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ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Raisa Suárez Machado
La constancia como virtud en la natación artística

Pudo desempeñarse como entrenadora, pero eligió la estomatología.


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
viernes, 12 de marzo de 2021

Trayectoria...

Integrante del equipo nacional durante 15 años, medallista en los Juegos Panamericanos de La Habana 1991 y varias veces en Juegos Centroamericanos y del Caribe.

En la actualidad...

Doctora en estomatología en la Esfaar Giraldo Córdova Cardín.


VIVIR a escasos metros del mar marcó definitivamente a Raisa Suárez Machado. Aprender a nadar desde pequeña condicionó su acercamiento al nado sincronizado, ahora denominado natación artística por esa unión entre arte y deporte.

A la piscina de su natal Guanabo llegó siendo una niña y buscando, como casi todos, algo de entretenimiento. No podía sospechar que empezaba a forjar una trayectoria de más de tres lustros en la selección élite cubana.

Ganó medallas en juegos centroamericanos y del Caribe, e integró el equipo que alcanzó el histórico bronce en la cita panamericana de La Habana 1991. Vivió, con total certeza, la mejor etapa de este deporte en la Isla.

Pudo desempeñarse como entrenadora, pero eligió la estomatología y así ha tenido en sus manos a muchos de los atletas que se preparan en la Esfaar Giraldo Córdova Cardín, ubicada al este de La Habana.

«Siempre supe que me faltaba la sensibilidad necesaria para ser entrenadora», alega sin dejar de reconocer a todas sus maestras, en especial a Gladis Rodés.

Conversadora y madre de una arquitecta a la que nunca le gustó el deporte, Raisa se mantiene fiel al mar, que por suerte le sigue quedando cerca. Acompañada por el sonido de las olas, dialogó con JIT sobre su época como atleta y los buenos momentos que le dejaron las piscinas.

Confiesa que no tenía habilidades artísticas, algo difícil de imaginar en su deporte. ¿Cómo logró entonces buenos resultados?

No las tuve, o mejor dicho, no tuve muchas. Pero compensaba con el resto… Era muy técnica y con la constancia de entrenar logré los resultados.

Me faltaba expresión, siempre lo decían. Creo que por eso no estudié la licenciatura en deportes y me incliné por la estomatología. Siempre he sabido que no tengo la habilidad para “montar” un equipo, un solo o un dúo… Con eso se nace.

Además de la técnica... ¿Qué más le caracterizaba?

Era muy fuerte y consciente en el entrenamiento. Con eso traté de borrar las deficiencias. Tampoco tenía mucha flexibilidad. Eso sí, gozaba de buena técnica y salía bien en la competencia de figuras, algo que me ayudaba a compensar.

Estuvo en tres juegos panamericanos… ¿Cómo los recuerda? 

Sobre todo recuerdo la primera vez, en Caracas 1983. Tenía solo 17 años y fueron mis mejores Juegos. Ya me habían otorgado la carrera de Estomatología y mi entrenadora Gladis me dijo: No sé qué vas a hacer, pero no puedes dejar el deporte… Tienes que seguir entrenando. A esa competencia llegué en gran forma.

En Indianápolis 1987 hice pareja con Teresa Pérez, a quien disfrutaba mucho cuando competía. Terminamos cuartas en dúo. Casi logramos el tercer lugar. Ya en La Habana 1991 formé parte del equipo y conseguimos las medallas de bronce.

Ganar una presea en una competencia como esa representa una de las alegrías más grandes de mi carrera. La sensación es bella, se trata de la culminación de un esfuerzo, sientes que lo hiciste bien y valió la pena.

La problemática de la expresión artística es recurrente. ¿Se hacía algo al respecto?

Buscábamos clases de ballet para ganar en lo artístico, pero siempre faltó algo más. Este deporte es muy técnico y agotan las rutinas en el agua. Por eso, creo, descuidábamos lo artístico.

Durante las ejecuciones de las coreografías falta el aire, subir y bajar tantas veces, y hacer movimientos de fuerza, va agotando… Los que miran muchas veces no imaginan nada, se entrena para eso. Resulta imprescindible mantener el peso corporal y la fuerza de piernas y brazos.

Lo que más le gustaba

Hacer dúo. Competir en equipo es bonito, pero requiere llevarse bien y desarrollar una gran compenetración. En pareja todo eso era más fácil.

Estudiar estomatología y ser deportista de equipo nacional exigió notables sacrificios…

Muy fuerte llevar el deporte junto a una especialidad poco afín. Los profesores de la facultad me ayudaron, pero necesité mucho esfuerzo. Entre mis virtudes está la constancia, siempre que empiezo algo lo termino. Eso me ayudó cuando pensaba que no iba a graduarme, y cuando pasé tiempo lejos de los entrenamientos y debí trabajar intensamente para recuperar la forma y emparejar con mis compañeras…

¿Repetiría la misma historia?

El deporte tiene más cosas buenas que malas. Lo feo es mejor no recordarlo. Todos los atletas pasan por eso, es inevitable…

No sé si volvería a ser deportista. Exige gran sacrificio y tengo dudas sobre si estaría dispuesta a vivir de nuevo una etapa tan dura. No obstante, me quedo con la satisfacción de lo bien hecho.

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