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VIERNES 26
ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Reinaldo Ros Chibas
Un pionero del taekwondo en Cuba

Se dedicó a este deporte por embullo, debido a las películas de artes marciales que veían en el cine y la televisión.


Por: Tony Díaz Susavila
(antonio.diaz@inder.gob.cu)
lunes, 29 de marzo de 2021

Trayectoria...

Medallista de bronce en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata. Integrante de la selección nacional de taekwondo durante un lustro. Miembro del colectivo de entrenadores del equipo Cuba para varones.

En la actualidad...

Principal preparador de la selección de parataekwondo de Cuba.

 


SER PIONERO implica arrojo, perseverancia e inteligencia. De ello está dotado Reinaldo Ros Chibas, quien a los 46 años de edad siente el taekwondo como mismo lo hacía un cuarto de siglo atrás, cuando escaló el podio de los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995, en Argentina.

«Todo comenzó por embullo, debido a las películas de artes marciales que veíamos en el cine y la televisión en la década de los años 80», dice Piqui, como le llaman en su natal municipio de Playa y dentro de la familia internacional de este deporte.

¿Fue consciente del futuro promisorio que le esperaba?

De futuro, nada. Solo queríamos dar patadas voladoras. Ni siquiera sabíamos una técnica para golpear con eficacia. Imitábamos lo que recibíamos del cine y la televisión, cuya mayor parte era truco.

Entonces un amigo me habló del gimnasio ubicado en el Ministerio de la Construcción, donde podía aprender algo llamado taekwondo. La verdad es que pasaron varios días hasta poder pronunciar bien esa palabra y comprender su significado. Hoy lo primero que enseño a mis muchachos es que Tae Kwon quiere decir poner puños y pies bajo control.

¿Cuándo ocurrió eso?

Entre 1988 y 1989. El gimnasio quedaba bastante lejos de Playa, así que poco después me trasladé a las canchas de 70 y 7ma., donde me recibió Raimundo Miguel Falcón Silva, a quien considero el mejor entrenador de iniciación en esta disciplina.

Sabe cómo llegar a los alumnos, no importa si se trata de adolescentes, jóvenes o mayores. Desarrolla la sicología para motivar y hacer entender que el taekwondo no es un arte marcial para defenderse, sino un deporte para formar a hombres y mujeres para toda la vida.

¿Recuerda el primer torneo de rigor?

Ocurrió en 1990: un campeonato provincial eliminatorio que resultó de captación para la primera academia provincial de taekwondo existente en Cuba.

Fue una de las mejores. De ahí salí para el primer campeonato nacional organizado en Bayamo, Granma, en 1990.

Una experiencia difícil…

Tuve un debut fatal: quedé sexto. Aquello me hizo sentir mal y a la vez entrenar más, con tremendo sacrificio, pues estudiaba Conformación de Metales en el tecnológico Amistad Cubano-Soviética. Tanto aproveché los entrenamientos que gané plata en el torneo nacional juvenil e ingresé en la Espa Nacional.

Un gran maestro, Alberto Borja, me acogió como parte de un grupo de muchachos en su mayoría provenientes de La Habana y Holguín. Tiempo después me hizo campeón nacional absoluto de los 50 kg.

Como no teníamos mucha información, me fui a casa y estando de vacaciones recibí un mensaje para incorporarme a la preparación rumbo a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Ponce 1993.

¿Quiénes le ayudaron en esa preparación?

Sabía que no iba a clasificar, pues era de los más nuevos. No aguantaba los entrenamientos, las pulsaciones andaban por el cielo. Me ayudaron mucho los atletas de La Habana, entre quienes había figuras reconocidas como Nelson Sáez y Roberto Abreu, el primer medallista mundial juvenil de Cuba.

En la selección élite pasé cinco años, y aunque tuvimos profesores como Lázaro Alfonzo Pluma, único cubano en podios mundiales de karate y taekwondo, Nelson y Abreu nos guiaban hasta cumplir sus exigencias.

Era el más bajito del grupo, apenas 1.68 metros, en un deporte hecho para hombres de piernas largas, con mayor alcance en el pateo, técnica que ofrece más puntos en los combates.

¿Y qué pasó con Puerto Rico?

No clasifiqué, asistió Amaury Batista. En aquel momento el techo para el taekwondo estaba en las lides panamericanas. Todavía no se competía en los juegos olímpicos. Todo el roce internacional ocurría en los eventos organizados en Cuba como el Festival de Verano y la Copa Cuba Mar.

En esa última vencí a taekwondocas argentinos, dominicanos y españoles, de ahí que hiciera el equipo a los Juegos Panamericanos de Mar del Plata.

¿Cómo fue la preparación para esa convocatoria?

Muy buena, con todos los hierros y quedó demostrado en los combates realizados para la medalla de bronce. Gané dos y “perdí” solo con el argentino. En realidad quedamos empatados, pero le ayudó su condición de anfitrión. Se quedó con la plata en la final ante el representante de México.

Esa fue mi única lid en el exterior como atleta. Al regreso ya no podía hacer el peso, empezaron los problemas y tuve que abandonar la selección. Se sumó la desaparición de la división.

Pedí pasar a los 54 kg, una categoría superpoblada. Tocaba ganar la plaza frente a hombres altos y de mayor alcance. Entonces decidí parar. Me dolió, pero no quedaba de otra, me ganó la naturaleza. Continué un tiempo más para ayudar al municipio.

¿Se le había acabado el taekwondo?

El profesor Falcón me llamó para ayudar y empecé como activista. Sin embargo, la directora del Inder en Playa, María Elena González, dijo que no quería más activistas, que yo era muy joven y necesitaban profesionales, así que estudié la Licenciatura en Cultura Física en la UCCFD Manuel Fajardo.

Sin proponérmelo llegué a entrenador de sus hijos, entre quienes Frank Ismel Díaz resultó medallista de bronce panamericano.

Junto a Falcón preparé a muchachos desde las categorías más pequeñas. Después viajé a Venezuela para trabajar en Barrio Adentro y de regreso estuve en la Eide Mártires de Barbados.

Posteriormente pasé al colectivo del equipo Cuba varonil, como prestación de servicios. El jefe técnico era Leudy González, el preparador de Ángel Valodia Matos, nuestro único campeón olímpico. Había sido mi compañero cuando atleta y en esa nueva etapa me enseñó mucho. Cumplí cuatro años allí, a la espera de una oportunidad para ascender. Entonces llegó el parataekwondo.

¿Cómo sucedió?

Cayó del cielo, pudiera decir. No sabía mucho, solo que se diferenciaba del taekwondo en que no se tiraban patadas a la cabeza. Por internet busqué casi toda la información: reglamento, videos de combates y técnicos…

En el primer campeonato nacional no salimos nada bien, pero en el siguiente ganamos oro y plata. Eso me convirtió en el entrenador del equipo Cuba y ya tengo atletas como el villaclareño Adrián García Rodríguez, subcampeón panamericano de Lima 2019 en la categoría K43-44 (-75 kg, amputados), candidato a asistir a los Juegos Paralímpicos de Tokio.

¿Se ve allí?

Los alumnos llegan como mineral en bruto y tienes que pulirlos. No pude realizarme como conformador de metales, pero algo de eso hay en mi trabajo con el deporte. He trabajado para llegar a los Juegos Paralímpicos. Sería lo máximo, el deseo, la ambición de todo amante del deporte.

Del mismo modo en que me convirtieron en bronce panamericano, puedo lograr que uno de mis alumnos suba al más importante de los podios. Ese es mi sueño.

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