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Por Joaquín Gómez Serra
Sancti Spíritus (3 may).- LA NOTICIA del deceso de Owen Blandino a los 67 años aún pesa sobre la afición espirituana.
La carrera que inició con las Series Nacionales de Béisbol, hace 52 años, se instaló en la posteridad.
El olor a pólvora de la guerra, sus andares como soldado de la división 34 de Playa Girón, los días de cazabandidos por las márgenes de playa La Boca y el fragor del combate ante los aviones B-26 lo forjaron para ser bravo como hombre y atleta.
Esa bravura la usó en los terrenos de pelota. Desde aquellos años en que bajaba de las lomas para jugar en las series regionales, con otros de talla mayor como Reinaldo Colás, Alfredo Aveillé, Olivero García, y años después, en el tercer cojín ante Osvaldo Oliva y Cheíto, en los Azucareros de Las Villas, los Gallos de Sancti Spíritus y el Cuba.
Dieciocho años dejándolo todo en el terreno, desde su debut con la bandera tricolor y los ribetes de hazaña en 1969 y el Mundial de República Dominicana donde fue campeón de bateo con 20 hits, .500 de average y 11 impulsadas.
Así comenzó su historia con el traje inmortal de las cuatro letras: Centroamericanos de Panamá en 1970, Mundiales de Cuba y Nicaragua en 1971 y 1972, con ofensiva de .363.
Anécdotas hay muchas para contar sobre Gallo de Cabaiguán, como le bautizara el más grande de todos, Bobby Salamanca: el primero en conectar un jonrón dentro del cuadro en nuestras Series Nacionales, y el honor de llevar en su pecho la única medalla de oro de un equipo de pelota yayabero, en 1979.
Por eso, seis años después sigue presente en su pueblo porque un Gallo como él, de Cabaiguán, de Sancti Spíritus y de toda Cuba nunca morirá.
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