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MARTES 7
MAYO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
PERIODISMO DEPORTIVO MARTIANO
La fuerza da salud

«Antes todo se hacía con los puños: ahora, la fuerza está en el saber, más que en los puñetazos; aunque es bueno aprender a defenderse...»


Por Víctor Joaquín Ortega
domingo, 28 de enero de 2018 08:58 AM



Foto: JIT Colaborador

La Habana.- EN EL QUEHACER periodístico el Apóstol de nuestra independencia no se quedó atrás de su oratoria y poesía; para muchos fue el sendero más potente por lo que escribió en Patria, arma a la altura del Partido Revolucionario Cubano para motivar la Guerra Necesaria que estaba organizando; trinchera indispensable, en contenido y forma, para responder con éxito a la contienda de pensamiento que el enemigo efectuaba, una conflagración que se repite en la etapa actual con superior técnica y ciencia —maldad también—y de la que no quedamos fuera. 

Y no solo por aquella misión, las colaboraciones en periódicos de varios países fueron y son manantiales al mismo nivel de su vida.

Para Jit escojo varios fragmentos de  mi ponencia “José Martí desde su periodismo deportivo”, presentada en los postgrados internacionales de la Cátedra de Periodismo Deportivo del Instituto de Periodismo José Martí.

El Héroe Nacional encontró tiempo y valoró penetrar en las contiendas atléticas. Comprendía su trascendencia e iba más allá de lo propio de ese ámbito. Lo tenía bien en alto y escribió en el número inicial de La Edad de Oro: «Los pueblos, lo mismo que los niños, necesitan de tiempo en tiempo algo así como correr mucho, reírse mucho y dar gritos y saltos». ¡Cuánto hay de ello en la cultura física y el deporte! ¿Dónde mejor que en dicho ambiente?

No se limitó a las lides de alta categoría: supo tratar la educación física y la recreación como se debe. Opinaba: «…la mente ha de ser bien nutrida, pero se ha de ver de dar, con el desarrollo del cuerpo, buena casa a la mente. Así como el bambú, más lleno de rumores que de frutos, crece en hojas inútiles que dan con él en tierra, así el hombre en quien no anda aparejado, con sólido pensar, sólido cuerpo. No se ha visto palacio bien seguro sobre cimientos de arena…» (La Nación, Buenos Aires, 14-8-1883).

Incluye a las damas en estas actividades cuando eran reducidas  a instrumento de placer y procreación, situación aún no resuelta del todo en la mayoría de los países y en la mente de no pocos hombres encadenados a la incultura, distanciados de la dicha plena por sus conceptos y acciones. Martí las coloca en la alegría atlética en sus líneas de avanzada para la etapa, con andares lógicamente superados.

Decía en La América, en marzo de 1883: «Para nuestras mujeres pudorosas, a quienes simpáticas razones vedan la asistencia a los gimnasios públicos, y que necesitan, sin embargo, tan grandemente de estos ejercicios, el gimnasio doméstico es de inapreciable ventaja: sin exponerse a ojos extraños, y en su propia habitación, pueden ejercitarse diariamente en todos los movimientos saludables que aumentarán la fortaleza de sus músculos y la armonía y gracia de sus formas».

Señalaba cómo la tisis tendría enorme obstáculo en los ejercicios físicos, de convertirse en habituales «en nuestras niñas y nuestros jóvenes». Hoy, miles de practicantes procedentes de diversas naciones demuestran la calidad atlética, muy alejadas de Margarita Gautier. Al liberarse, nos liberan.

Condenó, y de qué manera, el boxeo consolidado entre fines del siglo XIX y principios del XX vía negocio, coincidente con la conversión del capitalismo premonopolista en imperialismo; de semejante compañía, qué podía esperarse. Mientras, sobraban loas sobre esta disciplina en su envilecimiento mayor, al hacerse por dinero, se iban por el lado sensacional de las contiendas del jab y del upper cut, abrazaban lo comercial y lo salvaje. Transcribo algo de lo que razonó en relación con la pelea entre Sullivan y Ryan por el cetro mundial de los pesos pesados: «Aquí los hombres se embisten como toros, apuestan a la fuerza de su testuz, se muerden y se desgarran en la pelea, y van cubiertos de sangre, despobladas las encías, magulladas las frentes, descarnados los nudos de las manos, bamboleando y cayendo, a recibir entre la turba que vocea y echa al aire los sombreros, y se abalanza a su torno, y les aclama, el saco de monedas que acaban de ganar en el combate.

