La Habana.- CON TAN solo 19 años (3-12-1988), el canoísta Fernando Dayán Jorge Enríquez ya se ubica en la élite del piragüismo mundial.

Su metal dorado en la Copa del Mundo de Duisburgo, en Alemania, en el C-1 a cinco mil metros, y el plateado en el C-2 a mil junto a su compañero Serguey Torres, le convierten en una figura de relieve internacional.

Por demás, el niño mimado del reparto cienfueguero de O’Bourke acaba de confirmar su abolengo en el clasificatorio continental para los Juegos Panamericanos de Lima 2019, acogido por el canadiense Lago Banook.

Allí logró oro en el C-1 y lo mismo junto a Torres en el C-2. El otro premio máximo fue para Mayvihanet Borges en el C-1 a 200 metros. Con un total de 12 atletas, Cuba consiguió además un par de subtítulos, igual cantidad de medallas de bronce y cuartos lugares, así como un trío de quintos peldaños. Clasificó a una docena de embarcaciones.

Acabado de llegar de la nación del Maple, JIT dialogó con el joven y laureado deportista.

Navegas junto a Serguey desde los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. ¿Cuánto ha incidido eso en ti?

Serguey y el entrenador Yosniel Domínguez han perfeccionado mi técnica. Les estoy muy agradecido por eso. Hacemos tremendo equipo. Mi compañero tiene una mezcla de experiencia y entrega. Individualmente me gana y le gano.

¿En el Lago Banook llegó tu consagración?

No llegué en la mejor forma deportiva, pero Serguey y Yosniel me dieron mucho apoyo. El técnico dice que puedo dar más, que bien preparado pensaremos en grande, algo así como ganar el oro olímpico. Ese es el sueño de todo atleta.

Ya fuiste finalista en Río de Janeiro. ¿Qué falta para llegar al podio?

A Río llegué con seis meses de entrenamiento junto a Serguey. Quedamos sextos. Ahora nos entendemos casi a la perfección sobre el bote. Le hemos puesto intensidad a los entrenamientos y ahí están los resultados. Él tiene 31 años, llegará a Tokio 2020 y esperamos sea distinta la historia.

Tendrán serios oponentes seguramente…

Sí, pero nosotros contaremos con una mejor preparación que la de Río 2016 y con más experiencia. Todo atleta quiere el oro en cualquier competencia a la que asiste, de lo contrario para qué ser deportista. A Tokio arribaremos muy bien.

¿Cómo llegaste al canotaje?

Empecé muy chiquito, porque mi papá lo había practicado. Al principio no me interesaba, no me gustaba, pero este deporte es un bichito que se mete por la piel. Además, Cienfuegos tiene una de las más bonitas y grandes bahías de Cuba. Allí está también una de las academias de remo y canotaje más importante. Ahí comenzó todo. Estuve en la Eide y de ahí vine para acá. Llevo casi cuatro años en la escuela José Smith Comas.

¿Qué tal los estudios?

Estoy en el segundo año de la licenciatura en deportes en la UCCFD Manuel Fajardo. Allí me encuentras todos los miércoles. Es nuestro día de “medio descanso”, salvo cuando tenemos competencias a la vista.

¿Algo no te gusta del canotaje?

Lo mismo que a muchos otros: madrugar. Entrar al agua a las cinco de la mañana es terrible, pero es el sacrificio que nos toca. Igual pienso que si mi entrenador viaja desde Artemisa a La Coronela para estar con nosotros, por qué no vamos a cumplir. Lo nuestro es levantarnos y agarrar el bote.

¿Cómo es la vida de un practicante de la canoa o el kayak?

Como el de cualquiera que aspire a brillar en lo que hace: sacrificio y más sacrificio. A veces no deseas entrar en el gimnasio, pero sabes que si incumples lo planificado por el entrenador te va a salir en el agua. Igual sucede cuando llega el cumpleaños de un amigo o el Día de las Madres y solo puedes felicitarlos por teléfono. Es duro realmente.

Hablando de mamá… ¿Cómo atiende tu desempeño?

Es mi primera y gran admiradora. Me sigue por Facebook, me estimula mucho. Se llama Maidelín y dice que yo soy su orgullo. Ella es una inspiración constante, la verdadera campeona.

Sientes mucho por O’Bourke… ¿Qué representa ese lugar para ti?

Ese es el pedacito de tierra que me hace grande (Se ríe). Allí tengo a mis amigos, a la familia, todo. También están los que más me exigen y los mayores críticos. Hay muchos conocedores de la canoa y el kayak y expertos en otros deportes que hasta llevan estadísticas.

¿Novia, esposa, pareja?

Siempre está ahí, pero prefiere el anonimato.

¿Hobby?

La música y ver películas, cuando hay tiempo. Para lo primero casi siempre hay, pero ver televisión es difícil cuando entrenas dobles sesiones diarias. Todo el descanso te parece poco.

¿Queda algo por delante este año?

Nada. Lo más inmediato son las copas del mundo en Polonia y Alemania en el 2019. Por ahora todo será escuela y entrenamiento.

¿Cuál es el propósito para Lima 2019?

No puede ser otro que superar lo hecho en Toronto (6-2-2). Los profes insisten en que como deporte tenemos que volver a ganar. Va a ser difícil, pues en la eliminatoria reciente los canadienses y estadounidenses dominaron la mayoría de las pruebas. Pero clasificamos los 12 botes y superamos el resultado del anterior certamen panamericano (3-0-1). Podemos mantenernos arriba en Lima, aunque tengamos que dar más duro las paletadas.

Es fácil distinguirte, pues tienes cuatro nombres en uno. ¿Cómo prefieres que te llamen?

Dayán. Así me dice la mayoría, aunque respondo a cualquiera de los cuatro. Estoy acostumbrado.

¿Algún sueño “encasquillado”?

Prefiero hablar por todos. Aspiramos a estar entre los deportes del año. Creo que hemos hecho méritos.