Jesús Menéndez, Las Tunas.- NACIÓ en un territorio intrincado de la geografía cubana, pero tuvo la suerte de que hasta allí llegaran el deporte, la cultura física y la recreación con toda intensidad.

Nirian Leyva Pavón ya pasó de los 40 años y desde niña se vio  ligada a los ejercicios, incluido el judo, pero destaca sobre todo por el trabajo que realiza en las comunidades con ancianos, niños y jóvenes.

Graduada de profesora desde 1989, siente que nació para lo que hace, se considera una enamorada de la educación física y recibe los premios como un impulso para seguir contribuyendo a la salud y el bienestar de sus compatriotas.

El más reciente fue el de Mejor Profesora de actividad física en esta provincia oriental, pero su amplio currículo también incluye la medalla Rafael María de Mendive, la Orden Honor al Mérito del Trabajo, otorgada por el Ministro de Educación de Venezuela y la Llave del municipio Bolívar, Estado Sucre.

«Ese era un premio al profesor más popular y fui elegida por encuesta», dice sobre su estancia como colaboradora en esa nación amiga.

«Adoro el trabajo comunitario, me gusta el destinado al adulto mayor, ayudarlo a mejorar su calidad de vida, sentir la satisfacción que se produce cuando rehabilitas a un anciano me hace feliz», confiesa a JIT en su Salgacero natal.

«Lograr que vuelva a caminar o incorporarse a la sociedad después de recuperarse de cualquier dolencia es muy gratificante, como ayudar a bajar de peso a las muchachas que lo necesitan... Me gusta mucho relacionarme con el pueblo», acepta con sano orgullo.

Aunque ahora se desempeña en la capital municipal no olvida sus orígenes y el movimiento generado por el CVD 4 de Abril, que le hizo dedicarse a esta profesión, despertándole inquietud por el deporte y en especial amor a lo que se hace en la base.

Durante sus años de estudiante en el instituto Manuel Fajardo holguinero practicó judo y ganó medalla de bronce en el Festival de la Confraternidad que se celebró en La Habana en 1988, así que no extraña que aún aporte a ese arte marcial.

«Entreno dos atletas de la ANCI, Ángel Luis Rodríguez que fue tercero en el último Campeonato Nacional, y Elizabeth Reyes», dice satisfecha pese a reconocer que prefiera sus otras funciones.

Son las que desempeña en el Consejo Popular Batey destinadas a círculos de abuelos, centros de trabajo o pacientes de enfermedades crónicas no trasmisibles como hipertensos, obesos y asmáticos.

¿Qué se necesita para ser un buen profesor?     

Hay que tener mucha metodología, pues cuando no eres sistemático y no tienes variabilidad en tus clases, siempre repites, haces lo mismo, y entonces no tienes atractivo. Hay que evolucionar, me gusta mucho ver a profesores de otras provincias porque siempre se aprende, incluso de los más jóvenes. La variabilidad de una clase es lo más importante, le da motivación y es muy difícil que los practicantes abandonen.

¿Y la empatía con los abuelos?

Creo que se me da bien por mi carácter. Soy bullanguera, melosa con las personas y me relaciono muy bien. Tengo gracia para los adultos mayores, les hago reír, les organizo juegos, y actividades que cambian para que estén siempre motivados.

Incluso va más allá del ejercicio, si tengo que acompañarlos a un hospital o ayudarles con el turno para una consulta... Ese es el trabajo comunitario de nosotros.

¿Cuánto de Cuba llevaste a Venezuela hace 10 años?

Me fue muy fácil por la experiencia que tenía de aquí, tanto el trabajo con el adulto mayor como el programa Educa a tu hijo. Contrario a lo que algunos piensan, ellos tienen cultura de la práctica de actividad física, y encontré a muchas personas que me hacían preguntas de una u otra cosa, queriendo saber por qué lo hacía de determinada forma... Tienes que responder y hacerlo bien, de manera que sepan que dominas lo que haces.

¿Y cuánto trajiste?

En Venezuela aprendí mucho de bailoterapia, porque aquí apenas la trabajábamos y allá existe una gran cultura. Y fue en realidad donde me forjé como la profesora de aeróbic de salón que ahora soy.