La Habana.- CUANDO apenas tenía cinco años de edad, Daylet Valdés llegó de la mano de sus padres a la escuelita de clavados de la ciudad de Camagüey. Nada sabía entonces sobre este deporte. Solo había escuchado que estaban buscando niños y niñas con aptitudes para practicarlo, pero sobre todo, deseos de convertirse en campeones.
Más de tres décadas después agradece el rumbo que tomó su vida, pues entonces ni siquiera podía imaginar cómo terminaría su aventura entre trampolines y plataformas.
Quizás no logró alcanzar todo lo que soñó. Medallas en juegos pioneriles y escolares marcaron sus primeros saltos, los que le llevaron hasta el equipo nacional para participar en Juegos Centroamericanos y del Caribe, citas multideportivas continentales, copas Marcelo Salado, torneos CCCAN y olimpiadas del deporte cubano.
«Era una época de muchos eventos y también mucha rivalidad», recuerda ahora, cuando instada por JIT repasa su tránsito por el deporte que ama. Y lo hace de manera feliz, satisfecha con cada una de las oportunidades. Asegura que dio siempre el máximo, como lo hace actualmente mientras disfruta de una de las aspiraciones cumplidas: ser entrenadora.
«Desde el primer momento que tomé consciencia de que era clavadista, sabía también que en el futuro quería ser entrenadora», confiesa y sonríe, mientras contempla con rostro serio la inmensidad del Complejo de Piscinas Baraguá, que ha sido parte de casi toda su vida.
En este sitio comparte con muchos de los que en determinados momentos estuvieron al tanto de su formación, entre ellos su coterráneo Hugo Pérez de Corcho, quien fue su entrenador y ahora lidera el colectivo que prepara a los mejores clavadistas de la Isla.
Daylet tiene dos niños pequeños en casa, pero en las piscinas su instinto maternal se multiplica sobre otros más “crecidos”, como el finalista mundial juvenil Frank Abel Rosales.
«Con Frank Abel ha sido un trabajo bien complicado, difícil, con mucha psicología y también mucha confianza para que él salga adelante», dice de su alumno más aventajado, que por estos días se prepara con la vista puesta en los Juegos Panamericanos Júnior de Asunción 2025.
«Tiene mucho talento. Ni él mismo tiene idea de las potencialidades que posee, y por eso necesita sobre todo mucho trabajo para que lo asuma, se conozca… para que cada día incorpore un detalle que le permita llegar a lo que queremos», agrega con visible pasión.
«Puede estar en la élite mundial, de eso nadie puede tener dudas. Su programa de competencias está al nivel de los mejores del mundo, con saltos de elevado grados de dificultad… ¿qué le falta? pues detalles técnicos y algo de coordinación. Esa es la diferencia entre una mejor calificación o una peor», precisa.
Conversar con Daylet es confirmar que el deporte es, ante todo, una de las mejores vías para la formación de valores. Es consciente de cuánto le aportó para crecer como persona, su importancia para superar cada reto que le puso la vida, y por ello visualiza lo que puede representar para las nuevas generaciones.
Cuando llegan los temas más “incómodos”, prefiere encararlos con suma sinceridad. «Creo que si tengo que definirme con una palabra, esa sería valentía. Cuando algo no me salía bien, nunca decía que no, siempre enfrentaba lo que me pedía el entrenador.
»No obstante, me faltó más empeño en la preparación técnica, rigor en los detalles que me hubieran ayudado a tener mejores resultados… pero no lo veía así entonces», reconoce.
Aunque practicó y compitió desde la plataforma, fue a las ejecuciones sobre los trampolines desde uno y tres metros a las que más se dedicó. Admite sin miramientos que le faltaba una mejor entrada al agua para tener resultados superiores en la plataforma. «Además… ahí dependes mucho de la visión y no era buena en eso», admite Daylet.
La decisión de dejar atrás la intensidad del deporte activo la tomó en 2012. Desde entonces comenzó a trabajar en un área de base, porque vive convencida de que la enseñanza en las primeras edades resulta una experiencia imprescindible para luego preparar a saltadores de alto rendimiento.
«Me acerqué a personas que saben, que llevan muchos años en esta labor y comencé a trabajar en la base. Ahí es donde más se aprende. Es lo que más enseña, y por eso cada día confirmo cuán importante para mi trayectoria fueron los primeros entrenadores, a quienes recuerdo siempre con mucho cariño y gratitud», destaca con cierta dosis de orgullo.
Aunque se siente realizada, Daylet no esconde que quedaron añoranzas y metas por cumplir. «Me faltó ir a unos Juegos Olímpicos, que es el sueño máximo de todo deportista, pero me estoy esforzando y trabajando para cumplirlo como entrenadora o jueza, otra labor que también me apasiona. Llevar a uno de mis alumnos hasta ese momento sería también como conseguir un salto perfecto».
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