Por Raúl Hernández Lima
SU VOZ de tenor estremece el recinto. La fuerza con que proyecta el sonido emula el ímpetu y el contenido con que orienta a Yonaldy González mientras discute la medalla de bronce en los V Juegos Parapanamericanos de Santiago 2023.
El carácter recio de Víctor Luis Sánchez desaparece al final del combate y deja lugar al hombre apacible que consuela al alumno luego de la derrota.
Le hace recordar acaso las dificultades que él mismo enfrentó cuando un accidente le privó de la visión en uno de sus ojos, y le recuerda algo que sabe bien, lo mejor siempre estará por venir.
Cerca de 40 años ligado al judo puede avalarlo... «Llegué con 11 años de edad, por embullo, cuando hacían una captación por las escuelas. De ahí para la Eide hasta hoy, jamás me pude desligar del judo», rememora.
El ascenso vertiginoso en su carrera comenzó justo después del accidente: en su debut en un evento internacional, nada menos que en el Campeonato Mundial de Judo de Ibsa de Brommat 2006, en Francia, consiguió dos medallas de oro, en individuales y por equipos.
«Esa primera medalla en el deporte para discapacitados es la que más satisfacción me ha dado en mi carrera, no solo porque me convertía en campeón mundial, sino por la significación que tiene desde todos los puntos de vista. Me hizo saber que se podía», cuenta emocionado.
Luego vinieron muchos otros títulos y medallas, incluidas coronas en los Juegos Parapanamericanos de Río 2007 y Guadalajara 2011, y la medalla de bronce en los Juegos Paralímpicos de Pekín 2008.
El recuerdo de esta última todavía le deja un sabor amargo... «Me sentía en condiciones de ganar el título paralímpico, pero me consuela que perdí en el camino con un gran judoca como Satoshi Fujimoto, quien hasta ese momento era tres veces campeón paralímpico en la división de 66 kg. Allí ganó la medalla de plata», expresa.
Victor dejó la adrenalina de los combates, pero no se resignó a abandonar los tatamis. Hoy enseña lo aprendido durante tantos años y se desempeña como entrenador del equipo nacional de judo adaptado.
«Claro que es más complejo entrenar a personas con discapacidad visual. La información entra por los órganos de los sentidos y algunos de ellos están privados de la vista, por lo tanto el paso de explicación-demostración se complejiza», aclara.
«El trabajo con ciegos requiere de más paciencia, tienes que adoptar la postura y dejar que te toquen para que entiendan el parado, la posición de las piernas y las manos», explica.
Confiesa que siente más presión desde el banquillo de entrenador que cuando debía dirimir sobre el tatami. «Antes controlaba lo que sucedía más allá del resultado, ahora me siento responsable de transmitir esas experiencias y guiar a los que están combatiendo, pero no depende de uno lo que sucede arriba, los nervios se multiplican con respecto a cuando era judoca», asegura.
Los juegos multideportivos tienen algo especial para él, siempre le deparan alegrías. En Santiago 2023 intentó contener como pudo las lágrimas tras la victoria de Yordanis Fernández Sastre.
«Sastre es muy disciplinado, nos entendemos muy bien, fuimos compañeros y ahora me tocó ser su entrenador. Me emocioné mucho con esa medalla de oro», afirma.
Tratándose de Sastre no escatima en elogios, adelanta que se están preparando especialmente para los Juegos Paralímpicos de París 2024... «Tengo mucha fe en él, creo que puede alcanzar una medalla», asegura.
Confiesa que se fijaba mucho en Yordanis Arencibia, Israel Hernández y Manolo Poulot durante su trayectoria como deportista. Agradece mucho a Sergio Arturo Pérez, quien le guio y le aportó en su carrera con valiosos consejos.
Se muestra muy optimista sobre el futuro del parajudo en Cuba y manifiesta que no se imagina su vida fuera de ese deporte... «Lo que hago es mi vida, nada sería igual sin el judo», concluye.
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