Con Ana Fidelia.Foto: Internet

La Habana.- SOLO días después del triunfo revolucionario, cuando las tareas se agrupaban por miles, creó la Dirección General de Deportes (DGD) con el capitán Felipe Guerra Matos al frente.

Desde entonces insistió en la necesidad de impulsar esa esfera «tan lejos como sea posible», convocando a todos los interesados en aportar desde el compromiso con la vocación inclusiva del proyecto diseñado.

Pero no solo concibió y apoyó. Fue protagonista activo de ese “terremoto” generador de instalaciones, organicidad, superación y fundamento de lo que después se erigió Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER).

Y derrochó familiaridad, provocando una identificación franca y constante con quienes a partir de aquellos momentos fundadores le consideraron “parte del equipo”.

Sin renunciar a la práctica de las varias disciplinas para las que siempre encontró espacio anduvo el archipiélago en aras de dialogar, chequear, estimular, indicar... despertando entusiasmo entre atletas, técnicos, profesores, activistas...

No es fortuito que en los hogares de nuestras principales estrellas ocupen espacios destacados imágenes que perpetúan sus encuentros con él, ni que su nombre resulte recurrente en las dedicatorias de los triunfos devenidos frutos de ese empeño.

Su visión de estratega invicto fue clave en capítulos a los que habrá que volver una y otra vez: la epopeya del Cerro Palado, la defensa de los atletas acusados de dopaje en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999 o privados de triunfos en el Campeonato Mundial de boxeo de ese mismo año en Houston...

La creación de Laboratorio Antidopaje o la Comisión Nacional de Atención a Atletas, la organización de las citas centroamericana de 1982 y panamericana de 1991, la Escuela Internacional de Educación Física y Deportes...  

Pero no solo en batallas de ese tipo. Quien lo dude que pregunte al pelotero Juan Padilla, a los corredores Alberto Juantorena o Ana Fidelia Quirot, o a la voleibolista Mireya Luis, centros de su atención personal en medio de complicadas situaciones médicas.

Por eso el deporte atesora razones muy especiales para evocarle en toda su grandeza como estratega y guía invicto e irrepetible, al tiempo que abraza el compromiso de saberle eternamente en sus filas.

¡Gracias, Fidel!