La Habana.- «TODA pelota con trayectoria por encima de cualquier parte del home la hace potencialmente elegible para ser "cantada" strike.»

Esa es la definición genérica del supervisor de árbitros de Ligas Menores estadounidenses de béisbol, Jorge Bauzá.

Durante un taller de cuatro días impartido en La Habana a oficiales cubanos el puertorriqueño fue enfático en que homogenizar la zona de strike es vital para el respeto a cualquier liga.

El plato (home plate) es un pentágono de 17 pulgadas de largo; 8,5 de ancho y un triángulo isósceles apuntando al cátcher con dos lados de 12.

Para que sea decretado el strike la bola también ha de estar a una altura entre las rodillas del bateador y sus axilas.

Es el área tridimensional aproximada válida sobre el home por donde el lanzador debería pasar la bola para que se pueda validar.

El rango vertical suele ser apreciación del umpire, estando comprendido en el espacio aproximado que va desde las rodillas del bateador a la altura de las axilas o el pecho (se suele decir "a la altura de las letras" haciendo referencia a donde usualmente se encuentra el nombre del equipo en el uniforme).

El horizontal va delimitado por el ancho del home (8,5 pulgadas).

Bauzá puso empeño en el Latinoamericano, durante sus clases prácticas, en que cada uno del centenar de jueces, supervisores y comisarios técnicos concurrentes tuviera en cuenta lo que implica un buen "conteo", amén de que son humanos, no máquinas.

Solicitado por lanzadores y mentores de equipos para trabajar en home, el ya retirado Omar Lucero considera que la zona de strike es una, pero son varios los árbitros que hacen interpretaciones particulares, lo que desdice del actuar.

Único en Cuba que "cantaba" las bolas, el exinternacional de 32 años de profesión, destacó por acertadas actuaciones tras el plato.

«Hay muchos detalles en los que tienes que centrarte. Por ejemplo los receptores cambian de posición para ampliar la zona de los lanzamientos y ello puede confundir. En ese caso, tienes que ajustarte como los bateadores», indicó.

Recapitular, cumplir con rigurosidad, incrementar profesionalidad serán máximas para los "vestidos de negro" que desde el 21 próximo salgan a las gramas de los estadios para la segunda edición del campeonato nacional para menores de 23 años.

Un total de 32 oficiales y 10 suplentes estarán entonces en el centro del colimador.

Bien lo han dicho directivos implicados hasta la médula en el asunto, como el jefe nacional de arbitraje Luis Daniel del Risco o el director de la disciplina, Heriberto Suárez: «Hay  que incrementar la calidad».

«Todos los árbitros participantes en la II Serie Nacional para menores de 23 años serán evaluados diariamente por un grupo de supervisores que tienen la obligación de controlar el trabajo de cada uno de ellos y del grupo en general, velando por el cumplimiento de lo orientado en el seminario», abundó del Risco.

«Tenemos que ganar en que nuestro trabajo sea homogéneo. Hoy no puede ser de una forma y mañana de otra. Es imprescindible lograr la consistencia del mismo durante cada juego», dijo.

«Nuestros árbitros y supervisores serán evaluados con rigor y se analizarán los errores, adoptándose las medidas correspondientes, sin extralimitarnos, siempre velando por cuidar la imagen de los árbitros y del espectáculo», sentenció.

«Esta competencia (la sub-23) nos brindará la mejor manera de poder evaluar a los más jóvenes, para su incursión en la 55 Serie y de conocer cómo se ha asimilado lo impartido en la clínica», concluyó.