fueron enviadas para recogernos al buque. Entre dos marineros nos ayudaban a pasar a la lancha, a expensas de que el cuerpo nos fallara y cayéramos al mar, que además estaba repleto de tiburones».

Finalmente los miembros de la delegación cubana llegaron a tiempo a la ceremonia inaugural y enarbolaron la enseña nacional en el Estadio Hiram Bithorn de la capital boricua.

Destaca la estelar atleta indómita que: «en el recorrido hacia el estadio y después hacia la Villa Olímpica las calles estaban llenas de personas opuestas al socialismo, que nos injuriaban e incluso trataban de romper los cordones de seguridad para agredirnos físicamente. Son momentos en los que se demuestra la lealtad de nuestros deportistas a la Revolución cubana y a sus líderes».

UN METAL PLATEADO CON SABOR A ORO

Dirigidas por el técnico Casimiro García la quinteta antillana enfrentó a México por el primer lugar. Además de María Mercedes, la nómina la integraban jugadoras de la talla de Mireya Cartaya, María Luisa Serret, Luisa Polledo, Clara Nápoles y Mercedes Lee.

Las cubanas necesitaban vencer por un margen de 15 tantos para proclamarse campeonas. En un momento del segundo tiempo tuvieron breve ventaja de 10, pero el esfuerzo las agotó, además de que se vieron afectadas por la salida de tres de sus figuras principales, debido a la acumulación de faltas.

A la postre las aztecas se coronaron con cerrado marcador de 63 por 56, y de esta forma concluyeron invictas. La representación de Guatemala cerró el podio de premiaciones.

«Después de tantos momentos difíciles que pasamos, haber logrado la medalla de plata era como lograr la de oro, más aún si tenemos en cuenta las limitaciones de entrenamiento, creo que tuvimos una buena actuación.

A nuestro regreso Fidel nos esperó a la entrada de la bahía de Santiago de Cuba, subió al buque y nos alentó con palabras que aún están en mi memoria», indicó González Terrero.

A pesar de todas las contradicciones, los atletas cubanos demostraron al mundo la calidad y los valores del deporte nacional, al finalizar en el segundo escaño del evento.

La mayor de las Antillas dominó 11 de los 21 deportes, con una cosecha de 78 medallas ganadas a sangre y fuego en medio de hostilidades maniobradas por el imperialismo.

En la memoria de cada antillano debe permanecer el recuerdo de aquella epopeya, sobre la cual Fidel expresó: «Posiblemente a ninguna delegación nuestra Patria tenga que agradecerle tanto como a esta por la batalla que libraron, por los triunfos que obtuvieron en los momentos más difíciles, por la dignidad que ostentaron».

 

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