Cauto Cristo.- AUNQUE descubrió el kárate con más de 17 años Rubén Moreno no tardó en hacerlo suyo, más allá de cualquier aspiración personal. Enseñarlo a los niños de su localidad se convirtió en una de las pasiones que colman su vida.

Cuando a mediados de los años 80 se trasladó a Manzanillo para hacerse profesor de la enseñanza primaria no imaginó que este bonito arte marcial le acompañaría desde entonces.

«Lo aprendí en la Formadora de Maestros y luego fui adquiriendo nivel y comencé a trabajar los fines de semana con un grupo de primera categoría, transmitiendo lo que aprendía», narra a JIT uno de los activistas vanguardias nacionales con que cuenta Granma.

Aunque sus primeros alumnos fueron adultos asegura que pronto pensó en los niños como un reto mayor, y junto a ellos lo encontramos en plena faena, bajo el insistente sol imperante en esta localidad ubicada al noreste de Bayamo y surcada por el río Cauto.

Rubén se vinculó al activismo entre 1986-1987, cuando ya era maestro de una escuela de la localidad, y aunque después de dejar la docencia trabajó en el sector gastronómico y ahora es cuentapropista, jamás abandonó la enseñanza del kárate.

«De mis alumnos han salido algunos para la EIDE o la ESPA, y actualmente hasta tengo uno en el equipo nacional. Mi hijo es Segundo Dan y fue dos veces campeón nacional entre juveniles y bronce de mayores», dice con orgullo sobre lo conseguido desde su altruista labor.

Graduado en marzo pasado de Cuarto Dan, Rubén es el hombre más preparado en su municipio en el estilo jyoshinmon shoryn ryu, y todos aseguran que es el responsable de que hoy sean cinco los profesores vinculados al área especial existente aquí.

«Aunque siempre he preferido mantenerme en el activismo estoy permanentemente a su disposición, los asesoro, los ayudo, y creo haberles trasmitido un poco de mi amor por el deporte», indica sin sombra de petulancia, feliz con el camino escogido.

«Simplemente me gusta el kárate desde siempre, esa es mi motivación y seguirá siéndolo», agrega convencido de lo beneficioso que resulta la práctica de cualquier deporte desde edades tempranas y las peculiaridades educativas de las artes marciales.

«Trabajo con niños y niñas, me parece igual de lindo con los dos, pero insisto en imponerles disciplina, aunque en ocasiones hay padres que me dicen “Me estás llevando muy recio al niño...” Pero terminan por darse cuenta que los estoy formando, como hice con mis hijos, y  eso los hace mejores personas», asegura.

El premio nacional recibido en el 2013 pudo llegar mucho antes, porque su labor lo merecía, pero «lo importante es que lo disfruté cuando lo supe, y me emocionó mucho el acto en que me lo entregaron aquí, en mi CDR.

»Por eso mientras la salud me dé fuerzas seguiré siendo activista, y luego lo hará él», dice en alusión a su hijo Arnold, quien ya imparte clases en el área que resulta punto de referencia para la comunidad.

«Me gusta hacerlo así, brindando lo que he aprendido, participando en todo, poniendo a disposición de los niños lo que sé... Es mi manera de aportar, y a eso se debe el lema escogido para comenzar mis clases: El kárate es un arma de la Revolución.»