Buenos Aires.- COMO es tradicional en este tipo de citas, las personas dedicadas al “tráfico” de pines son de las más buscadas en los escenarios de estos III Juegos Olímpicos de la Juventud.

Aquí ha vuelto el más famoso, el norteamericano Bud Kling, con sus 71 años y coleccionista desde la edición de Los Ángeles 1984, pero también en el Parque Olímpico de la Juventud ahora tiene otros “competidores”.

Los griegos Papayanis y Steve, y el brasileño Marcio, se apostan bajo los árboles cada día con sus tableros multicolores, siempre asediados por atletas, entrenadores, voluntarios y miles de asistentes, quienes no pueden resistirse a la tentación de llevarse uno.

Kling ya es un ícono de los Juegos. Desde la edición angelina comenzó y luego con su persistencia logró que el COI lo reconociera oficialmente.

«Estuve en nueve juegos olímpicos, en las dos ediciones anteriores a esta, en dos juegos de Asia, tres panamericanos y en varios paralímpicos», aseguró quien obtuvo la homologación a través de The Olympian Club, que ahora lo llama para ayudar en los intercambios.

Primero en la Villa Olímpica como acreditado, y luego en los parques de competencia, este hombre no puede faltar entre varios que se dedican al intercambio de los sellos identificativos de países, deportes, competencias y otras temáticas.

Similar a él, los griegos y el brasileño se embullaron con las versiones de Atenas 2004 y Río de Janeiro 2016.

El heleno Steve comentó a JIT que ver en su país aquella celebración y conseguir los primeros distintivos fue algo que lo “embrujó”,io y ahora no puede desprenderse de ellos, «aunque tenga que viajar muy lejos».

Por estos días ellos y algunos más contribuyen a llenar muchas credenciales de las pequeñas imágenes, principalmente de unos voluntarios, personal de seguridad, choferes y habitantes siempre dispuestos a solicitar un pin, cuando descubren la procedencia de los llegados aquí.

Marcos Oviedo, uno de los eficientes informáticos de la sala principal de prensa, es uno de los que casi ha llenado su tarjeta de acreditación con imágenes muy variadas.

«Es un orgullo participar en estos Juegos y los pines no podían faltar para el recuerdo», expresó uno de los 8 mil alistados en esa categoría, en cuya cinta de acreditación están prendidos unos 30 pines.

Como ejemplo de que todos quieren más “sellitos”, en la puerta de entrada el guardia Manu Castillo enseguida se acercó a los enviados cubanos para requerirlos y agregar la tricolor a los más de 25 ostentados.

Esos son dos de los innumerables muchachos y adultos que andan a la caza de las diminutas alegorías, de un recuerdo que nunca olvidarán.