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MAYO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
LEONARDO “MARAVILLA” PÉREZ
Fantasía y dedicación en la cancha

Esta figura descollante del básquet nacional dialoga con los lectores de JIT.


Por: Roberto Méndez
(robemen@inder.cu)
sábado, 3 de junio de 2017 11:14 AM



Foto: JIT Colaborador

SUS EXCEPCIONALES cualidades para conducir el juego y anotar canastas le ganaron la simpatía de los amantes del baloncesto nacional en las décadas de los años 80 y 90 del pasado siglo, en Cuba y en los escenarios de muchos torneos internacionales.

La manera peculiar y de calculada frialdad para engañar a los rivales, con maniobras en el drible, su flooting y canastas de ensueño, hacían delirar al público en las abarrotadas salas cubanas en que se jugaba la Liga Superior y otras lides.

Pese a no clasificar con equipos para la competencia soñada por todo atleta, los juegos olímpicos, tuvo méritos sobrados para incursionar en cualquier escenario, como lo demostró al integrar en 1991 la nómina cubana contra el primer Dream Team de la NBA.

Leonardo “Maravilla” Pérez descolló en muchos tabloncillos durante sus 16 años en la escuadra grande, y desde su retiro del deporte activo en 1998 no ha hecho más que enseñar a las nuevas generaciones, como técnico en selecciones juveniles, provinciales y nacionales.

En todos esos años la conversación con JIT se pactó varias veces, pero luego se posponía a causa de su parquedad y ese deseo de no darse mucho a la “publicidad”.

Pero esta vez, de vuelta al trabajo con la preselección principal masculina, consintió en recordar pasajes y dar opiniones sobre la actualidad de ese deporte.

¿Las primeras tiradas dónde fueron?

Cerca de mi casa, en el Campo Sport de Santa Clara. Mi hermano Conrado, miembro del equipo cubano medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de Múnich 1976, estaba en la selección nacional y yo tenía apenas ocho años.

Por embullo fui allí a tirar unos balones y después me quería pasar todo el día en eso. También jugué béisbol porque un  hermano mayor, Miguel, estaba en equipos de la provincia. Sin embargo, me incliné definitivamente por el baloncesto.

¿Cómo fueron los pasos hacia el alto rendimiento?

De tanto jugar allí el entrenador Lázaro Ortiz me vio cualidades y comencé a transitar por las categorías infantiles, participé en los juegos escolares, estuve en la EIDE y seguí destacándome en la categoría juvenil. Por eso en 1980 me promovieron a la ESPA Nacional con solo 15 años y 1,79 metros de estatura. Allí estuve hasta 1982, cuando me integraron a la preselección principal.

Mi primera competencia internacional fue como juvenil en una Copa Latina en Panamá, en 1981. Después asistí a la Copa Carlos Ulloa en Nicaragua y al torneo Esperanzas Olímpicas de los antiguos países socialistas. En una Serie Especial realizada en La Habana ese mismo año fui elegido como novato más destacado.

¿Resultó brusco llegar al equipo grande?

En ese tiempo estaban grandes jugadores, algunos de gran trayectoria como Tomás Herrera (bronce en Múnich). Por esa condición de novato me escogieron para ir a un torneo en Canadá y así debuté internacionalmente con una selección Cuba. Yo quería oportunidades para ganarme el puesto y así llegó todo.

Con el antecedente de Conrado me tracé metas y siento que individualmente las cumplí.

Muchas competencias, mas no los juegos olímpicos…

Participé en siete torneos Centrobásquet, en los Juegos Centrocaribes de 1986, 1990 y 1993; en los Panamericanos de 1983 y La Habana 1991, edición esta última en la que fui el líder anotador. También jugué los campeonatos mundiales de España 1986 (sexto mejor anotador) y Canadá 1994, pero me faltó asistir a la cita olímpica, algo soñado por todos. Estuvimos varias veces a punto de lograrlo, pero luego redujeron las plazas por América y quedamos en el camino.

¿Gran experiencia el preolímpico de 1991?

Indudablemente, sobre todo por jugar contra el primer Dream Team de los Estados Unidos. Allí, en la ciudad de Portland, estuvo uno de mis ídolos e inspiradores, Michael Jordan, además de Magic Jhonson, Larry Bird, Scotie Pippen, Jhon Stockton, Carl Malone, Charles Barkley y otras estrellas. Enfrentar ese nivel fue inolvidable, y para mí algo maravilloso anotarles 13 puntos.

¿Y el mundial de España?

A pesar de quedar en el onceno lugar teníamos un gran equipo. Perdimos con España por un punto, con Israel por seis, con la Unión Soviética llegamos debajo por un tanto a la primera mitad y le ganamos a Grecia. Había calidad en esa época.

Jugar con los Lobos de Villa Clara fue también inolvidable…

De esa historia ya casi no se habla, pero hicimos algo poco visto en eventos nacionales: ganar siete veces en 10 años a partir de 1985. Teníamos un gran equipo compuesto por Pedro Abreu, Jorge Luis Moré, Carlos Valle, Manuel Mestre y un servidor. Casi siempre jugábamos los 40 minutos del partido, a diferencia de ahora que lo habitual son los cambios. Después entraron figuras jóvenes como Lázaro Borrell y Yudith Abreu, pero la base estuvo todo el tiempo.

De Moré aprendí mucho, es el defensa con quien más me gustó jugar. Y con los Lobos aprendí a llevar la responsabilidad dentro de un equipo.

Tu peculiar estilo… ¿Fue una estrategia para llegar a esos planos?

Con el tiempo tuve que adquirir recursos para acomodarme a las posiciones (1 o 2) que podía jugar a causa de mi estatura (1,85). Debí mejorar la potencia en el salto y tener mucha imaginación. Me fijaba en Jordan y en otros jugadores de calidad, algo que me dio resultados.

Quien adquiere rapidez, potencia, seguridad bajo el aro y puntería termina siendo un buen basquetbolista. También incorporé un buen drible, saltabilidad, adecuada interpretación del juego y capacidad para enfrentar a los defensas. Tenía elasticidad y flexibilidad, todo lo cual combiné con esa fantasía que me caracterizó.

¿Cómo ves el actual baloncesto cubano?

La preselección nacional cuenta con un buen grupo en el Cerro Pelado. Y faltan algunos jugadores que están en ligas en el extranjero (Javier Justiz, Yoanki Mensía, Orestes Torres, Lisván Valdés) y otros como Jaciel Rivero, quien esperamos recupere pronto su forma. Con ellos podemos complementar la formación para cualquier competencia.  

¿Qué faltaría además de esa inserción en ligas foráneas?

Se abre una oportunidad formidable con el nuevo sistema de eliminatorias de la FIBA, que permitirá enfrentar a equipos de  alto nivel. Esos enfrentamientos hacen mucha falta.

Siempre recuerdo nuestra experiencia contra el Dream Team: comenzamos presionados y terminamos por encima de lo esperado. Eso demuestra todo lo que puede aprenderse. Nadie nace sabiendo jugar al baloncesto. A los pequeños los encauzan los técnicos y después llegan a la etapa de pulir los detalles.

Yo tuve en la selección nacional a tres grandes entrenadores como Pedro Chappé, Carmelo Ortega y Miguelito Calderón.

Eso también lo has incorporado en tus labores de entrenador…

Han sido 16 años conduciendo equipos, a los que creo haber aportado mis experiencias como jugador y las enseñanzas que recibí de esos maestros.

Entonces, la Maravilla sigue en los tabloncillos aportando sus saberes…

Así mismo.

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