Santiago de Cuba.- CON EL retiro oficial de Pedro Poll Martínez se despide de la afición indómita uno de los peloteros de mejores resultados en las series nacionales de Cuba.

El escenario para su retiro no pudo ser mejor. Lo hizo al lado del equipo de sus amores, las Avispas de Santiago de Cuba, y ante su público, en el Guillermón Moncada que tantas veces puso a rugir con sus batazos.

El Coloso de la Avenida de las Américas, con una delirante afición, supo apreciar sus méritos como atleta y lo despidió con la altura que merecía un deportista de su nivel.

Poll Martínez jugó 20 series nacionales y formó parte de la temible Aplanadora, en sus dos versiones, con las que ganó seis coronas. Entre sus números destacan  mil 577 hits, 269 dobles, 92 jonrones, 892 carreras impulsadas y 302 de average ofensivo.

Una de sus principales virtudes fue su efectividad como defensor de la primera almohadilla, y así lo demuestra su elevado promedio de 990, con solo 104 errores en mil 466 juegos.

Además fue todo un especialista para conectar imparables hacia cualquier banda del terreno, con compañeros en posición anotadora en momentos cruciales de un partido.

Oriundo del municipio Mayarí Abajo, en Holguín, desde pequeño se forjó como pelotero en el municipio santiaguero de Mella. Con orgullo confesó recordar como uno de sus momentos más emocionantes en los terrenos de juego el campeonato que decidió ante el antiguo equipo Habana.

Compañero de equipo de grandes figuras como Orestes Kindelán, Antonio Pacheco, Rey Isaac, Norge Luis Vera u Ormary Romero, el inicialista llegó a ocupar el cuarto turno en la alineación de las Avispas durante algunas temporadas, a pesar de no ser un jonronero nato. Siempre se distinguió por su temple, modestia y sencillez.

Por ser uno de los peloteros más carismáticos de los últimos tiempos en el Guillermón, mucho se le va a extrañar, sobre todo cuando haya hombres en las almohadillas y carreras por remolcar.

Instantes después de la despedida, el legendario 93 de los rojinegros dijo que se marchaba con la satisfacción de haberlo entregado todo en el terreno y con la recompensa de sentirse querido por la afición.