Tokio.- ESTA MEGAURBE, capital de Japón y del olimpismo por estos días, debió recibirnos a pleno sol el viernes 16 de julio, tras una larga travesía de casi 28 horas desde La Habana, con parada obligada en París.

Sin embargo, los trámites de ingreso al país en el Aeropuerto de Narita se tardaron por más de 10 horas, dejando al grupo de periodistas cubanos cerca del colapso, literalmente.

Sépase, por curiosidad, que ello no impone récord alguno, pues grupos provenientes de Canadá y otros países se tardaron en el lugar hasta 12 horas.

Sonrisas y bienvenidas por parte de voluntarios y trabajadores se antojaron la primera cara de una urbe probada como anfitriona de eventos globales, aunque ninguno del tamaño de unos juegos olímpicos en tiempos de covid-19 y frente a una creciente desaprobación de su población.

Tras ese agradable recibimiento, cámaras incluidas, comenzó un protocolo que siendo ágil, si todo estaba en orden, no dejaría de consumir algunas horas que caen como rocas sobre la espalda de quienes viajan desde el otro lado del mundo.

El tormento de muchos tenía que ver con OCHA, una aplicación móvil destinada al chequeo de salud de todos los participantes, y que totalmente funcional generaría los códigos para el tránsito “natural” desde el avión hasta la calle, resumiendo.

Sin embargo, si algo falla –y eso no culpa solo al viajero- entonces se “traba el paraguas” y las horas pasarán hasta que cada detalle sea verificado y se apruebe la fórmula de entrada a Japón, que para el recién llegado significará presentar varios documentos impresos, sobre uno de los cuales se podrá leer finalmente: «NO OCHA».

A partir de ahí sobreviene el llamativo test anticovid de saliva, que implica llenar un frasco hasta la medida establecida, mientras observas en un cubículo imágenes de naranjas cortadas y otras exquisiteces, para que no falten estímulos…

En Narita, la espera por el resultado tiene lugar en un confortable salón (antes cafetería o restaurante) con vista a la pista en que aterrizan y despegan aeronaves de todo tipo y porte, sobre todo destinadas a cargas internacionales.

Se trata de un momento crítico, pues salir negativo posibilitará avanzar hacia la normal cuarentena en tu hotel, pero si eres positivo tocará una larga estadía de al menos 10 días en el lugar destinado para los contagiados.

Adicionalmente, si un test emana positivo implicará probablemente a quienes estuvieron cerca de la persona en el vuelo, y retardará la salida de los integrantes de su grupo de la propia terminal aérea, por más negativos que hayan resultado.

Sí, todo esto se antoja en tortura por momentos, pero entendamos las presiones a las que están sometidas las autoridades locales y el comité organizador, empeñados en que Tokio 2020 no sea una fuente de contagios para el país.

Ante la noticia de salir negativo, algo que por estos tiempos es muy positivo, toca el turno a los trámites migratorios y de aduanas, antesala de enrolarse en el diseño de traslado hacia los hoteles reservados a los medios de comunicación.

Ómnibus a mitad de capacidad conducen a los profesionales hasta una terminal en que vehículos tipo taxi, a razón de uno por persona, los llevarán hasta la puerta de su hotel.

Entonces, sobrevendrán tres días de aislamiento y nuevos test en una habitación ajustada, digamos, y con permisos de salida del hotel solo a los entornos para proveerse de alimentos.

De ese modo, queridos lectores, recibirán las primeras historias de unos Juegos tan sui géneris como la época en que vivimos. Y habrá que agradecer a Japón la persistencia para hacerlos realidad, a pesar de las 10 horas vividas en Narita.