Río de Janeiro.- EN POCAS horas los XXXI Juegos Olímpicos serán historia. Los últimos latidos de una cita que ha sido intensa se “escuchan” en cualquier rincón de esta ciudad.

Atrás quedan horas interminables de trabajo y emociones con rostros de alegría o sufrimiento, porque como siempre sucede en los escenarios competitivos se gana y se pierde.

Algunos vivieron su primera vez bajo los cinco aros como si la creyeran la única y los más “curtidos” hicieron suyo el espacio para reencontrarse con momentos solo reservados para estos encuentros.

Río 2016 nos dio a todos la oportunidad de ser parte de grandes historias.

¿Qué decir del jamaicano Usain Bolt, otra vez encantador desde un estadio donde se le veneró como a los dioses?

Su mezcla de talento y carisma nuevamente subyugó en cada salida hacia la conquista de tres títulos que fijaron en nueve los atesorados por él a partes iguales en 100, 200 y 4x100 metros.

Impactante fue además saberse parte de un certamen en que volvió a ser noticia ese “monstruo” que parece de otro planeta y responde al nombre de Michael Phelps, el nadador estadounidense convertido en el único humano ganador de 28 medallas olímpicas tras añadir seis ahora.

También sorprendieron despedidas anticipadas como la del tenista serbio Novak Djokovic o la pertiguista brasileña Fabiana Murer, hubo consternación ante lesiones asesinas de sueños como los del gimnasta cubano Manrique Larduet y malas decisiones que dejaron resultados inmerecidos.

Fueron los juegos del “triplete” del luchador del estilo grecorromano Mijaín López, crecido sobre su gigante estatura para volver a poner en alto la bandera que Cuba le entregó confiada, y de la doble coronación del púgil Robeisy Ramírez, otro hijo mimado de una isla de campeones.

Se hicieron nuevos amigos, se intercambiaron pines o camisetas como símbolos de una armonía a la que debíamos aspirar para nuestro día a día, y reinó emblemática la peculiar sinfonía de tantos idiomas confluyendo en poco espacio.

Quienes intentamos cumplir con el rol de informar aprovechamos ventajas tecnológicas no existentes hace cuatro años en Londres, aunque internet multiplica la competencia y pese a muchas regulaciones cualquiera da el “palo” desde un teléfono móvil.

Los ómnibus se convirtieron en “salas de prensa andantes” gracias a sus conexiones “wifi”, idóneas para adelantar el trabajo durante los constantes traslados.

Abundaron larguísimas filas para los chequeos de seguridad en un planeta cada vez más amenazado, el número de kilómetros cubiertos durante las caminatas entre instalaciones “cercanas” y los “cabezazos” en medio de la madrugada, como llegaron sin ser invitados algunos aguaceros.

Añádase el “chocar” con un voluntario muy poco informado sobre temas cruciales para el visitante, al punto de enviarle bien lejos del lugar requerido, aunque nunca les faltó amabilidad y una sonrisa sincera.

Esa vocación de servir nos hizo más agradable la estancia, como las felicitaciones sinceras y el orgullo que despiertan frases sobre Cuba como las pronunciadas por uno de ellos en la zona mixta de la Arena Carioca 2.

No fueron unos juegos perfectos, pero permitieron que esta parte del mundo se exhibiera como mezcla de muchas culturas y razas que viven a un ritmo alocado, tal vez incomprensible para quienes llegan del otro lado del Atlántico.

Pese a complejas situaciones internas y esa otra “cara” de la sociedad que se empeñó en mostrar su peor parte desde atracos y otros desmanes los anfitriones disfrutaron su momento desde un carnaval de pasiones.

El sello más fresco llegó esta mañana con los abrazos de los voluntarios que recibieron a todos y cada uno de los asistentes al Parque Olímpico de Barra de Tijuca.