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La Habana
Año 66 de la Revolución
NORMA 50 DEL COI Y MÁS...
El mundo, el deporte, no necesitan treguas…

Aquello que no se resuelva en las sociedades hallará siempre expresiones en las justas deportivas...


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
lunes, 5 de octubre de 2020 09:24 AM



Tommie Smith y John Carlos en México 1968.Foto: Tomado de Internet.

La Habana.- LA HISTORIA olímpica está irremediablemente ligada a hechos de naturaleza política. Imposible repasar su pasado y presente sin detenernos ante sucesos que la marcaron en ese sentido, incluso pasando sobre sus estatutos y una regla en particular que prohíbe actos ajenos al espíritu netamente deportivo.

La norma 50 de la Carta Olímpica refiere de modo claro que no está permitido, en el marco de sus juegos, manifestación alguna de propaganda política, religiosa o racial. Extiende su alcance a la prohibición de carteles comerciales o publicitarios, salvo los de sus patrocinadores.

Esto último resulta lógico y no preocupa demasiado a la familia olímpica. Sin embargo, el impacto de las luchas sociales, sobre todo las vinculadas a la discriminación por origen étnico y color de la piel, genera mucha polémica.

Dos acontecimientos devenidos hitos —no son los únicos— vienen a la memoria una y otra vez cuando se trata este tema, ocurridos en las citas olímpicas de Berlín 1936 y México 1968.

En la Alemania nazi, Hitler pretendió utilizar los Juegos para apuntalar su nefasta ideología sobre la supremacía aria. Frente a sus propósitos, la actuación de los afronorteamericanos en el atletismo resultó una notable ofensa.

Los cuatro títulos de Jesse Owen se erigieron como respuesta a las posturas fascistas, y echaron a perder la fiesta de unos anfitriones deseosos de mostrar al mundo la superioridad de su raza.

No obstante, la reivindicación del Black Power vivida en la capital mexicana hace 52 años parece ahora más vigente que nunca. Entonces, los también afronorteamericanos Tommie Smith y John Carlos subieron al podio de los 200 metros, y mientras se escuchaba su himno, levantaron sus manos enguantadas de negro y bajaron la cabeza.

Hoy, en un mundo revuelto y con recientes y preocupantes manifestaciones racistas, voces de deportistas toman fuerza para exigir justicia e igualdad, así como el derecho a hacerlo desde cualquier plataforma.

La muerte del afrodescendiente George Floyd, a manos de la policía, desató una oleada de protestas en Estados Unidos, las cuales se extendieron al resto del planeta. La lucha, bajo el lema Black Live Matter, no tardó en encontrar apoyo en las ligas de baloncesto (NBA) y béisbol (MLB), consideradas las mejores y más mediáticas a nivel global.

En contexto, la cercanía de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio hizo disparar las alarmas, pues muchas voces claman por el derecho de los atletas a expresar sus convicciones desde cualquier espacio, incluidos los dispuestos bajo los cinco aros.

«Los atletas no volverán a ser reducidos al silencio. Nos encontramos ante una encrucijada. El COI y el CPI (Comité Paralímpico Internacional) no pueden seguir penalizando a los deportistas que defienden sus convicciones, sobre todo cuando estas convicciones ilustran los objetivos del olimpismo», expresan los firmantes de una reciente carta, entre quienes se incluye el ya septuagenario John Carlos.

Sin embargo, ante las peticiones de revisión de la vigente norma 50, la posición del COI ha sido tajante. Incluso en medio del complejo panorama actual, ha expresado su sensibilidad con la lucha racial, pero siempre que se realice de manera digna y dentro de los estatutos de la Carta Olímpica.

El organismo considera, además, que hincar rodilla en tierra como señal de protesta mientras se escucha el himno de un país —como ha sucedido en las principales ligas profesionales estadounidenses- contraviene sus estatutos.

No obstante, el COI ha dejado la puerta abierta para escuchar y obtener criterios a través de su poderosa comisión de atletas. De momento no habrá cambios y la fiesta de Tokio se regirá el próximo verano por las reglas vigentes.

DEPORTE Y POLÍTICA

La relación entre deporte y política resulta demasiado amplia y sus expresiones en los escenarios competitivos no poseen una mirada única. Abundan criterios divergentes, pues mientras algunos consideran ideales las circunstancias generadas alrededor de los certámenes (para expresar criterios), otros tachan de oportunistas a quienes intentan convertirlos en tribuna, sobre todo porque no están al alcance de todos.

«El deporte nació con una perspectiva ideológica inherente, ha sido explotado políticamente por regímenes de muy diversa índole y además lleva en su esencia la competición entre identidades nacionales, locales o electivas, entre proyectos de convivencia, maneras de ser y vivir», asegura Xavier Pujadas, profesor de Historia del Deporte en la Universidad Ramón Llull, de Barcelona.

Por otro lado, en un texto publicado por Al Jazeera se cuestiona si beneficia o no «usar el deporte como plataforma de activismo y cambio social», pues algunas actitudes pudieran generar más rechazo que aceptación. Eso, sin contar las represalias que pueden sufrir a nivel social o en sus carreras profesionales aquellos que se aventuren a protestar en un entorno competitivo.

Como ejemplo cita el caso de Colin Kaepernick, jugador de fútbol americano que se arrodilló como protesta mientras sonaba el himno nacional. El joven vio rescindido su contrato al final de la temporada y ningún otro equipo se atrevió a ficharle por miedo a la reacción de los patrocinadores.

Algunos entendidos sostienen que las muestras de activismo no acabarán con injusticias tales como el racismo sistémico que padece Estados Unidos. Sin embargo, Pujadas valora el notable impulso que aportan los deportistas cuando se comprometen con diversas causas sociales.

«Paralizar la liga de manera definitiva habría transmitido a la sociedad el poderoso mensaje de que hay situaciones en la vida en que el deporte pasa a segundo término, incluso para los profesionales del deporte», afirma el catedrático en referencia al momento en que la NBA estuvo a punto de suspender su actual temporada, luego del tiroteo policial en Wisconsin que casi cuesta la vida al afrodescendiente Jacob Blake.

El debate existe y continuará. Las injusticias, ciertamente, no se resolverán en los predios del deporte, pero los atletas seguirán siendo una fuerza poderosa para encauzar los ideales más altos.

Aquello que no se resuelva en las sociedades hallará siempre expresiones en las justas deportivas, incluso en las ocurridas bajo los cinco aros.

Leyes, disposiciones, amenazas y hasta la famosa norma 50 del COI podrían ser violadas otra vez por atletas dispuestos a pagar el elevado precio de su verdad, de su causa. Sépase.

Todos aspiramos a lides en que reinen la paz, la confraternidad y el entendimiento. Pero no son treguas lo necesario, sino tiempos duraderos presididos por estos valores. Solo entonces, quizás, el deporte podría ceñirse a lo puramente competitivo. Y tampoco.

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