TRAS los avances mostrados cuatro años antes en México la delegación cubana regaló excelentes noticias en Múnich 1972 con tres coronas de su boxeo, convertidas en las primeras del deporte revolucionario bajo los cinco aros.
Orlando Martínez (54 kg), Emilio Correa (67) y Teófilo Stevenson (+81) encabezaron la cosecha que también incluyó una plata y cuatro bronces, y garantizó el puesto 15 de la isla, que inscribió a 140 concursantes, 28 de ellos damas.
Orlandito necesitó ganar cinco combates, el último ante el mexicano Alonso Zapata, y abrió la senda seguida por Correa, quien se anotó similar número de triunfos, con cierre a costa del húngaro Janos Kadji.
Para Stevenson significó el primero de los tres oros de ese tipo que llevaron su nombre, una hazaña solo lograda otras dos veces en la historia del pugilismo: antes por el húngaro Lazslo Papp y luego por su compañero Félix Savón.
La cita transcurrió del 26 de agosto al 11 de septiembre y significó regreso a una urbe germana luego de la versión de Berlín 1936, marcada por su organización bajo el mando fascista.
Esta vez los anfitriones querían dejar una huella diferente en medio de las varias tensiones políticas que vivía el mundo, empeñados en promover el deporte como el medio más eficaz para la paz.
Disfrutaron de varios hitos, como el total de 7 234 participantes, 1 059 de ellos mujeres, la concurrencia de 121 comités olímpicos nacionales y la convocatoria de 195 eventos en 121 deportes.
Pero el idilio se vino abajo el 5 de septiembre, casi a mitad de la celebración, cuando el grupo terrorista Septiembre Negro tomó como rehenes a 11 competidores israelíes y desató la peor crisis enfrentada por el movimiento olímpico.
El hecho terminó con sangre y los juegos fueron suspendidos durante 34 horas, aunque el programa fue reanudado y en sus palabras finales el entonces presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el estadounidense Avery Brundage, agradeció la actitud de los anfitriones.
Más allá del lamentable incidente, el certamen también pasó a la historia como los primeros en que una mujer, Heide Schüller, leyó el juramento de los atletas.
Fue también el capítulo inicial para el de los jueces, y se estrenaron las mascotas con un peculiar perrito salchicha de muchos colores llamado Waldi.
La arquería regresó luego de 52 años y debutaron el balonmano entre hombres, el canotaje slalom y el kayak.
El nadador estadounidense Mark Spitz fue la máxima estrella con siete medallas de oro, todas prestigiadas por récords mundiales.
Otra que asombró fue la gimnasta soviética Olga Korbut, quien además de tres cetros y par de platas fue elogiada por la emoción mostrada en cada presentación y su facilidad para ejecutar, especialmente en la viga.
Su labor allí hizo que la cadena ABC le eligiera como atleta del año.
La Unión Soviética, líder en Melbourne 1956, Roma 1960 y Tokio 1964, volvió a lo más alto con 50 títulos, desplazando a Estados Unidos (33), que comandó en México 1968.
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