La Habana.- AUNQUE en su inmensa carrera hubo resultados mucho más importantes, en cuanto a valor del premio obtenido, es casi seguro que para la corredora Ana Fidelia Quirós pocos eventos tengan tanta significación como los Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Y no solo porque es ella la máxima ganadora de medallas en el atletismo, con nueve, o porque vivió su primera participación en estas citas con apenas 15 años de edad, sino porque hubo un antes y un después de la edición de Ponce 1993.
Un accidente doméstico a principios de ese año hizo pensar a muchos que sería el fin de su carrera. Incluso varios de los más cercanos comenzaron a dudar cuando otros y ella misma aseguraban que volvería a las pistas.
Menos de un año después, en noviembre, hizo despertar simpatías, lágrimas y todos los aplausos del mundo en un estadio boricua en que no fue la ganadora de los 800 metros la que atrajo la atención.
Ana Fidelia apenas podía mover sus brazos, aún con innumerables muestras de las quemaduras, pero consiguió llegar segunda a la meta con tiempo de 2:05.22 minutos.
“La tormenta del Caribe” estaba allí, regresaba como Ave Fénix para decirle al mundo que era grande. Y como tal pertenecía a las pistas, al atletismo, y sobre todo a un pueblo cubano que la admiró mucho más luego de aquello.
«Estaba nerviosa, sobre todo porque no sabía cómo me iba a recibir la gente. Todavía en ese momento tenía que usar el traje especial y sentía miedo del impacto de mi imagen hacia el público, por las cicatrices, pues siempre hay detractores y era a eso a lo que le temía, no a la competencia como tal…», ha comentado en más de una ocasión recordando ese instante.
«Por suerte no fue así y recibí una ovación que me dio para pensar. ¿Si hice esto a menos del 50 por ciento de mi capacidad, cuánto puedo lograr luego de más operaciones?», confesó también segura de que hubo un antes y un después de Ponce 1993.
Ana Fidelia, subcampeona olímpica en Barcelona 1992 y bronce en Atlanta 1996, participó en cinco citas centrocaribeñas.
Debutó siendo una niña de 15 años en Medellín 1978 y fue parte del relevo 4x400 que ganó el oro, algo que repitió en La Habana 1982.
En Santiago de los Caballeros 1986 y Ciudad de México 1990 añadió al ya habitual reinado de la posta larga, los de los 400 y 800 metros planos.
En esta última de las distancias es suyo todavía el récord de los Juegos por los 1:59.00 minutos registrados en 1986.
La novena de premios se completa con el ya mencionado subtítulo de Ponce, una plata que es la de “menos” rango en su palmarés, pero que sin dudas atesora con el mayor de los orgullos.
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