La Habana.- NO IMAGINA su vida sin el voleibol. A ese deporte se ha consagrado desde los 13 años de edad, cuando ingresó a la Eide Rubén Martínez Villena, de la capital. Su desempeño lo llevó a los equipos nacionales de sala y playa, y luego a la posición de entrenador.

Osvaldo Abreu Archer, gloria de la disciplina en la Isla, posee vasta experiencia en ambas modalidades y desde el año 2020 regresó al colectivo técnico del equipo femenino de playa, empeñado en abrirse paso a los Juegos Olímpicos de Tokio.

Tras una década en el plantel nacional de sala, el juego en la arena le atrapó tanto que nunca más pudo desprenderse. Integró nuestro binomio de lujo entre 1988 y 1994, tras lo cual inició su vida como técnico.

¿Dónde y cómo ocurrió su iniciación como entrenador?

En la academia habanera, enclavada en el Círculo Social Gerardo Abreu Fontán, y con triunfos en los campeonatos nacionales de 1994 a 1996. Por eso me promovieron al equipo Cuba femenino, con el cual debuté en circuitos mundiales en 1995 y asistí a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Maracaibo 1998, donde obtuvimos plata con la dupla de Mayra Ferrer y Noemí Blanco.

Un logro significativo en esa época resultó la clasificación de Tamara Larrea y Dalixia Fernández a los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, en los cuales se ubicaron novenas, al igual que en Atenas 2004.

¿Qué pasó después?

El siguiente ciclo incluyó también muchas competencias. Tamara y Dalixia reinaron en los Juegos Centrocaribes de Cartagena 2006 y ganaron plata en los Panamericanos de Río de Janeiro 2007. Clasificaron para los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, al igual que la pareja de Imara Estévez y Milagros Crespo, pues se incluyeron entre las 16 primeras del ranking universal gracias a su activa presencia en el circuito mundial de la FIVB.

En 2007 también nos insertamos en el naciente periplo de la Confederación Norte, Centroamericana y del Caribe de Voleibol (Norceca), con binomios que alternaban en diferentes fases.

Hábleme de su experiencia en República Dominicana…

En 2013 llegué a ese país para una colaboración. El año antes habían concluido octavo en el ranking de Norceca. Ese resultado mejoró, pues el sector femenino ascendió al cuarto lugar y el masculino al quinto.

En el siguiente período continuamos participando en el circuito regional y asistimos a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014, donde los varones finalizaron sextos y las muchachas octavas, con una dupla muy joven. De regreso a La Habana me incorporé a la academia, donde estuve desde 2015 hasta 2019.

¿Cómo se siente tras el retorno al equipo nacional?

He acoplado muy bien con el entrenador principal Alain Hernández. Es un joven de mucho futuro. Con mi experiencia lo apoyo en todo, así como a las muchachas. Existe una gran diferencia respecto a mi grupo anterior. Aquel tenía menos físico, pero superior desarrollo técnico-táctico.

En esa época se jugaba mucho, asistían a ocho o diez torneos al año. Este grupo carece de eso, pero tiene tanto o más talento. No están para el Circuito de Norceca, sino para el mundial.

Les hablo mucho del sacrificio que entraña insertarse, pero tenemos el apoyo del Inder. Mientras otras selecciones nacionales del mundo tienen que buscar un patrocinador, nosotros ya lo tenemos. Por eso hay que darlo todo y alcanzar el mejor resultado posible.

¿Qué les aconseja?

Insisto en que deben lucir bien siempre, en la mentalidad ganadora, en “batirse” con cualquiera y en no permitir que un rival ya superado les gane después.

Ellas se entrenan duro y les pedimos que compitan con igual entrega para ganar el respeto de las rivales. Por eso sus antecesoras asistieron a tres citas olímpicas consecutivas.

¿Guarda algún recuerdo especial?

El quinto lugar logrado junto a Eugenio Ortiz en la exhibición olímpica efectuada en Almería, España, una semana después de los Juegos de Barcelona 1992. Vencimos sensacionalmente a Timmons y Obradovich, el segundo dueto de Estados Unidos. El oro fue para la primera dupla de ese país, integrada por los excepcionales Sinjin Smith y Randy Stolos.

Nuestra actuación resultó la mejor hasta que en Río de Janeiro 2016 Sergio González y Nivaldo Díaz subieron a ese mismo escaño. En Atlanta 1996, durante el debut oficial de la modalidad, Francisco Álvarez Cutiño y Juan Rosell Milanés quedaron séptimos.  

¿Qué necesitan los playeros de casa para elevar su nivel?

Más competencias. Sería bueno explotar mejor los hoteles frente a las playas y fortalecer el circuito nacional. Los ganadores podrían recibir como premio la asistencia a una lid internacional, como la fase de Norceca en Varadero.

Los atletas competirían más, se propiciaría el espectáculo y el turismo. Hay que sensibilizar a todos esos actores, pues tenemos los escenarios perfectos.

¿Falta algo más en particular?

Creo que motivación, porque el juego es fundamental. Los atletas promueven al equipo nacional con muchos problemas técnicos. Pulimos cada detalle y con muy pocos partidos de preparación salen y alcanzan buenos resultados. Si compitieran más el desarrollo sería otro, incluido el de los entrenadores.    

¿En definitiva le gustó más la playa que la sala?

Hubiera querido jugar en la arena desde el principio, pero comencé una década después. Prefiero esa modalidad, tocas más el balón y te desarrollas. Estás obligado a recibir, pasar y atacar. Nunca dejas de manipular la bola. El voleibol de playa es un deporte extremo, se juega a temperaturas altas o bajas, al sol o lloviendo. Al principio se hace difícil, pero te adaptas. Yo lo hice bastante rápido.

¿Qué representa el voleibol?

Mi vida, mi eterna novia. Le he dedicado más tiempo que a mi propia casa. Quizás por ello me quedé con un solo hijo, a quien traté de inclinar hacia el deporte, pero no le gustó. Él y mi madre, ya fallecida, siempre me apoyaron.

Mis atletas también son como hijas. Tenemos buenas relaciones y trato de contribuir a su formación transmitiendo todas mis vivencias, no solo las del deporte. El grupo actual es muy asequible, escucha los consejos y las anécdotas que conservo luego de 45 años en el mundo del voleibol.