Foto: Roberto Morejón
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Por Eyleen Ríos, enviada especial
Barranquilla.- POCOS deportes generan tantas sensaciones encontradas como la gimnasia artística. Satisface y entretiene ver a hombres y mujeres realizar movimientos increíbles, algunos no aptos para el resto de los mortales.
Pero, al mismo tiempo, siempre quedan inconformidades con la evaluación dada por los jueces, quienes se han de preparar para apreciar con imparcialidad y sin que influyan los sentimientos. Lamentablemente, no siempre se logra.
Algo de eso volvimos a sentir los que presenciamos las jornadas de estos XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe en el Centro de Eventos Puerta de Oro, uno de los escenarios más concurridos de la cita.
Aquí gusta la gimnasia, se conoce de gimnasia y sobre todo adoran a Jossimar Calvo. Fue él la gran estrella opuesta a Manrique Larduet.
Ambos poseen nivel mundial y acapararon la atención, sin desconocer a otras figuras como el cubano Randy Lerú, el guatemalteco Jorge Vega y el dominicano Audrys Nin.
Lo más interesante de la justa fue comprobar el excelente nivel existente en el área, lamentablemente no acompañado en igual medida por los encargados de evaluar.
Por momentos las notas no fueron precisas, más allá de favorecer a unos u otros. Y la opinión más generalizada confirmó que no siempre se aplicó el código de la manera correcta.
Hubo irregularidades al penalizar faltas, caídas y ejecuciones, incluso resultó irregular el procedimiento para las reclamaciones. Ese criterio emergió de entrenadores y atletas de varios países, así como de los propios jueces.
En cuanto a los resultados, Cuba brilló, pese a que se esperaban más de los seis oros logrados, algo que la competencia validó como posible.
La ventaja fue amplia sobre una Colombia de solo tres títulos, pero más que eso gratificó constatar que los programas montados tenían rango mundial. El entrenador Carlos Gil había adelantado algo al respecto, pues era la única forma de diferenciarse y hacerse sentir en este contexto.
Tal pretensión se logró no solo con Manrique y Randy, sino que el resto del equipo masculino enseñó potencialidades, mientras las niñas de Yareimi Vázquez también se robaban el show.
Ellas acabaron como máximas acumuladoras por equipo, con una Marcia Vidiaux convertida en líder pese a su timidez, y deslumbrante sobre todo en el ejercicio a manos libres.
Esa actuación, en especial, merece comentarios aparte, pues en ese aparato no acababa de “cuajar” y ahora explotó acompañada de una música que —en opinión de su entrenadora— es la responsable del éxito.
«Estuvimos siete años buscando un tema que la motivara, que le hiciera salir de su timidez, y lo logramos con Titanium de David Guetta», comentó Yareimi sobre lo que más le ha agradado de la actuación de su pupila.
Otro saldo muy positivo, mencionado siempre, fue el trabajo de la sicóloga y el médico, imprescindibles en un proceso tan complejo como la puesta en forma de ambos elencos.
Por cierto, no todo fueron gratas noticias, pues dos de los hombres regresaron lesionados tras sufrir caídas en el caballo de salto, algo siempre latente en deportes como este.
Y si de comparaciones estadísticas se trata, hubo un salto con respecto a lo logrado hace cuatro años. Ahora el balance fue de 6-7-2, superior al 4-6-4 de entonces.
Mas, insisto, lo más trascendente, el saldo principal, es la diferencia de calidad exhibida en favor de los que acá nos hicieron vibrar de alegría.
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