París.- LAS ESTADÍSTICAS deportivas abren un universo de posibilidades para el análisis. Nos cuentan historias, expresan adelantos y retrocesos, animan o deprimen. Tenerlas a mano es crucial para entender “por dónde van las cosas” en cualquier disciplina.
Consciente de ello, la lucha cubana asiste a los campeonatos mundiales con la agradable “carga” de tener que responder a una historia repleta de triunfos y actuaciones memorables.
Sin hablarlo, pero como rondando en el ambiente, está siempre la necesidad de marcar en el medallero, para extender esa larga cadena de ediciones (27) con un espacio entre las naciones privilegiadas.
El comisionado nacional, Luis de la Portilla, me dijo antes de que comenzara la lid: «no es que pensemos fijamente en eso, pero es un reto que tu propia historia te impone. Aquí no les hablamos de esa seguidilla a los muchachos, pero ellos lo saben porque conocen todo lo que hicieron sus antecesores».
Este martes, Oscar Pino aportó la primera medalla de Cuba en esta cita –bronce en los 130 kg del estilo greco-, y de paso cumplió con ese objetivo “sumergido” que tanta presión genera.
La seguidilla de marras la abrieron el librista Raúl Cascaret (plata en 68 kg) y el clásico Cándido Mesa (bronce en 100 kg), en las lejanas ediciones del año 1982.
A partir de ahí, en cada temporada de citas universales Cuba ha subido por lo menos una vez al podio, hecho admirable para un pequeño país e impensable para la mayoría de las delegaciones que concurren a lides como la que acontece en tierra gala por estos días.
Entre 1982 y el 2015, nuestros gladiadores de ambos estilos (se sabe que las féminas cubanas aún no han sido premiadas a este nivel) han logrado medallas en 20 ocasiones, en tanto cinco veces uno de los bandos salvó la “honrilla”.
En 1983, los siete libristas asistentes a la cita de Kiev se fueron en blanco, pero el clásico Cándido Mesa volvió a ser tercero en la justa organizada en esa propia ciudad.
Lo mismo ocurrió en 1987 y 1989 con los del más espectacular estilo, mas Pedro Roque (oro) y Mario Olivera (bronce), por ese orden, marcaron en la “registradora”.
Algo parecido no volvería a presentarse hasta el año 2009, cuando increíblemente el fuerte elenco de la libre (seis contendientes) no pudo llegar al podio. Pero otra vez estaban allí los grequistas, encabezados por Mijaín López (oro en 120 kg), Pedro Isaac Mulén (bronce en 66 kg) y Pablo Shorey (bronce en 84 kg).
En el 2013 la historia se invirtió por única vez, pues la armada de cuatro hombres dirigida por Pedro Val, carente esa vez del gran Mijaín, ni siquiera se acercó a las preseas. Entonces, como para pagar tantas deudas de gratitud, los libristas Reineris Salas (84 kg) y Liván López (66 kg) se erigieron subcampeones.
La última película con este argumento ocurrió en Las Vegas 2015, cuando los alumnos de Julio Mendieta fallaron, pero Ismael Borrero (oro en 59 kg) y Mijaín (plata en 130 kg) volaron alto.
Aquí, ahora, Oscar ha dado el importante primer paso y existen condiciones para que los chicos de Mendieta engorden el botín.
¿Los responsables de ello? Cuatro hombres sobre todo: Liván López (74 kg), bronce olímpico de Londres 2012 y tres veces medallista mundial; Reineris Salas (97 kg), quinto en Río 2016 y poseedor de igual cifra de premios universales; Yowlys Bonne (61 kg), quinto en la Ciudad Maravillosa y bronce del orbe; y Alejandro Valdés (65 kg), de notable desempeño en la Bundesliga Alemana.
Ya veremos…
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