París.-CON DOS apuestas diferentes, pero comprensibles y respetables ambas, nuestras selecciones nacionales de lucha libre y clásica cumplieron sus principales propósitos en el Campeonato Mundial de Luchas, clausurado el sábado último en la Arena Accord Hoteles de esta ciudad europea.

Botín de tres preseas de bronce; el mérito de marcar en los medalleros de ambas justas, lo cual solo lograron 11 de las 83 delegaciones asistentes; extender a 27 (desde 1982) las ediciones en que nuestro país ha conquistado algún metal; y el reencuentro de los libristas con el podio, tras irse en blanco de Las Vegas 2015 y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, son razones para sentir satisfacción.

La tropa de Julio Mendieta viajó con su mejor arsenal y estuvo liderada por Alejandro Valdés (65 kg) y Yowlys Bonne (61 kg), ambos llegados al podio. El primero brilló de tal forma que no exageraría si dijera que estuvo en condiciones de reinar. El segundo probó que su veteranía no es todavía un impedimento para aportar a la causa nacional.  

Yurieski Torreblanca (86 kg) se estrenó con un octavo lugar meritorio, que pudo ser mejor si no se hubiera “privado” en el instante cumbre de su última presentación. Y parecido le pasó a Reineris Salas (97 kg) en una categoría que aún no llena bien, y en la que los estelares suelen ser implacables.

El experimentado Liván López transitó por un “campo minado” y llegó hasta donde podía. Perdió con un rival ahora superior. Su séptimo lugar merece una evaluación positiva.

En este estilo dominó Estados Unidos (2-2-2) y Rusia se marchó sin corona. Apenas dos mandamases de Río-16 ejercieron dominio, el iraní Hassan Yazdani Charati (86 kg) y el norteño Kyle Snyder (97 kg), este último airoso en la final más atractiva del evento sobre Abdulrashid Sadulaev (RUS), rey bajo los cinco aros en el peso inferior.

Jordan Burroughs (EE.UU./ 74 kg) y Frank Chamizo (ITA/ 70 kg) sumaron sus diademas áureas cuatro y dos, respectivamente.  

Nuestra selección grecorromana cumplió una loable actuación, tomando en cuenta que dejó en casa a sus monarcas olímpicos de Río, Mijaín López (130 kg) e Ismael Borrero (59 kg), y al allí plateado Yasmani Lugo (98 kg).

La apuesta del colectivo técnico por figuras jóvenes salió de maravillas con Oscar Pino, bronce en la división mayor, un mensaje tranquilizador de cara al lógico relevo de nuestro triple rey olímpico y cinco veces del orbe.

Daniel Grégorich (85 kg), también debutante en estos predios, firmó un destacado séptimo lugar, que pudo ser mejor si los jueces hubieran penalizado como debían al alemán Denis Kudla (a la postre subcampeón) en la pelea de octavos de final.

Fogoso, rápido, inteligente y capaz de superar la tensión de eventos de este tipo, el capitalino ratificó posibilidades de grandes resultados en el cuatrienio que recién comienza.

Reiniel Díaz (98 kg) recibió el encargo mundialista a “última hora” y no pudo con la presión que ello implicó, de ahí su ubicación en el escaño 21.Salió ganando su pelea inicial, perosu pensamiento táctico se trastocó poco después. Sin embargo, a merced de sus 23 años de edad conviene foguearlo para disponer de dos hombres fuertes en esta categoría.

Yurisandi Hernández (75 kg) y Miguel Martínez (66 kg), con más edad y experiencia, protagonizaron las actuaciones más endebles: escalones 33 y 24, respectivamente. Sus errores técnicos y tácticos fueron evidentes y eso exige pensar en variantes ahora que comienza el ciclo hacia Tokio 2020.

En términos generales, lo más importante para Cuba estuvo enfigurar en un tabla de 17 países liderada por Turquía (2-0-1), y confirmar la supremacía a nivel continental, más allá de que Chile lograra igual botín (0-0-1) a través del cubano Yasmani Acosta (10 kg). Estados Unidos no se acercó al podio.

Los hechos memorables de la lid clásica estuvieron en que Rusia se marchó sin oro, algo que no sucedía desde 1911; la séptima medalla lograda por Riza Kayaalp (130 kg/TUR) y su tercer título; y el tricampeonato rubricadopor el armenio Artur Aleksanyan (98 kg), único monarca olímpico capaz de reinar en la Ciudad del Amor.

La fiesta de las féminas tuvo sabor a sushi nuevamente, pues las japonesas mandaron con cuatro coronas, un metal plateado y otro bronceado. De esa forma elevaron a 82 el total de premios áureos alcanzados desde la edición de Martigny 1989. Se trata de las dueñas absolutas de esta modalidad y ya lo veremos mejor en Tokio 2020.

Tres campeonas olímpicas mantuvieron el linaje: las japonesas Sara Dosho (69 kg) y Risako Kawai, está última bajando de 63 a 60 kg; y la estadounidense Helen Maroulis, subiendo de 53 a 58 kg.

Otros detalles imposibles de obviar fueron que Colombia logró su primera medalla a este nivel, gracias al bronce de Yackeline Rentería en los 63 kg; y que Nigeria y Túnez ubicaron finalistas y festejaron metales plateados, algo sin precedentes para representantes de África en este estilo.

Pero el certamen parisino también trascendió en los salones de reuniones, pues la Unión Mundial de Luchas (UWW) aprobó modificaciones en las divisiones a partir del 2018.

El estilo libre se mantendrá tal cual hoy, con el agregó de las categorías no olímpicas de 79 y 92 kg. En el femenino la distribución varía de la siguiente manera:50-53-55-57-59-62-65-68-72-76 kg, marcándose en negritas las disputables bajo los cinco aros. Y en la grecorromana sucede similar: 55-60-63-67-72-77-82-87-97-130 kg.

También se acordó que la clasificación hacia Tokio ocurrirá en el certamen del orbe anterior (6 plazas), los clasificatorios continentales (8) y un abierto mundial (2), para completar las 16 plazas de cada peso.

Fin de este capítulo y mucho trabajo por delante.