Tokio.- YA SABÍAMOS que la covid-19 impondría restricciones importantes para el trabajo periodístico en los Juegos de la XXXII Olimpiada, que viven todavía sus primeros compases.

Bastaba revisar el manual de prensa en sus tres versiones, un interesante mamotreto de casi 100 páginas con un cúmulo de detalles imposibles de narrar acá.  

Pero a los embates de la pandemia hemos tenido que sumar la meticulosidad, disciplina y hasta rigidez de nuestros anfitriones, empeñados en cumplir lo establecido como única fórmula para garantizar el mayor éxito posible de la cita. Y eso es admirable, de verdad.

Ya les comentamos en un material anterior sobre OCHA, la aplicación móvil para el monitoreo de la salud, cuya operatividad se antoja esencial para entrar “ágilmente” por el aeropuerto y estar al día con los organizadores a lo largo de toda la estancia acá.

Sepan que cada mañana amanecemos con un correo electrónico que nos recuerda la obligatoriedad de responder online algunas preguntas de salud, como la temperatura corporal, si tienes fiebre u otro síntoma de intéres, y también si alguien cercano los manifiesta. En buen cubano, debes echar pa’lante a quien se sacuda la nariz o estornude… También quedas instado a cumplir todas las medidas higiénicas y usar la mascarilla.

En el aeropuerto y durante las tres primeras jornadas de cuarentena debimos realizarnos pruebas de antígeno a base de muestras de saliva, y en lo adelante no deben transcurrir tres jornadas sin una nueva actualización del test.

En verdad resulta menos invasivo que la variante del palillo “volador” por la nariz y la garganta, en que algunos epidemiólogos exquisitos, excavadores y profundos llevan el instrumento hasta las neuronas y allí lo ponen a bailar una especie de reggaeton.

No. Esta modalidad de saliva no suele molestar tanto, aunque a más de uno casi le ha provocado un vómito por ejecutar mal lo que podríamos llamar el estímulo de las papilas gustativas. La cosa es suave, sin apuro, sobre todo sin apuro…

Tomas el celular, escaneas un código, entras a un sitio web para llenar un formulario y dejarte registrado. Luego recibes el tubo de ensayo, le pegas tu numerito, marchas al cubículo de la “cosa”, depositas el material, lo sellas y devuelves a la mesa de control, digamos. Al marcharte recibes agradecimientos y casi aplausos, en una escena indescriptible que a mí en particular me da cosquillas.       

El gel y el alcohol no faltan en ninguno de los recintos de los Juegos, ni en los ómnibus, y tantas veces nos limpiamos las manos que estoy seguro perderemos las huellas dactilares. Ayuda a eso, incluso, el calor reinante, pues ese spray frío en las manos representa un alivio.

En el hotel, durante los primeros 14 días, nuestro desayuno aparece en una jabita de nailon colgada en la puerta de la habitación bien temprano. Entre las cuatro y las siete de la mañana. Nunca después. Con las toallas sucede lo mismo, en una bolsa que devuelves con las usadas. Y la ropa de cama y la limpieza se hacen cada tercer día. ¿Por qué?

Los trabajadores tienen la indicación de sostener el menor contacto posible con nosotros, y no podemos permanecer en los espacios comunes de la instalación, pues allí se hospedan otros colegas y no todos estamos igualados en el cumplimiento de la cuarentena.

En la entrada principal, sobre todo en la primera semana, un guardia exigía firmar a la hora de salida y regreso, y alguna que otra vez emitió cierto regaño en perfecto japonés si el tiempo de salida sobrepasaba los 15 minutos permitidos.

¿Que cómo supimos se trataba de un regaño? No hay manera de que sea otra cosa. No la hay.

Al iniciarse los Juegos sobrevino entonces la odisea del acceso a las instalaciones y a lugares dentro de estas.

Y es que con el objetivo de evitar aglomeraciones de periodistas en los recintos, cada profesional debe solicitar la entrada a las competencias de interés a través de una página web. De un golpe todas o antes de las 16 horas del día anterior.

Si resulta aprobada tu demanda recibirás un correo electrónico confirmatorio, el cual deberás mostrar a la entrada de la instalación el día de marras. Si no lo encuentras se “trabará el paraguas”.

Si resultas vetado también recibirás un email sobre ello y no tendrás a quién reclamar… Tremenda impotencia, la verdad. Por tanto, alguien decide por ti y tu medio a dónde ir. 

En algunas sedes poder entrar no significa poder trabajar a plenitud. En la natación, por ejemplo, para acceder a la zona de entrevistas debes hacer una cola (sí, una cola) y obtener un ticket. No hay para todos, hay que marcar sobre las 4:00 p. m. Para sentarte en las tribunas de prensa del centro acuático debes haber cumplimentado un correo electrónico previo, de lo contrario tocará seguir las pruebas desde el televisor de la sala de prensa o en un pasillo.

Como es tradicional, las lides de mayor demanda conllevan invitaciones adicionales y en algunos casos la reserva de transporte el día antes, todo lo cual aporta más complejidad a una labor tan vertiginosa como la de contar historias en tiempo real, lo que no siempre puede programarse.

En fin, narrar estos Juegos no solo ha exigido compromiso, preparación personal, cuidar seriamente la salud y respetar las normas sanitarias establecidas por los anfitriones… También va requiriendo tener permisos.

Por eso, estimados lectores, perdónennos por todo aquello que ha faltado. Piense que a lo mejor no teníamos permiso, o llegó demasiado tarde.