Nur Sultán, Kazajistán.- EL LUCHADOR turco Riza Kayaalp (130 kg) ha logrado hoy su cuarta corona mundial absoluta en el estilo grecorromano. Eso merece sinceros elogios, por más que su victimario en la final haya sido el joven cubano Oscar Pino.

El público local apoyó mayoritariamente al nuestro, mientras una encendida barra turca hizo gritos constantes por el suyo. Fue el cierre de la velada de martes, el momento cumbre, y lo sucedido sobre el colchón respetó a la afición, aunque no hubo la espectacularidad de otras veces.

Riza, respetuosamente, corrió con “suerte”. Logró la pasividad del cubano en el primer período (1-0) y ello, lejos de asegurarle algo, lo colocó ante el filo de la navaja. ¿Por qué? Debido a que del trabajo en cuatro puntos no sacó nada, absolutamente nada.

Pino debía continuar entonces su trabajo arriba, luchando, metiendo el brazo, para agotar a un hombre de menos reservas físicas y que suele disminuirse en las postrimerías de los duelos.

Sin embargo, la ansiedad por empatar las acciones llevó al habanero a emprender una acción que terminó en pase atrás del oponente (3-0), más curtido y “zorro” en estas y otras lides de envergadura.

En el segundo tiempo sucedió lo que los técnicos antillanos habían augurado: Kayaalp no pudo mantener el ritmo y recibió la penalidad correspondiente (3-1), que sin la infausta acción anterior de dos puntos, habría marcado la ventaja del cubano por última acción.

A estas alturas algún lector puede preguntarse si no había otras opciones para ganar, pues claro que sí, solo que a este nivel no es asunto de coser y cantar. Hay peleas que se ganan con una proyección de gran envergadura, y otras con el librito propio de esta disciplina. Este era el segundo caso.

Lo cierto es que Riza vuelve a imponerse –por tercera vez- en el Mundial previo a unos juegos olímpicos, recordemos que en 2011 y 2015 aventajó a Mijaín López en las finales de Estambul y Las Vegas, respectivamente.

Ni hablar del merecido júbilo turco, con cánticos y banderas que lo inundaron todo. Y ni mencionar el pesar de nuestro joven, quien al ingresar en los pasillos interiores de la Barys Arena se sentó en el suelo y lloró, así de simple.

Su profesor Raúl Trujillo y el legendario Filiberto Azcuy lo sacaron de esa mala fase con una verdad indiscutible: este es un gran resultado y Cuba está orgullosa de ti. ¡Santa palabra!

Al rato, con la medalla de plata al cuello, dialogó con JIT y ofreció sus pareceres. No estaba feliz, apenas empezaba a “metabolizar” la idea de tener tan cerca la gloria y no poder atraparla.

«Llegamos hasta aquí a buen paso. Esta vez no se pudo lograr la medalla de oro, pero no ha sido por una mala preparación. Llegué muy bien, hoy se vio, opté por el título de los pesos completos y no pude ganar. Sabemos que el rival es difícil, tiene carretera y en Cuba lo conocemos perfectamente», apuntó inicialmente.

«Una vez más nos tocó enfrentar a Kayaalp, pero la guerra no está perdida. Hay que tratar de borrar esos detalles por los que perdimos la pelea», agregó con una visión ya positiva de los acontecimientos.

«Agradezco a mi familia y al pueblo de Cuba. Quiero que sepan que hay un candidato a lo mejor en este deporte. Trataré de dar lo mejor toda mi vida», dijo luego espontáneamente.

Sobre la acción que decretó la suerte del combate, Pino comentó: «la inicié yo, pero me apuré queriendo igualar las acciones, ya que vi la posibilidad de sacarlo de la zona de combate. Él giró, yo resbalé y se me pasó atrás. Quería irme al descanso con un empate. La pelea fue muy táctica en todo momento».

Finalmente expresó: «el gran objetivo de la temporada era clasificar la división para Tokio 2020 y se logró. Estoy preparado para lo que viene, tengo mis objetivos bien planteados y puedo hacer grandes cosas».

Se retiró al examen doping abrazado del estonio Heiki Nabi y cerca del georgiano Lakobi Kajaia, los medallistas de bronce de este peso.

Todavía en la relampagueante sala, Kayaalp festejaba con su público, exhibiendo una doradísima medalla y la faja que los anfitriones han tenido a bien entregar acá. La prensa, bastante prensa, lo aguardaba a nuestro lado para obtener su testimonio.

Ya nos enteraremos qué dijo cuando una buena alma traduzca al inglés lo que expresó en “clarísimo” idioma turco.

No obstante, la parte mala de lo ocurrido, para él, tiene que ver con las caprichosas cábalas: cada vez que ganó el llamado “Mundial preolímpico”, un señor llamado Mijaín le negó el sueño de su vida, la gloria bajo los cinco aros.

Tokio 2020 tiene ahora la última palabra…