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Tokio.- LO CONFIESO: todo lo que yo sabía sobre Suslaidy Girat, era nada en comparación con la historia que carga esta muchacha cubana.
Trece medallas en certámenes olímpicos para personas sordas es un enorme peso para un solo pecho. Seguramente muy pocos podrían con tanto, pero ella sí que puede, y lo ha demostrado en esta ciudad, a la que llegó buscando una de cualquier color, y de la que se marchará con oro y plata, más un séptimo lugar en el relevo 4x100.
Así, como lo están leyendo. Esa mujer no ha terminado aún de dejar a todos atónitos con brinco dorado de 6,11 metros en el salto largo y se va tan campante a correr en la pista 100 metros a todo lo que le dan las piernas. ¿Cuántos en este mundo podrán presumir de ello?
Pero Suslaidy es mucho más que una atleta estrella. La santiaguera, más allá de la pista donde toma impulso para volar y aterrizar sobre la arena, es la chica tímida que me pone 20 excusas para que no la saque en cámara, aunque después sea incapaz de negarme la entrevista.
Es la deportista modesta que no se vanagloria de la enorme realidad de su vida: que es capaz de hacer excelente lo que pocas pueden hacer bien.
Es la líder que sabe guiar con el ejemplo personal, que requiere con la mirada sin llegar al enojo y premia con abrazos, que baila, que ríe con ganas, que es amiga de la que corre, tanto como lo es de la que juega tenis de mesa o el que lucha sobre un colchón.
Suslaidy Girat habla con las manos y duerme en calma y en paz, como la gente de bien.
Lo sé porque por estos días en Tokio, ha sido mi compañera de cuarto y me ha dado la valiosa oportunidad de conocerla.
Sí, este evento ha vuelto a confirmarme que hay cosas en esta vida que sencillamente, no tienen precio.
¡Felicidades campeona!...Ha sido un placer inmenso verte volar.
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