Por Lianet Escobar Hernández
CUANDO Michel Pérez Miranda comenzó a practicar la pelota vasca no imaginó que protagonizaría uno de los partidos más largos de los que se tiene referencia en Cuba, en la modalidad de paleta con pelota de goma.
Tampoco suponía que su pasión por golpear pelotas contra las paredes casi lo condenarían a perder la visión de su ojo izquierdo. Mucho menos sospechaba que, tras el accidente, volvería a las canchas para atesorar una medalla mundial.
Corría el año 1990 cuando el campeonato del orbe celebrado en La Habana logró despertar el interés de Michel por la pelota vasca, luego de probar suerte durante tres años en el judo.
Los XI Juegos Panamericanos de La Habana 1991 terminaron por convencerlo de apostarle a la “cancha”. Tenía 14 años de edad.
«Comencé con el frontenis cubano. Más tarde, en el equipo nacional, empecé a incursionar en la paleta de goma, que en aquel tiempo se jugaba solo en frontón de 30 metros y trinquete. Me gustaba mucho esta modalidad porque se le daba con mayor efecto a la pelota, había que tener buen sentido de la ubicación. Era algo diferente, más dinámico y estratégico que físico», comentó a JIT.
Cuenta el habanero que estaba en edad juvenil cuando le llegó la oportunidad de participar en un campeonato panamericano de mayores en 1993, siendo su prueba de fuego dentro de la selección cubana, pues enfrentaron a campeones mundiales.
Para él, formar parte del equipo Cuba no califica como lo más complejo. Mantenerse allí durante 12 años resultó lo verdaderamente difícil.
«Entré al plantel nacional luego de jugar un campeonato doméstico y ganar la medalla de plata. Sencillo, pero en aquel entonces Guillermo Marrero, el comisionado nacional, había creado una cantera bastante grande. Había muchos jugadores buenos, por lo que clasificarse a un evento en alguna modalidad era una tarea ardua», destacó Pérez Miranda.
De aquellos tiempos evoca nombres como los de Alejandro Placer, Juan Pérez, Fernando Guardado, Alcides González, Etienne Castañón, Javier Gardó, Gustavo Triana, Vladimir Luján, Ricardo González y otras figuras.
«Tuve la oportunidad de jugar contra esas estrellas que te obligaban a superarte. Si te descuidabas te sacaban del equipo. Era ganar o ganar, porque cuando llegaban las competencias eran seis parejas para dos plazas. Se hacía preciso tener un nivel alto para poder mantenerte en la cúspide en un deporte con tantas modalidades y técnicas por dominar. Además, los entrenadores eran muy rigurosos con las estadísticas, los controles y las pruebas físicas», alegó.
Michel se caracterizaba por ser un pelotari versátil. Se le vio jugar todas las modalidades, a excepción del xare y el jai alai.
Como juvenil atesora una medalla de bronce mundial en pala corta, obtenida junto a Leovani Zamora en 1996 en Argentina. También cuenta su participación en el Campeonato del Mundo de Trinquete de Arnedo 1995, en España.
En su etapa de mayor, brilló en un gran número de copas Capitán San Luis. De aquel feliz período recuerda con simpatía el partido más largo de su vida. Casi dos horas con 45 minutos sobre el asfalto.
«Antes se jugaban partidos muy extensos, a 30 puntos. Se competía al desgaste», rememoró.
Pérez Miranda guarda con celo la presea de bronce en el Campeonato del Mundo Absoluto de Pelota Vasca de Ciudad de México 1998.
«No jugué el partido por la medalla porque me recuperaba de un golpe que casi me hace perder la visión del ojo izquierdo. Estuve más de 20 días hospitalizado, pero logré estar listo para ese evento y contribuir, como miembro de la cuarteta cubana, a conseguir el resultado», contó.
Ganarle en paleta de goma a los campeones mundiales mexicanos en la copa Capitán San Luis de 1996 figura entre sus recuerdos favoritos.
Hijo de científicos y microbiólogo de profesión, Pérez Miranda supo llevar a la par del deporte su carrera universitaria. Se graduó en el 2000 y dos años más tarde se vio precisado a abandonar las canchas, aunque no de manera definitiva.
«Hasta 2019 participé en los torneos abiertos de Panamá, pero mis responsabilidades laborales en Syngenta Iberoamericana S. A., una transnacional que en Cuba comercializa plaguicidas y semillas, me obligan a jugar solo cuando puedo, como entretenimiento», manifestó.
A sus 48 años de edad, este capitalino no duda en reconocer los enormes esfuerzos que hace la Federación Cubana de Pelota Vasca por mantener a flote un deporte costoso que, a pesar de contar con una vasta cantera popular, la disponibilidad de recursos conspira contra la formación de nuevos talentos.
No obstante, defiende la idea de que la realización de torneos abiertos en el país, el adiestramiento de los muchachos desde la base en el frontenis cubano y el acondicionamiento de las instalaciones deportivas, pudieran contribuir a un resurgir del deporte que ama.
«La pelota vasca gusta en Cuba y no podemos permitir que se extinga», subrayó.
|