Santiago de Chile.- CUANDO se abrió la puerta del ascensor y entró en la sala Marcos Mayor, se rompió el silencio cómplice y comenzó el cántico alegre de felicitación.

Su rostro quedó pálido del asombro y apenas caminó unos pasos a donde le esperaban para agasajarlo, preso de la sorpresa.

Los adornos en la estancia delataban el motivo de la reunión, tanto como el feliz cumpleaños que entonaban alegres sus compañeros.

Desde temprano prepararon cuidadosamente la celebración de su cumpleaños 16, porque una fecha así no debía pasar desapercibida en absoluto.

"Marquitos" no va falto de palabras, puede hasta decirse que domina la retórica como cualquier técnica del taekwondo. Eso sí, habla con la pausa de un anciano venerable, preclaro.

Pero la timidez devino mutismo cuando se sintió el protagonista de la noche... «No sé qué decir», atinó mientras se encogía de hombros y enseñaba una sonrisa medrosa.

Del otro lado de un teléfono su familia acompañaba emocionada. Lejos fue entonces solo un adverbio de lugar.

En el salón le aplaudieron con especial cariño (porque al atleta más joven de la delegación le quieren como se quiere a un niño), mientras soplaba las velas sobre los pasteles, una costumbre tan difícil de rastrear en su origen como placentera y simbólica.

Todos disfrutaron, más cuando le abandonó el encogimiento y dejó el estrado del protagonista para perderse entre sus amigos y disfrutó como no esperaba... 

«Yo pensé que pasaría el día encerrado en la habitación», reconoció mientras tomaba un regalo de manos del vicepresidente primero del Inder, Raúl Fornés, quien le abrazó cerrando espacios a los protocolos.

La felicidad de Marquitos bien puede definir todo el ánimo de sus compañeros. Si se ausculta minuciosamente, puede escucharse el mantra de la interminable historia de superación de cada uno de ellos, sofocando el ruido molesto de cualquier adversidad.

La ceremonia del regocijo enseñó, a quien todavía guarde dudas, que siempre habrá motivos para celebrar la vida.

Si no que le pregunten a Marquitos, y a todos los que le acompañan obstinados en seguir adelante, en ser felices a pesar del más cruel de los infortunios. La respuesta surgirá contundente como las medallas.