A TANIA Coffigny Fernández se le pudiera definir como decidida, tenaz, osada, perseverante, amistosa e incondicional.
Hace lo que se propone, quiere a la familia y a sus amigos en grande, y en un debate útil no oculta verdad alguna, aunque le cueste una “bronca” cubana.
¿Qué le hizo enamorarse de la natación?
Desde pequeña me gustaba mucho el mar, ir a la playa. Por ahí me llegó la pasión que se convirtió en amor eterno.
¿Dónde se inició y con qué profesores?
Estuve en un área deportiva en Ciudad Libertad a los cinco años, con la profesora Loly. A los seis practicaba gimnasia y tenis de campo, justo cuando fueron a hacer captaciones para el CVD Rafael Conte, en Lawton. Ahí comenzó todo con el entrenador Jorge… Recuerdo que hasta lloviendo le tocaba su puerta para ir a la piscina.
¿Cómo llegó al equipo Cuba?
Con siete años de edad entré a la Escuela Provincial de Natación Camilo Cienfuegos, en Guanabo. Luego pasé a la Eide Mártires de Barbados en su primer año de inaugurada, estaba en cuarto grado. Allí estuve un curso, pues me pasaron para la Escuela Nacional de Natación Marcelo Salado, donde mi entrenador fue Inocente Chacón.
Casi finalizando el quinto grado, dos veces por semana me invitaban a entrenarme con la preselección nacional y ya en sexto fui elegida para integrarla.
¿Quién fue su preparador en el equipo nacional?
Tuve varios. Armando de los Ríos se esforzó para “pulirme” como atleta, pero también pusieron todo su empeño y experiencia Arturo Valdés, Pepe Vázquez, Pepe Fernández, José Faroy, David del Cueto y hasta Luisa María Mojarrieta, cuando se iniciaba.
¿Cuál fue su primera competencia internacional?
Un torneo del Caribe que se celebró en Mayagüez, Puerto Rico. Competí en la categoría 11-12 años. En ese “bautizo”, representando a Cuba, gané medallas de todos los colores. Inolvidable el orgullo que sentí por representar a nuestro país.
¿Cuáles medallas recuerda más?
Durante más de 10 años en la selección nacional, desde los 11 hasta los 22, gané cerca de 200 medallas en Cuba y el exterior. Pudiera citar las de las espartaquiadas, un torneo muy fuerte que organizaban los países socialistas. También dos preseas de oro y una de plata en el campeonato europeo juvenil de Rumanía en 1982, y dos subtítulos en una copa Caixa en Barcelona.
También recuerdo gratamente haber sido finalista en las copas Electroimpex celebradas en Budapest, Hungría, y en otros eventos rigurosos de Europa, especialmente en las antiguas repúblicas soviéticas.
¿Y las preseas ansiadas que no pudo lograr?
La de oro de los 100 metros espalda en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de La Habana 1982. Había entrenado para ello y tenía grandes posibilidades. Todavía me duele. Organizamos la fiesta y no gané. Eso duele. Me queda como consuelo la presea de plata del 4x100, pero quería el oro individual.
¿Por qué se retiró tan joven?
Como a todo atleta me llegó el momento del retiro. Eso es traumático, porque siendo muy joven debes decir adiós a lo que ha sido tu sueño y consagración. Para entonces terminábamos muy jóvenes. Dije adiós al deporte activo, pero nunca me separé por completo.
Me preparé muy bien para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de México 1990. Quería bajar mis tiempos. Ganamos el bronce en el relevo, pero no cumplí mi meta. Desde antes, había acordado con el jefe de entrenadores en aquel momento, José Vázquez, que lo mejor era el retiro. Además, ya me “pisaba los pies” Ana María González, quien en 1992 rompió uno de mis récords nacionales.
Hoy compito en la categoría máster. No tengo mucho tiempo para el entrenamiento, pero todavía gano en la categoría de menores de 60 años.
¿Su hija también hizo equipo nacional en este deporte?
Siguió mis pasos. Ese sueño de madre lo disfruté mucho. Estuvo en natación con muy buenos resultados, hizo el equipo nacional juvenil e integró el de triatlón, también con muy positivo desempeño.
¿Por qué el trabajo con los másteres?
Ellos me seleccionaron, quizás, porque no me he desvinculado del deporte que tanto amo. Como vicepresidenta de la Federación Cubana de Natación, la atención a los másteres resulta complicado. Hay que lidiar con diferentes grupos de edades, diversas características y múltiples puntos de vista. A veces sientes incomprensión y llega hasta el desánimo.
Pero me repongo, pues disfruto revivir mi época como atleta activa y los reencuentros con personas que nos demuestran lo que podemos hacer para mejorar nuestro estilo de vida y la salud.
¿Qué le gusta de representar a los másteres?
Son una gran familia. Tienen una alegría que contagia tanto como sus ganas de vivir. Son ejemplos para las nuevas generaciones. Disfrutamos la organización de eventos y encuentro apoyo en muchos de ellos.
Sacan lo mejor de mí. Trato de que en cada encuentro se sientan bien y motivados. Ya sumamos 572 y vamos por más. Contamos con total apoyo del Inder y de muchas personas que incondicionalmente están dispuestas a ayudar. Solo queda seguir trabajando sin más interés que desarrollar el deporte.
¿Profesora de mérito?
Esa condición me la entregaron en la Unión Soviética hace 30 años, junto a otros tres cubanos. La entendí como sinónimo de lograr la excelencia deportiva. Hoy quiero ganármela entre los másteres.
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