»…Y lee el hijo, en el diario que trae a casa el padre, a qué ojo fue aquel golpe, y cuán bueno fue aquel otro que dio con el puño en la nariz del adversario, y con éste en tierra, y cómo se puede matar empujando gentilmente hacia atrás el rostro del enemigo, y dándole con la otra mano junto al cerebro, por el cuello. Y publican los periódicos los retratos de los peleadores, y sus banderas de combate, y diseño de los golpes…» (La Opinión Nacional, Caracas, 4-3-1882).

Estos reporteros usan palabras de novela para llegar a los lectores, dice. Brindan así potencia, desarrollo y magia a la prensa y no solo en la rama que cubren: aunque ¡cuánto veneno contienen y hacen digerir! Estimo lo planteado por él en La Opinión Nacional, el 22-3-1882: «Mas la palabra tiene alas, y vuela caprichosa, y se entra en mundos ignorados e imprevistos, y aquel que habla en nombre del pueblo, ha de poner rienda doble y freno fuerte a su palabra alada… Como la llaga con hierro ardiente, ha de ser quemado en su cueva el talento que no sirva a la virtud».

Atinados pensamientos del Maestro en la sección La última página del primer número de su publicación consagrada a los niños americanos: «Antes todo se hacía con los puños: ahora, la fuerza está en el saber, más que en los puñetazos; aunque es bueno aprender a defenderse, porque siempre hay gente bestial en el mundo, y porque la fuerza da salud, y porque se ha de estar pronto a pelear, para cuando un pueblo ladrón quiera venir a robarnos nuestro pueblo. Para eso es bueno ser fuerte de cuerpo; pero para lo demás de la vida, la fuerza está en el saber mucho…»

Añado: en una reunión, ante la ofensa de Zambrana en respuesta a una posición correcta del autor de Escenas norteamericanas, le espetó al futuro rajado (autonomista) no caber en los pantalones que llevaba y le fue arriba. La intervención de varios compañeros evitó la pelea. Por cierto, jamás se manifestó contra la disciplina del cuadrilátero cuando no estaba enlodada por la plata.

A favor del gimnasio y un determinado mecanismo, en La América, en marzo de 1883: «Para desenvolver los hombros, dar poder de impulsión al brazo y ponerse en actitud de defenderse de algún ataque brusco de puños ajenos, el aparato tiene un saco pequeño que se cuelga de la barra horizontal, y donde el puño cobra fuerzas dando golpe tras golpe. Como las muñecas necesitan desenvolverse, el aparato tiene un rodillo enlazado con las pesas, dedicado exclusivamente al desarrollo de las muñecas».

Lo que señala en un comentario con respecto a los caminantes del Madison Square Garden cabe para los demás shows mancilladores  de entonces y actuales en el ramo: «…y se arrastran por la pista revuelta como jacos de posta, sudorosos y latigueados, —y ruedan por tierra, hinchadas las rodillas y tobillos, o caen inertes como resortes rotos o masas apagadas— por unos cuantos dineros, a cuyo sonido, al rebotar sobre los mostradores de la entrada, aligeran y animan su marcha». La Opinión Nacional, Caracas, el 22-3-1882.

Y tiene para los deportes extremos. Aprecia que los seres humanos hallan goce en los riesgos: «Los hombres de todos los países, blancos o negros, japoneses o indios, necesitan hacer algo hermoso y atrevido, algo de peligro y movimiento, como esa danza del palo de los negros de Nueva Zelandia» (La Edad de Oro, Edición de apertura. Julio de 1889). Pero se opone cuando es manchado por los negocios. En nuestra época ni el olimpismo ha sido perdonado por las máculas.

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