EN EL contexto actual del tercer milenio se anuncian cambios fundamentales que se soportan en el valor del conocimiento, la información y la innovación.

Existen grandes desafíos como la paz, el desarrollo sostenible, el impacto del hombre sobre el medio ambiente, la producción de alimentos, la eliminación de la pobreza y más recientemente el enfrentamiento a la COVID-19. La búsqueda de soluciones al respecto se torna imperiosa.

El deporte como fenómeno social no escapa a este contexto y ello convoca a la reflexión. El inicio de siglo ha estado marcado por una exagerada comercialización y profesionalismo, por el trasiego de atletas hacia países ricos y por el alto costo de la tecnología y los medios de entrenamiento.

La especialización temprana, el descubrimiento de talentos y el exceso de controles biológicos en el proceso de entrenamiento son fenómenos muy debatidos también en la contemporaneidad.

Se muestra ante nuestros ojos la transformación del mapa atlético global, marcado por violaciones éticas como el consumo de sustancias agresivas, prohibidas y repudiadas, al tiempo que productos farmacológicos ergogénicos y recuperantes se venden a precios cada vez más elevados.

Desde el punto de vista competitivo se adaptan las reglas técnicas, los horarios y entrenamientos según las necesidades de los medios de comunicación, entidades que obtienen las mayores ganancias.

Si todo eso fuera poco, lograr resultados seguidamente implica mantener la forma deportiva por largos períodos de tiempo, requisito no logrado en la medida deseada, debido al aumento considerable de los eventos.

Todo lo citado anteriormente, más la influencia que sobre el deporte ejerce el desarrollo de las ciencias aplicadas, exige que la preparación de los atletas posea un alto grado de perfeccionamiento. Es decir, optimizar los aspectos científico, técnico y metodológico para enfrentar la realidad y salir victoriosos.

Para nadie constituye secreto que la ciencia ha influido notoriamente en los resultados destacados del deporte cubano en los últimos años.

Más de 400 defensas realizadas en el Tribunal permanente de doctores en ciencias de la cultura física, incluyendo extranjeros; los cerca de 250 doctores en ciencias provenientes de otras áreas del conocimiento que aportan al deporte cubano, sobre todo a pie de obra; y los cientos de másteres y especialistas significan un claro respaldo a los títulos olímpicos y mundiales obtenidos por la Isla tras el triunfo revolucionario de 1959.

Sumemos el quinto lugar logrado en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992; la permanencia entre las 20 potencias históricas bajo los cinco aros; los casi 100 atletas que ostentan la doble condición de campeones mundiales y olímpicos; los cientos de monarcas y reinas universales juveniles, entre otros méritos.

Fuera de los escenarios competitivos destacó la obtención de la Orden Olímpica por varios compatriotas, así como el Premio Mundial Deporte e Innovación 2015, entregado por el COI entre 206 comités olímpicos nacionales.

Esos triunfos estuvieron respaldados por la ciencia en función del deporte y no al revés. Por tanto, ahora requerimos adaptaciones para mantenernos cerca de la “realidad” en este mundo globalizado. Toca innovar, crear, cambiar mentalidades, combatir malos hábitos y aplicar las nuevas tecnologías que distancien los resultados de todo aquello que atente contra la ética y la salud de sus protagonistas.

Insisto además en lo urgente de desarraigar tabúes y creencias erróneas en la preparación de los atletas, persistentes en no pocos directivos y entrenadores. No puede haber esquemas ni dogmas en el proceso de entrenamiento.

Algunos tienden a construir parcelas en torno al papel de cada actor en el proceso de entrenamiento deportivo.

Ideas y acciones inadecuadas limitan entonces el hacer, niegan las iniciativas y la certidumbre de que solo el esfuerzo colectivo provee respuestas a las situaciones más complejas.

Existen entrenadores y especialistas que no asumen la confrontación de ideas como vía para la actualización de sus prácticas, ante lo cual suscribo que la unidad de principios no significa unanimidad e incondicionalidad, y tampoco puede llevarnos a la ausencia de crítica. Tengamos presente los cambios constantes a que está sometido el campo del deporte.

Los recursos humanos deben estar permanentemente en superación y estudio, ya que dirán siempre la última palabra. Pero en los últimos tiempos se incrementa el empleo de bibliografía foránea, cuyos autores en gran medida establecen consideraciones a partir de recopilaciones de datos y no de la experimentación científica. Ante esa realidad, van disminuyendo los criterios de estudiosos cubanos en las investigaciones realizadas.

Muchos autores extranjeros excluyen de sus informes los métodos, muestras y metodologías empleadas, de ahí que sus resultados cedan y no merezcan la condición de “brújulas”. No nos dejemos confundir por nombres muy utilizados en los últimos años.

Recordemos que durante mucho tiempo no pudimos acceder a bibliografía extranjera de calidad, y aún así construimos una potencia deportiva mundial.

En las décadas de los años 70 y 80 del pasado siglo, cuando se inició la Licenciatura en Cultura Física (1973), la mayoría de los entrenadores de las selecciones nacionales formaban parte de la plantilla de estudiantes.

Dentro del Instituto Superior de Cultura Física Manuel Fajardo todos éramos profesores y alumnos a la vez. Los trabajos de diploma tuvieron lugar con los propios atletas, algo nunca visto en otros países. Como era de esperar, los dividendos acabaron siendo únicos e indiscutibles. Hoy no sucede así, al menos en igual medida.

La etapa de logros internacionales de mayor envergadura para Cuba tuvo como influencia, entre otros aspectos, a aquel modelo de formación. Por eso, en el afán de que los atletas de la Isla se mantengan en la senda del triunfo, urge reevaluarlo y apelar a sus principales aportes.

El empleo de nuestros conocimientos de referencia, producto de ejercicios y defensas de maestrías y doctorados, avalan los resultados deportivos obtenidos. Contamos con especialistas reconocidos a nivel internacional, citados por similares debido a los éxitos alcanzados con sus investigaciones.

Sostengo que disponemos de un arsenal de investigadores de elevada calificación, quienes aportan un caudal científico de cara a los nuevos retos.

Los destinos científicos del deporte cubano marchan por buen camino gracias a la elevada maestría de sus cultores, preparados en el orden teórico a través de las tesis de connotados académicos de casa.

De igual forma resalta el salto cualitativo del claustro de profesores de la universidad, lo cual posibilita la formación de profesionales más eficientes en beneficio de Cuba y el mundo, sabida su proyección internacionalista.

El deporte cubano siempre ha tenido base científica, reforzada en los últimos años por defensas doctorales en esferas como el alto rendimiento, la recreación, la cultura física terapéutica y la metodología del entrenamiento, entre otras.

Debemos seguir desarrollando un pensamiento científico, ser optimistas y asegurarnos de que al deporte cubano no le falte jamás ese basamento. Sin eso no tendremos nuevos y más rotundos éxitos.